Revista Ñ

IMÁGENES QUE ESCONDEN HISTORIAS

Las fotos de Federico Kirschbaum exhibidas en la galería Mara-La Ruche tienen una capacidad narrativa singular, pese a la escasa presencia de la figura humana.

- EDUARDO VILLAR POR

Si atraviesa de punta a punta el largo y blanco espacio rectangula­r de la galería Mara - La Ruche como si se desplazara hacia el punto de fuga de alguna de las fotografía­s que allí se exhiben desde hace días y llega hasta el fondo de la sala, el visitante se encontrará frente a frente con una foto que puede darle alguna pista sobre el modo en que quizá conviene mirar las demás. La imagen en cuestión es un paisaje desolado de Bahía Hércules, en las islas Georgias del Sur. Con una mezcla irregular de texturas grises, blancas y líneas de negro profundo, la costa se recorta nítida y sinuosa del plano liso y uniforme del océano. Si se deja que la mirada, más allá del golpe de vista inicial que parece suficiente para decodifica­r la imagen, se deslice unos segundos por ese paisaje que tiene algo de extraterre­stre y se detenga en los detalles, en la rugosidad del suelo, en eso que parecen copos de nieve en el aire, en las nubes espesas que parecen a punto de caer como una manta sobre toda la escena, probableme­nte se descubra en la imagen una historia que de otro modo pasaría inadvertid­a: casi en el centro de la foto hay un rectángulo diminuto que parece una casa; y de él sale una línea que serpentea hacia abajo y trabajosam­ente llega hasta el ángulo inferior izquierdo. Y allí, casi fugándose del cuadro y cambiando de pronto la lectura de la imagen, aparece la silueta de un hombre que parece haber recorrido todo el sendero. El descubrimi­ento tardío de algo que no se había visto en el primer acercamien­to es algo repetido en las fotos de Federico Kirschbaum, más allá de la voluntad del autor, que confiesa que más de una vez le ha pasado al copiar sus fotos en el cuarto oscuro. Inevitable recordar Blow-up, la película de Michellang­elo Antonioni inspirada por el cuento “Las babas del dia- blo” de Julio Cortázar. Puede ser un detalle insignific­ante o algo que abre nuevos sentidos en la imagen que se tiene ante los ojos. Pero aceptar que es así obliga a una mirada cuidadosa del espectador, a un vínculo estrecho con lo que observa. Son unas veinticinc­o fotografía­s –todas de mediano formato (40 x 60cm. y 50 x 60 cm.), todas en blanco y negro, casi todas tomas analógicas– las que se exhiben en Federico Kirschbaum / Fotografía­s. Cada dos o tres fotos se exhibe, como si se tratara también de piezas de arte, una cámara que es parte de la colección del fotógrafo. La idea fue de Jorge Mara, el director de la galería, que aporta toda su experienci­a y disfruta cada vez que monta una muestra en su galería. Las cámaras exhibidas –casi una instalació­n o una escenograf­ía que aporta otro sentido conceptual a la muestra– son clave en la historia del vínculo de Kirschbaum con la fotografía. La primera, la que inició su colección y a la vez disparó su interés en la disciplina, una vieja Voigtlande­r, la heredó de su abuelo a los ocho años. “Era como un juguete”, cuenta. Muy poco después llegaría una Kodak de dos lentes que compró en San Telmo y luego otras. A Kirschbaum, que se dedica a la seguridad informátic­a, le interesó desde siempre desarmar cosas, estudiar sus mecanismos, repararlos volver a armarlas. Y es eso lo que hace con las cámaras que consigue o compra en sus viajes, casi siempre cámaras rotas, abandonada­s, descartada­s. En la muestra hay una decena, de los más diversos tamaños, procedenci­as y formatos. Con cuatro de ellas fueron tomadas todas las fotografía­s de la muestra. Esa mixtura de fotografía­s e imágenes incluye algunos hallazgos notables: por ejemplo, el primer plano frontal de unos faros de un auto de los años 60 haciendo par con el objetivo de una Nikon. Sus viajes –que son frecuentes por su trabajo– son también la oportunida­d ideal para hacer sus tomas. Son situacione­s en las que está solo, con más tiempo y mayor disposició­n para conectarse con la fotografía. Algo de esa soledad se trasluce en sus obras, son lo que él de pronto llama “fotografía­s solitarias”. Es cierto que la figura humana es infrecuent­e, al menos en las imágenes exhibidas en Mara. Son contadas las imágenes en las que aparecen personas de manera franca: una pareja abrazándos­e, un par de policías en una calle de Roma, el perfil de un hombre que se recorta a contraluz contra unos carteles del artista Juan Carlos Romero en arteBA. En las demás fotos la presencia humana es apenas una insinuació­n leve (unas piernas adivinadas en la oscuridad, unas manos sosteniend­o un taco de billar, un taxista que es casi una forma abstracta al volante). En otras, lo humano es un ámbito de trabajo o algo que el hombre ha creado, como un taller en la ciudad o un alambrado en el campo. Pero hay algunas en que es apenas una huella débil, casi impercepti­ble. Es lo que ocurre, por ejemplo, en una foto que también puede asociarse con la primera, la del paisaje en las Georgias donde aparece la silueta de un hombre. Se trata de los restos de un muelle que se adentra en el mar. En el extremo más lejano se agitan unas gaviotas. y mucho más atrás, sobre unas colinas semicultas por la niebla, si se observa con mucha atención, se advierten unas letras mayúsculas. Con esfuerzo se llega a leer: protect..., pero no es posible pasar de ahí. La niebla cubre las letras de misterio. Sólo después, en diálogo con el autor, uno se entera de que es un paisaje de Puerto Argentino, en Malvinas, y que las letras son nombres de los barcos que participar­on en la guerra, un monumento erigido por los kelpers.

 ??  ?? Buenos Aires, toma digital, 40 x 60 cm.
Buenos Aires, toma digital, 40 x 60 cm.
 ??  ?? Islas Malvinas, toma digital, 40 x 60 cm.
Islas Malvinas, toma digital, 40 x 60 cm.
 ??  ?? Buenos Aires, toma digital, 40 x 60 cm. Hercules Bay, Stromness, Georgias del Sur, toma analógica, 50 x 60 cm.
Buenos Aires, toma digital, 40 x 60 cm. Hercules Bay, Stromness, Georgias del Sur, toma analógica, 50 x 60 cm.
 ??  ?? Todas las obras son impresione­s glicée sobre papel de algodón 310 gramos.
Todas las obras son impresione­s glicée sobre papel de algodón 310 gramos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina