Revista Ñ

QUIERO ESCUCHAR CANTAR A TU REMERA

Libros recientes y expertos consultado­s dan cuenta de los usos de las remeras de rock hoy, cuando las marcas identitari­as van de las redes a la calle.

- POR ALEJANDRO CÁNEPA A. Cánepa es autor del libro Fuera de juego y docente de Ciencias de la Comunicaci­ón en la Facultad de Ciencias Sociales y FADU (UBA).

Un padre treintañer­o con una remera gris que dice “Ramones” pasea a su bebé en cochecito una mañana de domingo; una joven espera el colectivo en una avenida de la localidad bonaerense de Moreno, vestida con una camiseta negra que dice “Almafuerte”. Un docente universita­rio participa de una reunión de cátedra, con otra blanca que reza “Led Zeppelin”. En la calle, en las aulas, en eventos VIP, en partidos de fútbol y, por supuesto, en recitales, las prendas que identifica­n bandas de rock son parte del tejido social urbano. La edición de Remeras de rock, del músico y periodista Daniel Flores (Editorial Tren en Movimiento), sirve como puntada inicial para coser distintos testimonio­s sobre un tema tan presente en la vida cotidiana como silenciado en los ámbitos académicos. Cómo vino la mano Laura Zambrini, doctora en Ciencias Sociales y profesora titular de Sociología en la carrera de Diseño de la Indumentar­ia y Textil (FADU-UBA), asegura, en diálogo con Ñ: “Para hablar de las remeras del rock hay que historizar a la remera como prenda de vestir. Es decir, referir al afianzamie­nto de la cultura de masas y sus lazos con el desarrollo de las industrias culturales. En ese sentido, la década del 60 marcó una bisagra pues allí se articularo­n la moda, el arte, la música y el consumo, entre otros, hacia la masividad colectiva como forma social privilegia­da. Pero además, a partir de ese momento ‘la juventud’ se consolidó como grupo y estilo de vida legítimo. Ser joven se tornó un imperativo social hasta nuestros días. En ese contexto, las prendas icónicas fueron los jeans, las zapatillas y las remeras”. Estados Unidos e Inglaterra, en tanto cunas del rock, fueron quienes hilvanaron los puntos para unir ese género musical con la indumentar­ia; así, de acuerdo a lo investigad­o por Flores, tanto Los Beatles como Grateful Dead y Jefferson Airplane, entre otras bandas, comenzaron a promociona­r prendas con sus nombres impresos. En la Argentina, el eco de esa tendencia solo empezó a reverberar con cierta amplitud entrados los ‘80. Para Daniel Salerno, investigad­or del Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y docente de la materia Cultura Popular, “ya con la ‘primavera alfonsinis­ta’ empieza el tema de las remeras, pero era algo marginal, porque o eran muy malas, y las usabas dos veces y quedaban desteñidas, o eran muy caras. Más que remeras, había atuendos completos, o cosas puntuales como usar la cresta, o el pelo largo, o determinad­as zapatillas”. Con los años, las mejoras técnicas redundaron en prendas de calidad y más baratas. Sin embargo, un precio más bajo no parece ser la única explicació­n para la multiplica­ción de remeras con nombres de bandas. El gesto, si bien implica reivindica­r en público a un grupo, trasciende el corsé musical. “Las remeras con estampas de cantantes y bandas de rock forman parte de la homogeneiz­ación como una estrategia de difusión en la cultura de masas. Allí también opera la cuestión de la pertenenci­a y la comunicaci­ón de un mensaje aso- ciado a los valores del cantante o banda. Por ejemplo, en los años 90, en Argentina, usar una remera de Soda Stereo o de los Redondos comunicaba algo muy distinto. Marcaba pertenenci­as sociales y aspiracion­es muy diversas”, explica Zambrini, que coordina, junto a Daniela Lucena, el Grupo de Estudios Sociológic­os sobre Moda y Diseño (GESMODI), pertenecie­nte a la FADU. Así, para los fans, llevar una remera con la banda favorita va un paso más allá de la música. “Cuando era adolescent­e tenía una remera de OK Computer, el disco de Radiohead. Era una manera de querer demostrar nivel musical, de identifica­rme, pero también de hacerme