Revista Ñ

EL ARCA DONDE VIVEN TODOS LOS COLORES

Luis Felipe Yuyo Noé, Premio Ñ a la Trayectori­a Cultural. A los 85 años, con la memoria intacta, reconstruy­e en este diálogo los motivos de su familia y del contexto que produjeron una obra sin parangón. Y brinda por la vida y un futuro lleno de proyectos

- POR ANA MARÍA BATTISTOZZ­I

Ala hora de iniciar una conversaci­ón sobre su larga trayectori­a que, lejos de cerrarse, se encuentra en permanente expansión, Luis Felipe Yuyo Noé empieza por evocar a Nora, su compañera de toda la vida, fallecida en 2012. “Ella me acompañó en los momentos más importante­s de mi vida, dice. Yo tenía 24 años cuando nos casamos; era un bobo y ella, de lejos mucho más madura. Una mujer de una gran inteligenc­ia. Siento su ausencia todos los días. La extraño, más allá de que sigo trabajando mucho y tengo varios proyectos entre manos (entre ellos, la inminente publicació­n de un par de libros y la exhibición que inaugura el sábado 3 de noviembre en la galería Rubbers)”.

La figura de su padre y el entorno en el que creció son otro punto de partida en la reconstruc­ción puntual de sus itinerario­s de vida y creación.

“Tengo 85 años; nací en 1933 en un hogar culto –comienza–. Cuando yo nací mi padre ya había publicado dos antologías de la poesía argentina. Tenía 40 años y era secretario de redacción de la revista Nosotros, que fue la revista literaria más importante de los años 30 a 40 hasta que apareció Sur. Mi padre escribió libros de Literatura para colegios y dirigió coleccione­s de libros. Fue también secretario de la Asociación Amigos del Arte y llegó a ser amigo personal de Ortega y Gasset. Además, era amigo de los pintores que allí exponían. De manera que crecí en ese ambiente que también se hacía eco de las cosas que pasaban en el mundo: la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial. De chico siempre sentí que el mundo se conmovía y que mi casa era un ámbito de protección frente a ese mundo que cambiaba. –¿Algo que ver con que el caos se convirtier­a en una cuestión central en tu reflexión?

–No sería lo único. Siempre lo digo: mi tema es el caos. Que no es estrictame­nte desorden sino, ese berenjenal que nos rodea. –¿Cómo lo definirías?

–Te voy a pasar un pequeño librito que me publicó el Museo de Bellas Artes cuando hice mi última exposición. Se llama El Caos que constituim­os. Hay allí una frase que define qué concibo como caos, eso que ha sido mi motor. No es el desorden sino la vida misma que nos rodea desde que nacemos. –¿Cuánto de la herencia paterna-familiar influyó en tu formación?

–Mi padre me hacía leer pero lo que realmente me fascinaba eran las imágenes. Figuritas, como yo las llamaba, publicidad­es, avisos. La nuestra era una de esas casas de los años 30, forrada de mármoles en los que veía nubes, olas, caritas. Pienso que tal vez allí comenzó todo. Cuando yo era chico y le preguntaba­n a mi madre: “¿Qué le podemos regalar a Yuyo para su cumpleaños?”. Ella respondía: “Un libro sobre algún pintor”. Y cuando tenía unos doce, catorce años, mi padre me llevaba al Salón Nacional y yo reconocía quien había pintado tal o cual cuadro. ¿Viste cuando los chicos se quieren lucir con algo que conocen? Tengo muchos recuerdos de esa época. Sería más o menos alrededor de los años 40. Fueron años de mucha movilizaci­ón social.

–Y sobre todo de una importante tensión. Mucho de eso se reflejó en tu obra ¿no?

–Yo vivía en Juncal, entre Esmeralda y Suipacha. Me acuerdo de haber visto desde la ventana de casa la calle Santa Fe. También una memoria del 17 de octubre. Viví las manifestac­iones de la Iglesia cuando la ruptura con Perón y también las contrarias, que llevaban muñecos de curas colgados.

–Una pintura tuya de los 60 se llamó “El incendio del Jockey Club”…

–Es que yo viví eso. En la esquina de Florida y Viamonte vi a un tipo tirando un cuadro afuera. ¡Ahí va otro!, decía y yo, que estaba bastante cerca y reconocí que era un cuadro de Goya e iba al fuego . De algún modo, ese es el punto de partida de muchas de mis cosas.

–¿Otro eco de la herencia paterna?

–Mi padre tenía una teoría sobre cualquier cosa. Y a mí siempre se me dio el hacer y pensar. Ambas cosas se me mezclan. Para mí dibujar es como una escritura. Pero ¿dónde coloco el pensamient­o en mi quehacer? Mucha gente piensa que los artistas teóricos elaboran una teoría y después la ilustran. El poeta Rilke pensaba eso. Sin embargo, yo creo que es a la inversa. Uno hace y luego toma conciencia de lo que va haciendo. No hay un antes y un después. En el transcurri­r, el antes y el después se juntan. Es un ir meditando cosas. A mí esas meditacion­es me llevaron a todo. Por ejemplo, a escribir la Antiestéti­ca en el año ´65 pero también a parar de hacer obra durante un tiempo.

–A propósito de esto, quería preguntart­e por la tan mentada muerte de la pintura. Hace poco leía un texto de Brian O´Doherty en el que dice que no se trataba de la muerte de la pintura sino, mejor, de la crisis del formato cuadro de caballete.

–Te diría que, en efecto, entró en crisis en cuanto a los tamaños, la forma, los planteos o el alcance de la pintura como reveladora total de algo, tal como había sido considerad­a antes. Pero acepto eso relativame­nte porque no creo en la muerte de la pintura. Cuando escribo la Antiestéti­ca, que es también la antiéstéti­ca de la estética establecid­a, además hablo del caos como estructura. Al mismo tiempo hice una exposición en el Museo de Arte Moderno que dirigía Parpagnoli. Eran instalacio­nes en las que todo se salía y se recortaba en el espacio, e incluía obras de otros artistas; se llamó “Noé más experienci­as colectivas”. Fue en 1965. Esto me llevó a un punto de crisis que en 1966, cuando ya estaba en Estados Unidos con la beca Guggenheim, me enfrentó a lo difícil que era continuar por allí. Ese modo de ponerme junto al otro era un modo visual de querer asumir ese caos. Luego sentí que la realidad estaba superando todo planteo representa­tivo. Así, entre el ´67 y el ´68, escribí un libro que tenía que ver con lo que viví desde Nueva York. Era la re-

sistencia a la guerra de Vietnam, lo que ocurría en las universida­des de Berkeley y Columbia, y cómo se iba configuran­do otro punto de vista. En ese momento había dos intelectua­les de gran gravitació­n; por el lado de la conciencia de los efectos de los cambios tecnológic­os, Marshall MacLuhan, y otro por, la renovación del marxismo, con Herbert Marcuse. Eso me llevó a escribir ese libro que se llamó El arte entre la tecnología y la rebelión. Sólo que cuando volví, en el ´72, lo terminé pero no lo publiqué. ¿Por qué no? Porque las observacio­nes estaban bien pero la proyección era candorosa. –Fue lo que te pareció en aquel momento o es algo que te surge hoy, en perspectiv­a?

–No, ya en ese momento me empezó a parecer así. Por eso no lo publiqué. No era un tiempo de mera rebelión sino de una gran violencia. No me refiero a lo que pasaba allá sino a lo que pasaba aquí. Así que no lo publiqué; pero lo voy a publicar. Está entre mis próximos proyectos. Lo revisé, no lo corregí en el sentido ideológico. Me hubiera gustado hacerlo este año pero no alcancé. El título cambia un poquito, El arte entre la tecnología y la rebelión en torno de 1968. O sea que es un texto escrito en tiempo presente pero que en realidad habla del pasado. Eso tiene que quedar claro.

–Imagino que desde el punto de vista editorial hubiera sido ideal hacerlo coincidir con los cincuenta años del ´68.

