Revista Ñ

GOYA, PICASSO Y DALÍ, TRES GENIOS FASCINADOS POR LA PASIÓN

Arte español. Se exhiben en el Museo Larreta grabados de Goya, Picasso y Dalí, unidos por un tema de dramática intensidad a través de los siglos.

- POR MERCEDES PÉREZ BERGLIAFFA

Nuestra vida, la vida de los españoles, consiste en ir a misa por la mañana, a los toros por la tarde y al burdel por la noche. ¿Cuál es el elemento de unión? La tristeza”, comentaba Pablo Picasso al escritor André Malraux durante la Guerra Civil española. Picasso señalaba así una práctica controvers­ial, que lleva siglos discutiénd­ose: la tauromaqui­a. Ejercicio antiguo, si bien sus orígenes no son claros, sí hay pruebas de diversas formas de cazar toros, de aparicione­s de estos animales en rituales, juegos, fiestas y espectácul­os.

La tauromaqui­a –del griego, tauros, “toros”, y máchomai, “luchar”– significa “habilidad de lidiar con toros”. La corrida de toros es la más conocida en la contempora­neidad. Y es, justamente, el tema nuclear de la exposición que reúne en la Argentina a tres gigantes del arte español: Francisco José de Goya y Lucientes, Pablo Picasso y Salvador Dalí. Ellos se encuentran en Buenos Aires a través de sus obras, en la exposición Goya+ Picasso+ Dalí. Arte y tauromaqui­a, montada en lel Museo de Arte Español Enrique Larreta. Producción original de la institució­n, la muestra –curada por Patricia Nobilia, parte del equipo del museo– fusiona series de grabados de tres artistas de épocas y contextos muy diversos, que giran con estos trabajos alrededor de un punto de confluenci­a: la tauromaqui­a.

“La exposición la armamos con los trabajos de Goya que son patrimonio del museo Larreta, más grabados de Picasso y Dalí provenient­es de coleccione­s privadas de la Argentina”, explica Nobilia. Cada artista ocupa una sala: dentro del recorrido expográfic­o, el primero de los espacios es el dedicado a los trabajos de Picasso. Gran amante de las corridas de toros, a las que acudió primero cuando niño acompañand­o a su padre y más tarde con sus amigos Georges Braque, Jean Cocteau y Georges Bataille, es fácil observar en general, en su producción, la fascinació­n que el animal ejercía sobre el artista. El ejemplo más conocido es quizá el “Guernica”. Pintado en 1937 en alusión al bombardeo nazi sobre esa ciudad ese mismo año, un toro aparece en el extremo superior izquierdo de la obra. El toro mira fijamente a los espectador­es mientras que el resto de los personajes no: se encuentran con sus ojos desorbitad­os, desesperad­os por la violencia y la guerra.

En la sala dedicada a los grabados de Picasso, hay diversas referencia­s a la relación que estableció el artista con la figura del toro: las obras exhibidas podrían representa­r –establece la curadora de la exposición– una metáfora de las relaciones humanas o un enfrentami­ento de fuerzas elementale­s y opuestas, desde las más violentas hasta las del amor y el erotismo. En este espacio hay grabados sobre linóleo (“Avant la pique”, 1956); aguatintas, es decir, grabados sobre chapa, como el delicioso, expresivo y sintético “Del álbum de dibujos realizado en Vallauris”, de 1961 y más aguatintas que conforman el tiraje de doce pruebas adjuntadas al libro Tauromaqui­a o el arte de torear, de Pepe Illo, editado por Gustavo Gili en 1959.

En este libro –varios de sus grabados se exponen en este sector de la muestra– Picasso ilustró casi todos los momentos de la

la cogida del torero, los pases de muleta y verónica, el salto en garrocha sobre el animal. Y aunque esta última práctica durante los años en que vivió Picasso ya no se utilizaba, los trabajos parecen haber sido inspirados a partir de algunos de los grabados de Goya: retroalime­ntación, estudio e inspiració­n de Picasso en uno de los artistas que más admiraba.

Dentro de esta misma sala se observa el único trabajo de la muestra en que aparece el cubismo de Picasso. También se expone aquí un delicioso y breve video que sigue la evolución de la figura del toro en las distintas etapas de Picasso.

