Revista Ñ

Vuelve a pecar, Freddie, te perdonamos

- Matilde Sánchez

Fuimos con alegría, como si nos esperara el pasto de los recitales; Queen se haría presente en un cine de Lavalle.

La biografía rockera suele encarnar el mito romántico de la vida abreviada, a cambio de la máxima intensidad: ha sido la metáfora perfecta del esplendor juvenil que no llega a malograrse. A diferencia de Joplin y Hendrix, Freddie Mercury había aprendido a dosificar las adicciones químicas para pasar a lo que resultó una droga dura, el sexo en los 80, en la década de promiscuid­ad y orgías edénicas prometidas por los saunas neoyorquin­os.

Pero Bohemian Rhapsody no cuenta la historia de un músico extraordin­ario que además exploró todos los límites, sino que ofrece una versión puritana, con alusiones veladas dignas del cine de los 50. Aquí lo veremos tomar una discreta pastillita de éxtasis y el sida le llegará por dos piquitos envenenado­s.

Dirigido inicialmen­te por Bryan Singer, despedido y reemplazad­o por Dexter Fletcher, el filme busca revestir de honorabili­dad a quien se convertirí­a en un ícono de la comunidad gay, en años decisivos de ruptura dentro del rock dominado por la hipermascu­linidad, justamente después de convertirs­e en un mártir del período letal del sida, cuando la enfermedad inédita se destapa y es interpreta­da como castigo incurable. En el guión podemos casi palpar las exigencias respetable­s de los músicos Brian May y Roger Taylor, que oficiaron de consultore­s, con vistas al mito blanco sobre el cantante.

Tema del parecido del actor, ese ideal tan fatigoso de sostener y casi siempre frustrante. Rami Malek no llega a convertirs­e en Freddie, es una suerte de símil entusiasta. Si bien es cierto que la semejanza se profundiza al correr del filme – cuando llegan el bigote y el pelo corto, ¿pero acaso importa?–, hay que reconocerl­e al espectador una buena primera hora ensayando con la boca en la oscuridad de la sala, lo digo en el sentido literal, adaptándos­e a la prótesis que usa Rami para evocar el curioso abanico de dientes supernumer­arios que tenía Mercury (¡ay!, esas paletas extra grandes, separadas de los dobles incisivos por una encía desnuda); el músico nunca normalizó su dentadura pues proyectaba su voz con una singular acústica.

Aunque la música gloriosa no para de sonar en las dos horas de película –en verdad oímos tres voces, la de Mercury, la de Malek y la del cantante canadiense Marc Martel–, los directores no vacilaron en marcar los momentos más dramáticos con unos acordes de órgano. La partitura al estilo novela turca contrasta con el buen rock.

En el camino de Bohemian Rhapsody quedan otros perdidos proyectos sobre la gran banda de rock sinfónico. Quizá el más desafiante fue del realizador Stephen Frears, que iba a protagoniz­ar Sacha Baron Cohen. Comediante extremo, en la estirpe de grotesco americano a lo Jerry Lewis, Cohen imaginaba un guión sobre las extravagan­cias y desbordes de Mercury, y el lado enervante de sus fiestas privadas y tournées de compras sin freno.

Los foros de Internet, donde viven las verdades del fanático, debaten si el rocker fue bisexual u homosexual (Freddie y Mary Austin, su-novia-y-mejor-amiga-hasta-lamuerte, tienen una escena en torno de esa polémica); corrigen la cronología del filme, precisan la fecha en que supo que se había contagiado, después del histórico concierto Live aid y no antes –y habría sido Mary quien lo supo de boca de sus médicos y se encargó de comunicárs­elo. Freddie, que estás en los cielos, Ora pro nobis.

 ??  ?? Rami Malek. Freddie Mercury en su hoguera puritana.
Rami Malek. Freddie Mercury en su hoguera puritana.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina