Revista Ñ

UNA HISTORIA CONTRA LA TIRANÍA DE LOS CUERPOS DÓCILES

Entrevista. “Ser mujer, ser viverista, ser asesina, ser gorda. Apropiarme de esa voz, sentirla, escucharla”. Así resume el mendocino José Niemetz los desafíos que le planteó la escritura de Tú eres para mí, el thriller erótico con el que este autor inédit

- POR ALEJANDRA RODRÍGUEZ BALLESTER

Para mí vivir no fue otra cosa que seguir los ciclos naturales de igual forma que todas las plantas del vivero en el que me encuentro…” La que escribe es Estela, una mujer de 112 kilos que está a cargo del vivero fundado por su bisabuela búlgara, y en el que se transmiten saberes antiquísim­os sobre las plantas y sus poderes curativos, alucinógen­os o letales. En el Huerto bendito, una zona prohibida, la madre y la abuela, Nona Rebeca, se encierran a preparar pócimas y ungüentos. Cada tanto, la madre parte en largos viajes en busca de nuevas hierbas para sus coleccione­s. El vivero es un mundo natural en permanente regeneraci­ón: las plantas se abonan con el humus que fabrican voraces lombrices en una piscina en desuso y adquieren una robustez comparable a la de Estela, que intenta compensar la falta de amor de su madre con la ingesta descontrol­ada de comida. Concebida en un baile de pueblo, en el primer y único coito desangelad­o de su progenitor­a con un desconocid­o, mientras se escuchaba la canción “Tú eres mi destino”, de Estela Raval, la hija heredará tanto el desamor como la pasión materna por la canción romántica.

En su libro Políticas sexuales, un clásico del feminismo, Kate Millet disecciona­ba la literatura de los popes del erotismo, como Henry Miller o Norman Mailer, para llamar la atención sobre la forma en que la dominación masculina se hacía evidente en la narración del sexo, en el imperio del punto de vista del varón y la recurrenci­a en la denigració­n de la mujer de esos relatos eróticos. Pero no fue la literatura sino el teleteatro y la canción romántica lo que orientó la reflexión de José Niemetz, para crear a la protagonis­ta de Tú eres para mí, novela ganadora del 21° Premio Clarín, que presentó bajo el seudónimo de Bovary.

“Así como Madame Bovary ve más realidad en lo que lee que en lo que vive, Estela encuentra más realidad en las canciones y películas románticas que en su propia vida. Las mujeres de la década del 60 ven en un teleteatro un deseo que las saca del tedio de las viditas que les toca vivir,” dice este mendocino de General Alvear, librero, licenciado en Letras y docente, que desborda de alegría ante un premio que hará posible la publicació­n de su primera novela.

“Cuando una mujer recibe un cachetazo en una telenovela de Migré, piensa: me lo merezco, algo habré hecho. Esta actitud secundariz­ada, sufriente, ha formateado a generacion­es”, señala Niemetz, interesado en el feminismo y en las consecuenc­ias que los estereotip­os de género han tenido para los mismos varones. “Cuando escuché la letra de esa canción de Estela Raval, me pareció que esa frase, “tú eres para mí” tiene una connotació­n casi masoquista”, agrega. Las actitudes de los hombres que abordan sexualment­e a la jardinera Estela son tan denigrante­s como las que denunciaba Millet, más un plus de escarnio y maltrato por su obesidad. –El descubrimi­ento del placer sexual transforma la vida de Estela, aunque en forma de venganza, ya que mata a sus amantes. ¿Por qué hiciste tan extremo a este personaje? –De alguna manera es una justiciera. Ella no es el asesino serial que busca a sus víctimas, es como la viuda negra, como la araña que espera, porque sus víctimas van a que Estela los ayude a morir. No es Jack el destripado­r. Descubre que el placer es la ruptura con la historia de su mamá. Rompe la condena a repetir esa historia; ve que

puede ser alguien distinto y lograr placer. –¿Te planteaste hacer un cuestionam­iento a la idea del amor romántico?

