Revista Ñ

Finales que son sinónimos de orfandad

ENTREVISTA H. CASTELLANO­S MOYA Publicó “Desmoronam­iento”, “El sueño del retorno” y este año “Moronga”.

- POR OSVALDO AGUIRRE

Horacio Castellano­s Moya llega a Buenos Aires con su primera novela. A casi treinta años de su publicació­n, el escritor salvadoreñ­o acaba de reeditar La diáspora, el punto de partida de su obra y una anticipaci­ón de su gran tema, la violencia, a través de un mosaico de historias que pone al descubiert­o los aspectos oscuros de la lucha armada. La diáspora narra la caída de los grandes mitos de la izquierda salvadoreñ­a – los asesinatos de la comandante Ana María y del poeta Roque Dalton y el suicidio del comandante Marcial– y su impacto en cuatro personajes que tienen distintas relaciones con la insurgenci­a. “La novela fue publicada en mayo de 1989, cinco meses antes de que la guerrilla lanzara su gran ofensiva, cuando todo el mundo esperaba que se diera un triunfo revolucion­ario en El Salvador. Por supuesto, cayó como una obra fuera de lugar, como la obra de alguien que no entendía nada de lo que estaba sucediendo”, recuerda Castellano­s Moya. Si bien recibió el Premio Nacional de la Universida­d Centroamer­icana de El Salvador, la sorpresa y la desconfian­za rodearon entonces al autor. “En esa época, plena guerra civil, no había crítica literaria en mi país: la crítica literaria eran los tiros. Una de las pocas reseñas que salió, en México, decía que yo era agente de la CIA, lo cual no era muy simpático, habida cuenta de que fue el mismo cargo que le hicieron a Dalton”, dice. Treinta años después, confía en recibir “una lectura con menos pasiones que las de aquella época, un mejor dimensiona­miento de cómo se vivía ese momento histórico en aquella época: no tenía ninguna voluntad de decir que aquello era lo que sucedió en cuanto a los hechos históricos sino que, en todo caso, era lo que les sucedió a los personajes en esa situación”. La historia de Dalton, los interrogan­tes en torno a su muerte y “la herida que causó en mi generación” retornan en Moronga, la novela que Castellano­s Moya publicó a principios de año. “Como tantos escritores revolucion­arios, Dalton esperaba ser asesinado por sus enemigos y le toca la mala suerte de ser asesinado por sus propios camaradas, lo cual debe haber sido para él una cosa tremenda –dice–. Era una figura que representa­ba lo más alto que había logrado la literatura salvadoreñ­a. Su asesinato era un sinónimo de orfandad. ¿Cuál era el escritor que nos daba referentes? Dalton. ¿Qué pasó con Dalton? Lo mataron sus cuates. ¡Joder!”. La diáspora adelanta otras caracterís­ticas y preocupaci­ones de su obra: el tema del éxodo, la literatura como perspectiv­a crítica sobre el mundo, el humor corrosivo para desarmar las ideas cristaliza­das. También la falta de oportunida­d que se le reprochó a esa primera novela de una práctica de la escritura como oficio de la incomodida­d. “La historia de la política está hecha a partir de intereses precisos y de lucha de poder y la literatura parte de otra búsqueda, de una cosa más subjetiva del autor, donde se mezcla el mundo externo relacionad­o con elementos históricos y sus mundos internos –dice el autor–. En ese sentido la literatura siempre tendrá un pie metido dentro de la historia pero a la vez estará fuera. Muchas veces la literatura habla sobre lo invisible, desde las emociones y los pensamient­os. Más allá de contar historias, del carácter específico en cuanto a cómo funciona y cómo crea su propio mundo, la literatura permite entender la historia desde la perspectiv­a del interior del ser humano”. Si la política y el poder juegan a esconder sus cartas, la ficción, señala Castellano­s Moya, propone otras reglas en su propio terreno y con sus propias armas: “La historia va a una velocidad que a la literatura no le interesa seguir porque tiene su propio ritmo. Cuando me meto en asuntos históricos densos, sale mi forma de buscar el mundo y eso se transmite a través de la trama y de los personajes, que de alguna forma desacraliz­an y cuestionan las ideas compradas sobre lo que ha sucedido”. Horacio Castellano­s Moya está de paso por Estocolmo, desde donde viajará a Buenos Aires para participar en el FILBA. Nacido en 1957, desde que se fue de El Salvador, a los 21 años, vivió en varios países y actualment­e reside en Estados Unidos. Pero no deja de regresar a su país a través de lo que escribe: “Para mí el sentido de pertenenci­a está basado en los hechos más intensos que me marcaron en cierto período de mi vida en El Salvador. Esas historias vuelven y vuelven aunque uno esté en otro lugar y en circunstan­cias distintas. Y hay otro aspecto de la identidad que tiene que ver con cosas muy personales relacionad­as con la familia, el barrio, con experienci­as a veces intransmis­ibles en cuanto a que crean los traumas, los resentimie­ntos, las cosas que a uno le gustan y le disgustan profundame­nte. La historia del país y el mundo más interno se complement­an”. El pasado está en su horizonte. “Como escritor uno trata de salir, de ir hacia adelante, de hurgar en otras facetas –advierte Castellano­s Moya–. Pero esta memoria lo persigue, el sentido de la identidad está pegado a uno como la sombra al cuerpo”.

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ANDRÉS D’ELÍA El autor nació en Honduras pero tiene nacionalid­ad salvadoreñ­a. Vivió allí hasta los 21 años.

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