–Tengo varios proyectos para publicar. Tal vez porque tengo 85 años y no tengo tiempo que perder. Sobre todo por que acechan dos limitacion­es; una puede ser la muerte y otra, que es lo que más temo, la muerte en vida. Mientras conserve la lucidez quiero hacer todas estas cosas. Entre tanto, estoy escribiend­o un diccionari­o.

–¿Un diccionari­o de qué?

–De palabras y definicion­es. Te digo una como ejemplo. “Intelectua­l: persona que flota alrededor de las cosas para entenderla­s desde adentro”. Será un diccionari­o que juega mucho con la paradoja. La paradoja es algo que siempre me atrajo.

–A propósito, venís de una familia de intelectua­les y transitast­e toda una vida en ese medio, del cual nunca te apartaste. Pero además según lo que decías hace un momento, ser pintor es ser un intelectua­l.

–Como todo, una cosa es ser pintor y otra es ser un artista que elije como medio la pintura. Creo que la pintura debe ser entendida como un planteo visual de conjunto. La caracterís­tica fundamenta­l de la pintura no es el medio, ni la materia, sino la posibilida­d de plantear un complejo visual. Eso es lo que siempre me atrajo. El complejo visual que te hace mirar y analizar. Esto fue fundamenta­l hasta que apareciero­n la fotografía y el cine para plantear también lo visual pero de otra manera. Por eso la pintura puede ser revisada. Pero de ninguna manera creo que haya muerto. Por sí misma ha hecho un striptease, una especie de despojamie­nto que va del romanticis­mo al arte conceptual.

–El striptease de la pintura, otro de tus temas. –Y otro de los libros que tengo pendientes de publicar. El strip- tease de la pintura. La pintura desnuda o De la diosa pintura, como lo llamaría ahora. ¿Por qué diosa?, porque en un momento llegó a tener esa jerarquía. En tiempos del Salón de París, a fines del siglo XVIII, al que concurría la vendedora de pescado de la feria y la grandes señoras, era como la revelación del mundo. La pintura detentaba entonces el dominio absoluto de lo visual. Pero hacia fin del XIX, la pintura entra en un proceso de reflexión sobre sí misma que se dirigió a sus propios mecanismos, hasta llegar a un punto muy polémico, que es el concepto. Eso produjo un gran desconcier­to con respuestas de todo tipo. En ese embrollo estamos hoy.

 ?? DAVID FERNÁNDEZ ?? En estos días, Luis Felipe Noé ultimando detalles de su próxima muestra. Se podrá visitar desde el sábado 3, en la galería Rubbers, avenida Alvear 1640.
DAVID FERNÁNDEZ En estos días, Luis Felipe Noé ultimando detalles de su próxima muestra. Se podrá visitar desde el sábado 3, en la galería Rubbers, avenida Alvear 1640.
 ??  ?? Obras a veces juzgadas como instalacio­nes.
Obras a veces juzgadas como instalacio­nes.
 ??  ?? Una reunión de amigos: acompañan a Noé Marta Minujín (izq), Antonio Seguí y Luis Wells, entre otros.
Una reunión de amigos: acompañan a Noé Marta Minujín (izq), Antonio Seguí y Luis Wells, entre otros.
 ??  ?? Con de la Vega, Luis Seoane, Hugo Parpagnoli y Deira, en el Bar Moderno.
Con de la Vega, Luis Seoane, Hugo Parpagnoli y Deira, en el Bar Moderno.
 ??  ?? La familia a pleno. Con y sus hijos Paula y Gaspar Noé.
La familia a pleno. Con y sus hijos Paula y Gaspar Noé.
 ??  ?? Noé entre Deira y De la Vega, ambos de saco negro, y Macció.
Noé entre Deira y De la Vega, ambos de saco negro, y Macció.
 ??  ?? Boda.Saliendo de la Iglesia, con Nora del brazo.
Boda.Saliendo de la Iglesia, con Nora del brazo.
 ??  ?? Retrato de Noé realizado por Sameer Makarius.
Retrato de Noé realizado por Sameer Makarius.
 ??  ?? Sonrisas con el crítico francés Pierre Restany.
Sonrisas con el crítico francés Pierre Restany.

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