–No exactament­e. Pero yo nací en 1962, pasé mi infancia en la época del Club del Clan, y mi adolescenc­ia en la dictadura. La enorme cantidad de música que escuché durante la escritura de esta novela y las películas de la época que ví, me explican de alguna manera el nivel de estupidiza­ción al que hemos podido llegar. Y ahí sí podemos decir que hay una especie de cuestionam­iento.

–En el jardín que alimenta al vivero la vida se regenera, las lombrices devoran todo lo que se les arroja y producen un humus que fertiliza las plantas. Es un ámbito indepen- diente de lo humano y creo que se relaciona con la condición amoral del personaje. –La novela transcurre totalmente dentro del vivero. Estela de alguna manera, se va transforma­ndo en una planta más, hay cierta inmovilida­d en el personaje y en la misma historia. ¿Dónde está la movilidad? En lo que tiene que ver con la naturaleza, con los ciclos naturales, en ese péndulo vida-muerte. Y las lombrices actúan como un catalizado­r. Yo me dediqué un tiempo a la agricultur­a y en mi entorno hay mucha gente que experiment­a con la ayahuasca y los hongos; estas mujeres experiment­an con distinto tipo de plantas, es una sabiduría que se transmite de generación en generación. Las imaginé bastante brujas, y la brujería es eso, hacer con la naturaleza algo que está prohibido.

–Es muy original la estructura, la forma de pautar los tiempos. “Ahora que tengo 110”, dice la narradora. Y el lector piensa que son años y, en realidad, son kilos.

–Estela, que no es escritora, relata en primera persona pero no sabe de capítulos, el tiempo para ella se va midiendo en kilos, hacia arriba o hacia abajo, porque cuando nos remitimos al pasado va a hablar de 15 kilos o de 25 kilos. Tiene que ver con una reflexión que hice permanente­mente sobre la biopolític­a. Acaba de salir un libro de Lux Moreno, una militante por los derechos sociales de los gordos, que se llama Gorda vanidosa. Tiene que ver con esto muy foucaultia­no de la corrección de los cuerpos. El gordo sufre una imposición social, pareciera estar permanente­mente pidiendo perdón. Vivimos en una sociedad donde son discrimina­dos, juzgados, todos tenemos algo que decirles: deberías ir al gimnasio, hacer tal dieta. No hablamos de su felicidad. Estela de adolescent­e sufre esto pero va logrando apartarse. Y ya no le importa.

–Parece operarse un cambio cuando entra en juego la dimensión artística. Cuando ve un cuadro de Botero encuentra una imagen de gordura más estimulant­e, con la que puede identifica­rse.

–Descubre que hay una forma feliz de ser gordo, cuando descubre ese cuadro maravillos­o de Botero que se llama precisamen­te Las jardineras. Allí unas cinco a seis mujeres, todas con sus instrument­os de labranza, están felices de ser quienes son. –Más adelante es la Primavera, de Botticceli, sobre la que se hace un tatuaje. Las mujeres de Botticelli remiten a un tiempo en que el canon de belleza no era el actual, de extrema delgadez. El arte parece estar planteando como una línea de fuga de ese mandato sobre los cuerpos. Cuando aparece Sandro, el tatuador, se genera otro vínculo y Estela se fascina con el arte del tatuaje.

–Ella descubre La Traviata tatuada en el cuerpo de Sandro. La línea argumental de La Traviata es la de cualquier teleteatro de Migré, y ella se conmueve absolutame­nte por la parte kitsch, se erotiza y se deja hacer. Porque su voluntad, su deseo nunca está puesto en juego hasta el momento en que mata. Por eso se deja tatuar, se deja vapulear por Sandro. El arte es un gran liberador, por supuesto, pero no se me ocurrió pensar que podía ser liberador en la novela.

–¿Qué buscabas al hacer ese cruce entre La Traviata y la película de Palito Ortega, Sandro

de América y Sandro Botticelli?

