Uruguay como refugio creativo
“Aquí tengo una vida que me gusta”, me había dicho Julio Bocca en Montevideo, más concretamente en su oficina de director del Ballet del SODRE. Era el mes de noviembre de 2015 y ya habían pasado cinco años desde que se hiciera cargo de la compañía de danza oficial del Uruguay. ¿Cómo llegó a ese lugar, considerando que toda su vida, hasta ese momento y excluyentemente, había sido la de una superestrella del ballet? Resulta casi obvio decir que son dos esferas de la danza radicalmente diferentes: la que ocurre arriba del escenario y la que se desenvuelve fuera de él. Lo cierto es que en 2007 Julio Bocca se despidió de su carrera como bailarín frente a un público multitudinario en la avenida 9 de julio y después pasó un verano de descanso en Punta del Este. En ese momento conoció al que sería su pareja, empezó a ir con más frecuencia a Montevideo y se instaló allí. Después pensó en retomar la actividad con responsabilidades diferentes: “Me habían invitado muchas veces a dar master-class y siempre me había negado porque sentía que no estaba preparado; tampoco había aceptado invitaciones para ser jurado de concursos”. Entonces apareció la propuesta de dirigir el Ballet del SODRE. Conocía la compañía prácticamente desde adentro porque un tiempo antes había tomado la clase diaria de técnica clásica junto con los bailarines; era el único lugar profesional en Montevideo donde podía hacerlo. “Les dije –contaba Bocca- que aceptaba si tenía la más completa libertad para renovar el ballet desde todo punto de vista. Después nos reunimos con Pepe Mujica, y me ofrecieron formalmente el cargo de director artístico de la compañía. Me resultó lindo que el Presidente de un país se encontrara con alguien del mundo del ballet. Hubiera sido más normal con un director técnico de fútbol”. Julio Bocca puso en pie al Ballet del SODRE comenzando prácticamente desde cero: elevó el nivel artístico de los bailarines; hizo crecer la cantidad de funciones y también, y muy significativamente, el repertorio, incorporando obras de coreógrafos contemporáneos de mucho peso y repositores importantes de ballets tradicionales. También amplió de una manera exponencial el número de espectadores –hasta 20.000 por cada título estrenado- y organizó giras en el exterior pero igualmente en el interior del Uruguay.