Un mapa del jazz, nuevos discos y tesoros encontrados,
Desde que Adolphe Sax inventó el saxo, el instrumento de viento se convirtió en la piedra angular del género musical. Hoy, varias grabaciones renuevan ese legado.
Puede que el saxo sea o no, entre otros instrumentos (el piano o la trompeta), el sonido más característico del jazz. Pero es el instrumento que nos habla: el más parecido a la voz humana. Acaso esto se deba a que su inventor, el malogrado Adolphe Sax, haya estudiado canto. O que su biografía tenga más sobrevidas que las de un felino (de muy chico se cayó de cabeza desde un tercer piso, tomó agua envenenada y se tragó una aguja; se quemó la cara con una explosión de pólvora; sufrió una intoxicación con resina y hasta sobrevivió a un cáncer de labios… entre otros accidentes). Un gato con suerte, Sax. Y se sabe: en la modernidad del jazz, a los jazzmen que estaban en la onda, que eran hip y cool, se los llamaba cats.
Su objetivo fue el ornitorrinco de los instrumentos musicales: una mezcla de boquilla de clarinete inserta en un cuerpo cónico y metálico, parecido al oboe, para lograr un instrumento de caña pero que sonara acústicamente más fuerte. No pensaba en el jazz, que no existía a mediados del siglo XIX, sino en música sinfónica y en bandas militares.
En todo caso, la irrupción del saxo en el jazz se parece a ciertos comienzos ejemplares de la literatura del siglo 20: “La cosa empezó así” (de Viaje al fin de la noche) o “Si de verdad querés que te cuente…” (de El guardián entre el centeno). Un hálito que interpela y habla sin mirar de costado, que canta (y cuenta) las cosas de frente. El saxo como una gramática personal en primera. Y con swing.
Tal vez por esa cualidad del saxo en el jazz (y en el cine neonoir: como los imbatibles solos de saxo en las bandas de sonido de Taxi Driver, La conversación o Carretera perdida) no es fortuito que, apenas pasada la mitad de este año, algunos de los discos más sorprendentes del género que encabezarán lo mejor del 2018 sean de saxofonistas.
En la genealogía de la evolución del saxo que el crítico Amiri Baraka propone en su fundamental libro Black music, la tríada que da origen al instrumento en su sonido moderno es, primero, a través de pioneros y rupturistas como Coleman Hawkins, Lester Young y Charlie Parker. Y luego reemplazada en los sesenta por John Coltrane, Sonny Rollins y Ornette Coleman.
Como si la distinción entre pasado y futuro no existiera (lo que no significa que jamás el tiempo esté quieto), como si el lenguaje jazzero se sentara a leer o improvisara sobre las páginas de El orden del tiempo, el nuevo libro del físico Carlo Ro- velli, se acaban de descubrir y editar grabaciones de Coltrane… de 1963. 55 años después, es ciertamente un orden inesperado, pero recién hoy llega Both Directions at Once: the Lost Album y esas “dos direcciones al mismo tiempo” (inspirado título, fruto de una conversación de Coltrane con Wayne Shorter) hacen pensar en la pregunta de Rovelli: “¿es acaso el pasado tan diferente del futuro?”. El disco de Coltrane parece darle la razón al físico italiano: los hilos del tiempo que digitan el sonido (y los gruesos dedos de Coltrane) son una muestra asombrosa de todos los estilos y períodos, al unísono, de la última y fundamental etapa del artista para el sello Impulse! Podemos en él encontrar desde el romanticismo de Coltrane de discos como Ballads hasta la intensidad y fortaleza sónica de álbumes como Impresssions o A love Supreme, pero con composiciones inéditas.
Tampoco se trata de un rescate o de una vuelta, porque Charles Lloyd graba un disco cada aproximadamente tres años, pero este veterano saxofonista de lozanos 80 años ha retornado en 2018 con el bellísimo Vanished Gardens, junto a la cantante Lucinda Williams. Pero de todas maneras, acaso el más sorprendente y novedoso de todos estos lanzamientos dominados por el saxo sea el disco Heaven and Earth de Kamasi Washington. Es nada menos que su segundo disco triple (el primero fue de The Epic, de 2014, que lo catapultó al reconocimiento de todos los medios). Ungido como el músico del jazz del momento –aunque ya tiene detractores, lo cual es una buena señal, ya que el jazz siempre ha sido una música fuertmente ideologizada y discutida según estilos, tradiciones y rupturas– Kamasi despliega un jazz místico, suculento e hiperbólico: 182 minutos de música, pero sin desperdicios.
El sonido casi tribal –y a la vez heredero de bandas de vientos de New Orleáns– es patente en el proyecto Sons of Kemet del saxofonista británico-caribeño Shabaka Hutchings. Your Queen is a Reptile es un disco que con la fibra del World Saxophone Quartet (aunque con percusión), desarrolla un crescendo políticofeminista (una diatriba contra la reina de Inglaterra y un reconocimiento a grandes luchadoras como Angela Davis o Harriet Tubman) y a la vez bailable.
Por último, Scandal, el nuevo disco del saxofonista Joe Lovano junto al siempre seductor trompetista Dave Douglas, y los recientes trabajos de los saxofonistas argentinos Leonardo Piantino (nada menos que con Leo Genovese al piano) y de Leonardo Álvarez merecen un lugar destacado.
El saxo, ese animal con tantas vidas en el jazz, nos seguirá hablando (de frente) en 2018 y por mucho tiempo.