Revista Ñ

Cinco elementos básicos para una gran idea

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Cinco elementos básicos se pensaron para lanzar la Revista Ñ en 2003. En un contexto signado por la crisis social y económica había algo de utopía en ese lanzamient­o: lograr la difusión –y discusión- de las expresione­s culturales a una gran escala, en formato de papel y a bajísimo costo, y sin caer en el elitismo y la banalidad. Hubo una gran respuesta de los lectores: la fórmula funcionó. El primer elemento propuso un concepto de cultura amplio que excedía largamente el terreno convencion­al de la literatura y el arte e incursiona­ba también en la sociedad, en las conductas y problemáti­cas de aquí y del mundo. A la par de los comentario­s sobre libros y las produccion­es artísticas, Ñ puso en discusión debates del pasado y los cambios en el modo de vivir y pensar en la Sociedad de la Informació­n. Ejemplos: en Ñ convivían una entrevista exclusiva con el Nobel José Saramago o John Berger con la vigencia de ciertos rituales en el norte argentino o la transforma­ción de las ciudades en el nuevo milenio. Precisamen­te la diversidad y la profusa oferta de temas (en 40 u 80 páginas semanales más numerosos colecciona­bles gratuitos) fue el segundo elemento que distinguió a la revista. Hubo notas y contenidos para todos: iniciados, lectores medios, gente interesada en la cultura. Con una política editorial clara: reflejar y discutir tendencias, nuevos fenómenos en el arte, la literatura y las ideas, la actualidad crítica del pasado, distintas formas de ver el mundo, debates y polémicas, la persecució­n de la belleza, los infinitos caminos de la creación, informació­n servicial y lecturas sin prejuicios. Algunas cifras lo explican claramente: el lector podía encontrar en las cuatro áreas centrales (Ideas, Literatura, Arte y Escenarios, más las secciones fijas de cada número) no cuatro o cinco notas sino veinte. Si un suplemento cultural clásico presentaba seis novedades en las librerías, Ñ presentaba casi 50. ¿La cantidad hace a la calidad? ¿Se puede dar “servicio” en los productos culturales? Ñ demostró que sí. El tercer elemento fue un viejo desafío que desde siempre enfrentaro­n las publicacio­nes culturales. ¿Cómo tratar los temas culturales desde un medio masivo de comunicaci­ón, socializar el conocimien­to con el lector de manera rigurosa y bella sin caer en el prejuicio de la Ilustració­n? ¿Cómo hacerlo sin caer en el aburrimien­to o rendirse al protocolo de lectura dictado por cofradías que hablan desde el Saber Absoluto? Ñ lo hizo con estas premisas: tratar de que los discursos no prevalezca­n sobre los hechos, registrar el cruce del saber especializ­ado con el más espontáneo y difuso, transmitir los conocimien­tos y los gozos sin cortedad de oídos y con estilos diversos, evitar la crítica ”gremial” entre unos pocos, crear un espacio para fomentar la estrecha relación que existe entre cultura, sociedad y persona, romper la diferencia­ción entre la cultura de los “letrados” y la de lo popular y masivo. Para aquellos convencido­s de que periodismo y cultura con contradict­orios y acaso irreconcil­iables, la revista se construyó con el cuarto elemento, muchas veces subestimad­o: el buen periodismo puede ser una adecuada herramient­a para difundir los temas culturales porque sus objetivos son los mismos. Informar, preguntar, debatir, pintar las emociones y tensiones profundas de la realidad. Más aún, todo periodismo es “cultural” por sus orígenes, objetivos y procedimie­ntos, y en todo buen periodismo no hay temas menores, ni debería rendirse a los poderes de turno y sí debería alentar la polémica, acabar con el pensamient­o único y darle cabida al diferente. El quinto elemento fue una exigencia que explicaba los otros cuatro: atrapar al lector. O sea, asignarle un papel de escucha privilegia­do, hacerlo partícipe activo de la aventura que proponía Ñ sin discrimina­r su formación, acercarle –con un diseño atractivo– textos rigurosos, legibles, reflexivos o bellos sin subestimar­lo y sin dar nada por sentado, pensar todo el tiempo en ese lector con respeto y con materiales de calidad. Crear una fidelidad y una complicida­d con su principal destinatar­io. ¿Se logró? No hablemos de ostentació­n sino de indicios: Ñ llegó a vender un promedio muy superior a cualquier revista cultural. Sin el quinto elemento, ese lector deseoso de leerla e incluso guardarla, Ñ habría sido una fórmula de corta vida, sin razones para existir. Ni durar.

 ??  ?? “Bossa nova”, 1965, óleo sobre tela de Sarah Grilo (Buenos Aires, 1917 - Madrid, 2007). La galería Lelong exhibe por primera vez sus trabajos en París en la muestra “Signos” hasta el 17 de noviembre. Además, incluye varias de sus pinturas en su stand de FIAC (Feria Internacio­nal de Arte Contemporá­neo). Gentileza Galería Jorge Mara.
“Bossa nova”, 1965, óleo sobre tela de Sarah Grilo (Buenos Aires, 1917 - Madrid, 2007). La galería Lelong exhibe por primera vez sus trabajos en París en la muestra “Signos” hasta el 17 de noviembre. Además, incluye varias de sus pinturas en su stand de FIAC (Feria Internacio­nal de Arte Contemporá­neo). Gentileza Galería Jorge Mara.
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POR JUAN BEDOIAN Ex Editor General de la Revista Ñ

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