Momentos de una batalla cultural
Era el mes de agosto de 2008 cuando Beatriz Sarlo y Horacio González se sentaron en la redacción de Ñ en una discusión intelectual memorable. Revivían nombres y fantasmas de batallas anteriores que protagonizaron apellidos ilustres en el pensamiento argentino: Viñas, Sebreli, Masotta, Jauretche, Lugones, entre muchos otros. Y también sobrevolaban, fantasmales, las diatribas entre Sartre y Camus, por ejemplo. Sarlo y González tienen una frondosa historia que cruza ideas y política desde los años 60 hasta el presente. Se han respetado mutuamente y eso les posibilitó discutir en profundidad y sin perder los estribos. Así fue en este encuentro en el que González encarnó la defensa de las políticas del gobierno de Cristina Kichner y a Sarlo, la crítica punzante a un estilo de gobierno que siempre cuestionó. En ese momento la sociedad discutía el “conflicto del campo”. En marzo, el gobierno había incrementado las retenciones a las exportaciones de soja y girasol y estableció un sistema móvil para determinar su valor. A continuación, el sector empresario agro-ganadero organizó un paro. La medida derivó en un conflicto entre marzo y julio y culminó con la derogación
de la Resolución 125/08 por parte de la Presidenta. Entonces nació la agrupación de intelectuales kirchneristas Carta Abierta que tuvo a González como máximo referente.
En el encuentro con el entonces director de la Biblioteca Nacional, Sarlo castigó el papel de Carta Abierta durante el conflicto. Y en esta declaración sintetizó su postura: “No hubo un esfuerzo en los intelectuales kirchneristas que firmaron las cartas, en caracterizar el frente rural. El Gobierno los emblocó como si hubiera leído A propósito de la contradicción, de Mao Tsé Tung; los convirtió en el enemigo principal. No hubo un esfuerzo por parte de los intelectuales para ver cuáles eran las clases y sectores sociales, o cómo podemos hablar de los antagonistas sociales hoy, cuáles eran las clases y los sectores que estaban allí presentes, y por qué milagro de la naturaleza, aquello que no se había unido nunca en el siglo XX en la Argentina, terminó unido en un conflicto completamente secundario, si lo vamos a ver desde una perspectiva histórica. Cinco puntos de retenciones era un conflicto secundario. ¿Cuáles cosas son las cosas que un grupo de intelectuales puede hacer para reconstruir el modo de hablar del antagonismo? Los intelectuales que apoyaron al kirchnerismo están muy por debajo de sus tareas intelectuales. Porque eso es también un modo nuevo de hablar del antagonismo.”