Misiones de distinto signo
–En las misiones humanitarias, usted ayudaba a la gente. En cambio, en la mayoría de los casos, cuando llaman a la policía se encuentra con el hecho ya consumado. Es poco lo que puede hacer.
–Cuando una persona está muerta, lo único que podés hacer es entregarle el caso a la justicia. Pero yo trabajo, también, en la lucha contra la droga, en la protección de niños, en todo lo que concierne infracciones financieras y secuestros. Las muertes y los asesinatos son solo una pequeña parte de la policía. Hay todo un trabajo de prevención, es en eso donde me siento a gusto, me siento feliz. Lo otro no me gusta mucho.
–Aquí la prevención falla. Hay buenas intenciones pero no son suficientes. A menudo, se trabaja con el caso ya perpetrado. –En Francia, en cada escuela y en cada colegio, hay un policía que va varias veces por año a hablar con los jóvenes sobre la delincuencia, el crimen, hay mucha prevención. Se habla mucho con los jóvenes. Poner a alguien en prisión es la última solución. Antes, uno intenta reflexionar y comprender de otra manera. Pero la prisión es el último recurso. –¿Cree en la cárcel como sistema punitorio? –Pienso que, de todas maneras, la prisión no es una buena solución, porque no tenés el medio para hacer las cosas bien. Lo más importante en la prisión es lo que pasa después, la reinserción. Y nosotros no ponemos atención en la reinserción. Lo más importante no es castigar un crimen sino prevenirlo.
–Pero para usted, ¿la privación de la libertad produce un cambio positivo en la persona que cometió un delito?
–No, no, no. Solo neutraliza a la persona frente a la sociedad. Pero luego va a salir, y es lo mismo. Lo más importante de la prisión es utilizar ese tiempo de prisión, ese tiempo de encierro, para reflexionar acerca de lo que se hará después. Estudiar, leer, aprender un nuevo trabajo, porque tomar a una persona que ha cometido un crimen, ponerla en la prisión y que luego de 4 ó 5 años salga en libertad y regrese exactamente al mismo lugar, no tiene sentido.