Revista Ñ

Una pintora impresioni­sta sale a la luz

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La obra de la francesa Berthe Morisot fue tan importante como la de Manet, Degas, Renoir y Monet durante el siglo XIX. Sin embargo, su pincelada delicadísi­ma quedó en muchas encicloped­ias sepultada bajo el nombre de sus amigos. La Fundación Barnes, de Filadelfia, comienza a reparar este error con una enorme retrospect­iva que por estos días permite apreciar su estilo único. Y

es que Morisot no solo tenía un estilo que en ciertos casos superó a los muchachos de la época sino que además se detenía en el universo de las mujeres, en sus vestuarios, en los gestos que ellas se permitían en la intimidad, como se observa en una de sus obras más conocidas, un autorretra­to de 1885.

Nacida en 1841, Morisot era hija de una familia de la alta burguesía, educada en el gusto por las artes y la música. Su capacidad creativa la llevó a profundiza­r su formación pictórica junto a su hermana Edma, algo no tan normal en una época donde la vida femenina se restringía al espacio doméstico. En 1858 Berthe y Edma entraron como copistas al Museo del Louvre.

En 1869 Edma abandonó su carrera tras su matrimonio, pero Berthe no. En 1868 hizo amistad con Edouard Manet y a través de él, conoció a su hermano Eugéne, con el que se casó en 1874.

Murió en 1895, a los 54 años en París.

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