–Yo quería que para Estela fuera lo mismo La Traviata que una película de Palito Ortega. En la novela están estas intertextu­alidades, pero ese es un mundo que ella no tiene intención de conocer. Un amigo le da a leer El corazón de las tinieblas de Conrad pero ella no se interesa. Precisamen­te, lo que hizo Coppola, tomar esa novela, un clásico de la literatura inglesa, para filmar Apocalipsi­s Now, ese tipo de operacione­s me interesan mucho. De hecho, mi otra novela –inédita– , también tiene que ver con una construcci­ón a partir de una película.

–Otro género popular que aparece en la novela es el policial.

–Sí, y aparece otra intertextu­alidad que es el Martín Fierro. Fierro es el policía, no se llama así pero ella lo asocia con Fierro. La gauchesca es un género que enseño en clase, forma parte de mi cotidianei­dad, y el policial, de mis lecturas. Es policial porque hay crímenes, hay un asesino y hay un policía que investiga, eso la definiría como parte del género, pero lo fundamenta­l no pasa en ese orden. Uno de los aspectos más interesant­es y delicados de la novela, en mi opinión, tiene que ver con la maternidad, el encuentro con quien va a ser su hija.

–¿Por qué imaginaste a Violeta, a quien adopta como hija, como un personaje trans? –Tiene que ver con las diversas identidade­s sexuales que existen. Es una chica que está sometida a Sandro, que es su amo, su patriarca particular. Y de alguna manera, Estela la libera. Y la adopta. De esta forma se logra en la novela que esta cadena ancestral de mujeres que vienen pasándose los secretos de las plantas no se corte. –¿Pensaste en algún autor que haya sido una referencia para vos al escribir?

–No y no es un gesto de soberbia, puedo hablarte mucho más de mis lecturas que de mi escritura. He leído mucho a Cortázar, por ejemplo. Lloré en su tumba, hice mi tesis sobre él, pero preguntame si hay algo cortazaria­no en mi novela y la respuesta es no. A mí me gustaría escribir como Alex de la Iglesia filma. Ojalá lo lograra.

–¿Hay algo que te haya costado más? ¿Escribir sobre el sexo, el erotismo, por ejemplo?

–No, lo fui encontrand­o. En ese aspecto no hubo demasiadas dificultad­as, moviéndome en un terreno que consideré decoroso. No pensé en escribir una novela erótica, como no pensé en escribir un policial. Tal vez tuve dificultad­es al narrar experienci­as que no viví, como los efectos de las plantas, la ayahuasca o los hongos alucinógen­os. Tuve que estudiar; hay muchas diferencia­s entre los hongos, muchas sutilezas.

-Otro rasgo importante es el carácter de la voz narrativa. ¿Cómo la delineaste?

–Venía de escribir una novela en tercera persona y esta tenía que ser en primera. Mi desafío era ser mujer yo y empezar a hablar como ella. Ser mujer, ser viverista, ser asesina, ser gorda. Intentar apropiarme de esa voz, sentirla, escucharla. Lograr una voz es tal vez uno de los desafíos más grandes desde el punto de vista técnico, lo anecdótico es más fácil. Esta novela me llevó tres años arduos, mucho trabajo.

 ?? ARIEL GRINBERG ?? “No pensé en escribir una novela erótica como no pensé en escribir un policial”, afirma Niemetz. El argumento cuenta la historia de Estela, una mujer obesa, dueña de un vivero, que mata a sus amantes.
ARIEL GRINBERG “No pensé en escribir una novela erótica como no pensé en escribir un policial”, afirma Niemetz. El argumento cuenta la historia de Estela, una mujer obesa, dueña de un vivero, que mata a sus amantes.
 ?? JUANO TESONE ?? Niemetz y Marcial Gala, ganador del Premio Ñ-Ciudad de Buenos Aires, la noche de la entrega. Detrás, Ricardo Kirschbaum, editor general de Clarín..
JUANO TESONE Niemetz y Marcial Gala, ganador del Premio Ñ-Ciudad de Buenos Aires, la noche de la entrega. Detrás, Ricardo Kirschbaum, editor general de Clarín..

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