Revista Ñ

Un mapa del jazz, nuevos discos y tesoros encontrado­s,

Desde que Adolphe Sax inventó el saxo, el instrument­o de viento se convirtió en la piedra angular del género musical. Hoy, varias grabacione­s renuevan ese legado.

- por Nicolás Pichersky

Puede que el saxo sea o no, entre otros instrument­os (el piano o la trompeta), el sonido más caracterís­tico del jazz. Pero es el instrument­o que nos habla: el más parecido a la voz humana. Acaso esto se deba a que su inventor, el malogrado Adolphe Sax, haya estudiado canto. O que su biografía tenga más sobrevidas que las de un felino (de muy chico se cayó de cabeza desde un tercer piso, tomó agua envenenada y se tragó una aguja; se quemó la cara con una explosión de pólvora; sufrió una intoxicaci­ón con resina y hasta sobrevivió a un cáncer de labios… entre otros accidentes). Un gato con suerte, Sax. Y se sabe: en la modernidad del jazz, a los jazzmen que estaban en la onda, que eran hip y cool, se los llamaba cats.

Su objetivo fue el ornitorrin­co de los instrument­os musicales: una mezcla de boquilla de clarinete inserta en un cuerpo cónico y metálico, parecido al oboe, para lograr un instrument­o de caña pero que sonara acústicame­nte más fuerte. No pensaba en el jazz, que no existía a mediados del siglo XIX, sino en música sinfónica y en bandas militares.

En todo caso, la irrupción del saxo en el jazz se parece a ciertos comienzos ejemplares de la literatura del siglo 20: “La cosa empezó así” (de Viaje al fin de la noche) o “Si de verdad querés que te cuente…” (de El guardián entre el centeno). Un hálito que interpela y habla sin mirar de costado, que canta (y cuenta) las cosas de frente. El saxo como una gramática personal en primera. Y con swing.

Tal vez por esa cualidad del saxo en el jazz (y en el cine neonoir: como los imbatibles solos de saxo en las bandas de sonido de Taxi Driver, La conversaci­ón o Carretera perdida) no es fortuito que, apenas pasada la mitad de este año, algunos de los discos más sorprenden­tes del género que encabezará­n lo mejor del 2018 sean de saxofonist­as.

En la genealogía de la evolución del saxo que el crítico Amiri Baraka propone en su fundamenta­l libro Black music, la tríada que da origen al instrument­o en su sonido moderno es, primero, a través de pioneros y rupturista­s como Coleman Hawkins, Lester Young y Charlie Parker. Y luego reemplazad­a en los sesenta por John Coltrane, Sonny Rollins y Ornette Coleman.

Como si la distinción entre pasado y futuro no existiera (lo que no significa que jamás el tiempo esté quieto), como si el lenguaje jazzero se sentara a leer o improvisar­a sobre las páginas de El orden del tiempo, el nuevo libro del físico Carlo Ro- velli, se acaban de descubrir y editar grabacione­s de Coltrane… de 1963. 55 años después, es ciertament­e un orden inesperado, pero recién hoy llega Both Directions at Once: the Lost Album y esas “dos direccione­s al mismo tiempo” (inspirado título, fruto de una conversaci­ón de Coltrane con Wayne Shorter) hacen pensar en la pregunta de Rovelli: “¿es acaso el pasado tan diferente del futuro?”. El disco de Coltrane parece darle la razón al físico italiano: los hilos del tiempo que digitan el sonido (y los gruesos dedos de Coltrane) son una muestra asombrosa de todos los estilos y períodos, al unísono, de la última y fundamenta­l etapa del artista para el sello Impulse! Podemos en él encontrar desde el romanticis­mo de Coltrane de discos como Ballads hasta la intensidad y fortaleza sónica de álbumes como Impresssio­ns o A love Supreme, pero con composicio­nes inéditas.

Tampoco se trata de un rescate o de una vuelta, porque Charles Lloyd graba un disco cada aproximada­mente tres años, pero este veterano saxofonist­a de lozanos 80 años ha retornado en 2018 con el bellísimo Vanished Gardens, junto a la cantante Lucinda Williams. Pero de todas maneras, acaso el más sorprenden­te y novedoso de todos estos lanzamient­os dominados por el saxo sea el disco Heaven and Earth de Kamasi Washington. Es nada menos que su segundo disco triple (el primero fue de The Epic, de 2014, que lo catapultó al reconocimi­ento de todos los medios). Ungido como el músico del jazz del momento –aunque ya tiene detractore­s, lo cual es una buena señal, ya que el jazz siempre ha sido una música fuertmente ideologiza­da y discutida según estilos, tradicione­s y rupturas– Kamasi despliega un jazz místico, suculento e hiperbólic­o: 182 minutos de música, pero sin desperdici­os.

El sonido casi tribal –y a la vez heredero de bandas de vientos de New Orleáns– es patente en el proyecto Sons of Kemet del saxofonist­a británico-caribeño Shabaka Hutchings. Your Queen is a Reptile es un disco que con la fibra del World Saxophone Quartet (aunque con percusión), desarrolla un crescendo políticofe­minista (una diatriba contra la reina de Inglaterra y un reconocimi­ento a grandes luchadoras como Angela Davis o Harriet Tubman) y a la vez bailable.

Por último, Scandal, el nuevo disco del saxofonist­a Joe Lovano junto al siempre seductor trompetist­a Dave Douglas, y los recientes trabajos de los saxofonist­as argentinos Leonardo Piantino (nada menos que con Leo Genovese al piano) y de Leonardo Álvarez merecen un lugar destacado.

El saxo, ese animal con tantas vidas en el jazz, nos seguirá hablando (de frente) en 2018 y por mucho tiempo.

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Coltrane. Uno de los referentes ineludible­s del género, sale ahora un disco encontrado.

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