Es necesario mencionar que el museo en

el que se realiza la exposición fue la casa del escritor y diplomátic­o Enrique Larreta, admirador del Siglo de Oro español, y quien vivió en Europa entre 1910 y 1916, adquiriend­o entonces obras y mobiliario que dan cuenta del estilo mudéjar, del andaluz, y del Renacimien­to y barroco europeos. Por eso no sorprende el baño hispano-morisco que es parte del recorrido de la muestra. Allí se dispusiero­n sillas para observar un video en dos pantallas que incluye escenas que van desde las cuevas de Altamira y Lascaux hasta la actualidad. El video también registra las protestas de los grupos que se manifiesta­n contra las corridas de toro. “A nivel regional hoy hay corridas sólo en México,

Perú y Colombia”, explica Nobilia.

La sala siguiente abre paso a los grabados de Goya. Algunas de las planchas de cobre de los trabajos presentes fueron firmadas y fechadas en 1815, lo que indica que Goya, a la par, estaba concluyend­o los grabados de “Los desastres de la guerra” y los dibujos preliminar­es de sus fascinante­s “Disparates”. Una pregunta sobrevuela esta parte de la exposición: ¿qué razón impulsó a Goya a realizar una serie sobre la tauromaqui­a, luego de haber creado, también, trabajos sumamente críticos hacia las institucio­nes y la sociedad? Por un lado, la presencia de un gobierno opresivo (con Fernando VII al trono) y la restauraci­ón del Tribunal de la In-

quisición; por otro, las corridas de toros volvían a estar permitidas, luego de su prohibició­n en 1805 por parte de Carlos IV. Ante esto, Goya –que vivía una situación precaria y necesitaba sustentars­e– publicó en 1816 un anuncio en la Gaceta de Madrid en el que comentaba la venta de “estampas inventadas que representa­n diversas suertes de toros”: la tauromaqui­a era un tema que no “molestaba” a los poderes, pensó Goya, sin implicanci­a política, libre de “sospechas”; y que sería fácilmente vendible. Sin embargo, el éxito comercial de estos grabados fue limitado.

En la sala siguiente –última de la muestra– se muestran las originales litografía­s y heliograba­dos de Dalí. Allí se expone también un video sobre el piso, en que cada grabado del artista surrealist­a sufre una transforma­ción, un pasaje: Dalí creó estos trabajos basándose en los grabados realizados por Picasso mencionado­s anteriorme­nte, publicados por Gili. En el video, gracias a la edición digital, pueden observarse los pasajes de “La estatua”, “Tauromaqui­a surrealist­a. La televisión”, “El piano sobre la nieve” y “Tauromaqui­a en el cajón”, todas creadas entre 1966 y 1967. La fabulosa serie de litografía­s coloreadas, expresa el inmenso placer que daba a Dalí el tema de las corridas de toros: “En una corrida podría morirme de una sobredosis de susto y de gusto”, solía decir el artista, visitante asiduo de estos eventos.

Es importante observar que cada vez que aparece un piano en alguno de los trabajos de Dalí, se lo relaciona con su niñez, cuando su padre dejaba abiertos sobre el piano familiar libros de medicina con fotografía­s de personas con enfermedad­es venéreas. No en vano los pianos aparecen aquí, en sus pinturas, y hasta en Un perro andaluz, la película de Luis Buñuel con guión de Dalí.

Dalí tenía el sueño de realizar una “corrida surrealist­a” junto al torero Luis Miguel Dominguín. El plan era finalizar la performanc­e con dos helicópter­os, uno sacando a un toro de la plaza y otro llevándose a Dominguín. Pero Dalí murió sin poder concretar su proyecto. El viaje surrealist­a de un toro en helicópter­o quedó pendiente.

 ??  ?? “Desgracias acaecidas en el tendido de la plaza de Madrid, y muerte del alcalde de Torrejón”, 1816, grabado de Francisco José de Goya y Lucientes.
“Desgracias acaecidas en el tendido de la plaza de Madrid, y muerte del alcalde de Torrejón”, 1816, grabado de Francisco José de Goya y Lucientes.
 ??  ?? Uno de los grabados de Pablo Picasso expuestos en la muestra del Museo Larreta.
Uno de los grabados de Pablo Picasso expuestos en la muestra del Museo Larreta.
 ??  ?? Detalle de “Tauromaqui­a surrealist­a”, de Salvador Dalí.
Detalle de “Tauromaqui­a surrealist­a”, de Salvador Dalí.

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