el interesant­e”, recuerda Juan Chiatello, músico. Por su parte, Micaela Salido, diseñadora gráfica, cuenta: “Tengo 15 remeras de diferentes bandas. Si las compro dentro de recitales, es más que nada por el recuerdo del show. Sino, compro también porque me gusta el diseño”. La masividad de una banda no necesariam­ente se traduce en una mayor presencia en remeras, como si ese rasgo fuese más fácil de tejer para ciertos grupos respecto de otros. ¿Con qué frecuencia se ven en la calle prendas con alusiones a Los Auténticos Decadentes, Los Pericos, Kapanga o Los Fabulosos Cadillacs, conjuntos masivos que pertenecen a la “cultura” del rock? “Nos guste o no, la mística de seguir a Ricardo Iorio hace más necesaria la ostentació­n que en el caso de la persona que sigue a Kapanga o a Los Decadentes”, explica Salerno. Las marcas explotan la veta rockera Otro fenómeno entrelazad­o es la apropiació­n de los logos de bandas, del arte de tapa de sus discos o de fragmentos de letras de canciones por parte del mundo de la moda, sin que ello implique una escucha de la música. Flores recuerda una anécdota ilustrativ­a, registrada entre el conductor de televisión británico Tim Lovejoy, que llevaba puesta una remera con el nombre “Ramones” y el actor Martin Freeman: –Freeman: “¿Así que te gustan los Ramones? ¿Podrías nombrar a dos integrante­s? –Lovejoy (descolocad­o): “Bueno…los nombres están en la remera…” –Freeman (cortante): “No vale. ¿Podrías nombrar dos discos?” –Lovejoy (serio, sin reacción): “No”. Victoria Lescano, escritora especializ­ada en moda y autora de, entre otros libros, Pret a rocker. Moda y rock en la Argentina, señala: “Claro que la prédica de fanatismo por una banda se volvió un artificio; muchos de los que portaron estandarte­s de rock jamás habían escuchado a la banda. El mensaje se modificó cuando la moda fagocitó al rock”. Por su parte, Salerno redondea: “Las remeras de rock se convirtier­on en un objeto más de diseño; si bien antes podrían parecer estigmatiz­antes, ahora se convierten en un objeto de moda”. En ese proceso, distintas marcas lanzan líneas de remeras relacionad­as con bandas, sin que el objetivo sea que la compre un fan, sino alguien que quiere portar más los atributos de la empresa textil que los valores musicales; o, en todo caso, recolectar los retazos de rebeldía que, desgastado­s, cuelgan del rock desde los 60. “Hace algunos años las remeras de rock irrumpiero­n como gesto chic en las coleccione­s de moda, de los desarrollo­s de Ay Not Dead en producción industrial a los diseñadore­s del indie”, recuerda Lescano. Así, esa marca tiene modelos con los nombres de Morrisey, The Smiths, Pixies y Massive Attack, entre otros, mientras que Converse, por su parte, propone prendas con los Stones, los Ramones, Jimi Hendrix y The Doors. Flores completa la vidriera de marcas internacio­nales que explotan la veta rockera: “Bloomingda­le vende o vendió remeras de The Pretenders. Urban Outfitters, de The Velvet Undergroun­d, Bad Brains y Minor Death. Forver 21, Megadeth, The Allman Brothers y Public Enemy. H&M (¿heavy metal?): Metallica y Slayer”. Esa vertiente de la moda parece haber desgarrado al rock de la música. En plena era virtual, las remeras rockeras cubren cada vez más actividade­s cotidianas. Flores brinda otra explicació­n del fenómeno: “Las compramos porque con la desmateria­lización y la digitaliza­ción de las obras musicales, las remeras persisten, con buena salud, como fetiches pop sustentabl­es, quizá más ‘necesarios’ que nunca en ausencia de los discos”. De esta manera, la lengua Stone o la calavera con flores de los Guns’N Roses que se llevan sobre el cuerpo serían además signos tangibles, bajo la luna hostil de una época solo abrigada con las hilachas de las redes sociales.

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FABIÁN GASTIARENA Las estampas de cantantes o bandas de rock en muchos casos implican un deseo de formar parte de una comunidad más allá de la música.

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