Revista Ñ

Para trazar un mapamundi

Rodrigo Fresán. El premiado autor de La parte inventada y La parte soñada participar­á de lecturas y mesas durante el festival.

- POR JORGE CARRIÓN

Hasta este 2018 el escritor argentino Rodrigo Fresán solamente había recibido un premio. Un premio simbólico y local: el que la revista Lateral de Barcelona –su ciudad de adopción– le otorgó en 2004 por Jardines de Kensington, su novela más traducida. Han tenido que pasar 14 años para que llegaran el segundo y el tercer galardón, ambos de prestigio internacio­nal. Consecutiv­os. Y en las dos grandes lenguas culturales del mundo. El pasado 27 de noviembre le fue concedido en Francia el Roger Caillois (que otorgan La Maison de L’Amérique Latine, La societé des Amis et Lecteurs de Roger Caillois y el P.E.N. Club francés), y el 31 de mayo, el Best Translated Book Award a la mejor novela extranjera (concedido por la publicació­n Three Percent de la universida­d de Ro- chester). Ambos recompensa­n la ambición de La parte inventada, que se publicó en castellano en 2014 y el año pasado en francés y en inglés, primera parte de la trilogía a la que se ha dedicado en cuerpo y alma durante los últimos años. Se trata de una novela multidimen­sional de 566 páginas que se propone reconstrui­r los mecanismos mentales de un escritor. El mapa arrugado y laberíntic­o del cerebro letraherid­o se dibuja a través de digresione­s y analogías, recuerdos y sinapsis. El ensayo cultural sobre las obsesiones del Fresán lector (los Beatles, 2001: Una odisea del espacio, Bob Dylan, la literatura estadounid­ense) se alterna con la autoficció­n y el relato extenso sobre las obsesiones del Fresán escritor (sus padres, la infancia, la Argentina como país que dejó de existir, el universo de Canciones Tristes). Ambos se funden a través de la “revelación de que la no ficción y la ficción puedan ser una sola cosa”. Aunque los dos libros que se exploran con más énfasis en la novela sean Cumbres borrascosa­s, de Emily Brontë y Suave es la noche, de Francis Scott Fitzgerald, algunos capítulos parecen seguir el modelo de Contravida, de Philip Roth. Si en su novela más posmoderna el genio de Newark fabula versiones alternativ­as de sus experienci­as patológica­s, sexuales y viajeras, en su proyecto más ambicioso el argentino se imagina a sí mismo como músico divorciado o como escritor sin hijos. Pero lo cierto es que la trilogía en su conjunto (el año pasado se publicó La parte soñada, el próximo lo hará La parte recordada) no se entiende sin la experienci­a de la paternidad. Su hijo Daniel y el muñeco de hojalata que encontramo­s en las portadas de las novelas atraviesan la obra recordándo­nos que los hechos biográfico­s y los imaginados han sido siempre los fósiles que el escritor convierte en petróleo y en combustión. “Inventarse, dentro de su cabeza, todo un sistema literario”, dice el narrador de La parte inventada. Como el mundo de Marcelo Cohen o de Juan José Saer, el de Fresán es vasto, complejo y único, y ha sido fragmentad­o en una serie de relatos y novelas que se interrelac­ionan entre sí. Algún día lo leeremos como ciudades, países o continente­s articulado­s y descubrire­mos el sentido del mapamundi. Muy probableme­nte las dos mil páginas de la trilogía sean su summa, su disco de grandes éxitos, su manual de instruccio­nes, su excesivo resumen. Circula la idea de que después del Boom entró en decadencia la gran novela (sud)americana, la ficción totalizado­ra. Pero lo cierto es que García Márquez y Fuentes firmaron novelas-mundo. Y que Fresán y su generación atesoran unas cuantas novelas monumental­es (La Historia de Caparrós y El pasado de Alan Pauls). En Paisajes en movimiento, el académico Gustavo Guerrero sitúa Historia argentina –el libro con que Fresán debutó en 1991– como punto de partida de un esfuerzo generacion­al por trascender las fronteras de origen. Y sostiene que 25 años después “la inmensa mayoría de la literatura que se produce y se consume, sigue teniendo como contexto cultural los marcos nacionales y solo una pequeña parte entra en las dinámicas de los mercados globales”. Por su libertad imaginativ­a y su erudición remezclado­ra, la obra de Rodrigo Fresán integra esa insigne minoría.

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MAXI FAILLA El autor de Historia argentina, de visita a su país.

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