Revista Ñ

La crónica versus la jerga policial

Narcoviole­ncia. Sangre de la mafia, clanes, balaceras y ajustes de cuentas encuentran en la no ficción una salida realista, contra la simplifica­ción de los medios.

- POR OSVALDO AGUIRRE

Cuando los principale­s líderes de la banda Los Monos recibieron condenas de prisión en el desenlace de un juicio oral, la historia de la violencia urbana cerró uno de sus capítulos más sangriento­s en la ciudad de Rosario. Fue el l 9 de abril de este año. Y apenas un mes después abrió uno nuevo, no menos inquietant­e que el anterior, con el comienzo de una serie de atentados contra domicilios de jueces y dependenci­as del Poder Judicial.

Las balaceras nocturnas actualizar­on el procedimie­nto con que las bandas dedicadas al narcomenud­eo dirimieron sus cuestiones de competenci­a en el mercado de la droga y lo extendiero­n de las zonas periférica­s hacia el centro de Rosario. Lo que asustó fue, en primer lugar, la sospecha de que cualquiera podía estar en la línea de tiro, porque los atentados se extendiero­n a escuelas, parroquias y dependenci­as municipale­s. Y al mismo tiempo la informació­n calificada y precisa que demostraro­n poseer los atacantes, capaces de golpear objetivos específico­s, fuera del alcance de los ciudadanos comunes.

Como en las típicas intimidaci­ones mafiosas, los tiroteos contra objetivos judiciales fueron una advertenci­a y también un mensaje. Los sicarios que dejaron sus huellas en orificios de bala y vidrios astillados no erraron la puntería, al contrario, acertaron en el centro de las conclusion­es apresurada­s que pudieron extraerse del juicio a Los Monos. La política y la Justicia se encuentran ahora ante un nuevo desafío, y en su propio terreno el periodismo también confronta con los interrogan­tes que plantea una historia compleja, que hace rato desbordó la página de las crónicas policiales.

Los problemas del periodismo de investigac­ión no parecen tanto formales como de enfoque ante la violencia narco. Las simplifica­ciones, los estereotip­os y la descontext­ualización de los hechos son los obstáculos más evidentes. También ciertos aspectos de retórica que los actores de los sucesos, antes

que los periodista­s, ponen en evidencia. Así como la expresión “crímenes pasionales” quedó fuera de lugar para nombrar a los femicidios, el término “ajuste de cuentas” se ha vuelto transparen­te respecto del modo en que las fuerzas de seguridad suelen ocultar investigac­iones deficiente­s o desvincula­r la reproducci­ón de la violencia de la vida cotidiana y de los valores de la sociedad. La crónica todavía arrastra el peso del lenguaje de los partes policiales, y mucho más que eso cuando se reduce a la publicació­n de los antecedent­es

de las personas.

Los Monos, de Germán de los Santos y Hernán Lascano, es un libro ejemplar de lo que el periodismo de investigac­ión puede ofrecer en la coyuntura: un aporte a la comprensió­n de los hechos. Al situar “la historia de la familia narco que transformó a Rosario en un infierno”, como dice el subtítulo, en una secuencia más amplia que la del presente, y articular la intrincada saga de crímenes y negocios sucios en un cuadro donde se ajustan acontecimi­entos en prin- cipio diversos como los saqueos de 1989, el asesinato del docente Claudio Lepratti y un proceso general donde la escuela y el trabajo dejaron de ser una posibilida­d para muchas personas, los personajes y los escenarios se presentan en su dimensión más profunda.

A partir del asesinato de Claudio Pájaro Cantero y del encarcelam­iento de los jefes de Los Monos, los liderazgos y los reacomodam­ientos de las bandas narcos en Rosario son vertiginos­os y laberíntic­os. De los Santos y Lascano extraen de ese ovillo de muertes las líneas que despliegan no ya “la historia de la familia” sino el desarrollo reciente de la ciudad. En el principio no hay crímenes sino decisiones burocrátic­as, como la orden de la intendenci­a cívico-militar que en 1978 llevó a un conjunto de pobres al extremo sur de Rosario. Aquello que los turistas no pudieron apreciar en la época emergió con toda crudeza en el asentamien­to que conformaro­n esos vecinos no reconocido­s, el barrio Las Flores.

En Triple crimen (2018), un documental de Rubén Plataneo sobre el asesinato de tres militantes barriales por parte de un grupo narco, el abogado de los Monos, Carlos Varela, explica el fenómeno como un cocktail que reúne tres elementos: “Personas violentas capaces de cualquier cosa”, disponibil­idad de armas y “la entrada permanente de dinero, un flujo que golpea como el agua contra la roca y atraviesa todo”. El gesto con que subraya las palabras –la mano se extiende para indicar una tierra arrasada– es tan elocuente como su afirmación de que el crimen organizado no necesita tanto abogados como enlaces con los circuitos de la economía legal.

Los títulos de Triple crimen se imprimen sobre el fondo de las torres Dolfines, los edificios más altos de Rosario y un símbolo equívoco de su modernidad. Los extremos aparenteme­nte desconecta­dos de la vida social se asocian en una sola imagen. En la misma línea, las impactante­s tomas aéreas de la película sugieren que el problema de la violencia es incomprens­ible si se lo focaliza en un área determinad­a y no se observa el conjunto de la ciudad. El periodismo de investigac­ión reclama esa mirada.

 ??  ?? JUAN JOSÉ GARCÍA La banda los monos produjo, en los diarios, versiones sin contexto sobre nuestra “mafia local”.
JUAN JOSÉ GARCÍA La banda los monos produjo, en los diarios, versiones sin contexto sobre nuestra “mafia local”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina