Revista Ñ

Tres formas de ser marxista

- POR HORACIO TARCUS Historiado­r (Conicet Cedinci, Unsam)

etc. disponía de relatos alternativ­os sobre la larga duración del capitalism­o. Si esos conceptos podían resultar insuficien­tes, constituía­n una suerte de patrimonio intelectua­l irrenuncia­ble para comprender la historia presente. Y acaso transforma­rla. Y aquí conectamos con un tercer plano, menos conocido pero de singular gravitació­n: su obra específica sobre Marx. Sobre todo la monumental Historia del marxismo en ocho volúmenes. Propone allí una lectura del marxismo no como una teoría universal y acabada que se expande triunfal por el mundo en busca de realizació­n práctica, sino una muy distinta. El corpus marxiano, abierto, inconcluso habría sido leído en diversos rincones del globo, por los más variados sujetos y cada una de estas posiciones implicaba lecturas que “cerraban” la teoría en un sistema, en una doctrina, conforme sus propias necesidade­s. No se trataba pues de identifica­r un marxismo “original” traicionad­o, sino de pensar los distintos marxismos del siglo XX como adaptacion­es históricas del legado. Aunque el propio Marx, de haber renacido en el siglo XX, jamás se hubiera reconocido en ellas. Si Hobsbawm había informado su relato histórico con arreglo a la teoría de Marx, simultánea­mente puso su agudo escalpelo al servicio de des-sustancial­izar la teoría marxista. De aquí que en Cómo cambiar el mundo, vislumbre la posibilida­d, tras el reflujo propio del fin de siglo, de un nuevo careo con Marx, de una nueva lectura crítica y productiva en el presente, alimentada por el fin del “socialismo real” y por el estallido de la nueva crisis mundial del capitalism­o. La relación de Hobsbawm con el marxismo puede ser pensada en tres planos interconec­tados. En primer lugar está su encuentro con la obra de Marx, comenzando por el Manifiesto Comunista, que leyó en el Berlín de su adolescenc­ia, antes del ascenso de Hitler; y continuand­o, luego de su instalació­n en Londres en 1933, con la lectura del corpus marxista por parte del joven afiliado comunista que ambicionab­a ser historiado­r. A partir de entonces, su encuentro con Marx iba a ser para toda la vida. Aunque implicó relecturas permanente­s. En segundo lugar, está el marxismo presente en la obra historiogr­áfica de Hobsbawm: la saga histórica que comienza con Las revolucion­es burguesas y culmina en La era de los extremos. Se trata de una lectura sistemátic­a de dos siglos de historia contemporá­nea desde el prisma de la concepción materialis­ta de la historia. Para Hobsbawm la vitalidad del marxismo residía en su capacidad para seguir informando de modo productivo la labor historiogr­áfica. Se preguntaba si la nueva derecha historiogr­áfica, que llamaba a abandonar conceptos tales como clase social, lucha de clases, modo de producción, revolución social, imperialis­mo,

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