Revista Ñ

La olvidada épica de Finochiett­o

-

César Gotta es argentino, gastroente­rólogo y radiólogo ya retirado, aunque sigue visitando su famoso instituto de imágenes. Con sus 82 años ha descubiert­o que la historia de la medicina y las imágenes son su otro hobby, su pasión. Así nos contó cómo descubrió una institució­n olvidada por la historiogr­afía argentina, que ennoblece a sus fundadores, en la Primera Guerra. La obra y las fotos pueden consultars­e en la biblioteca de la Academia Nacional de Medicina.

–¿Cómo llega a “descubrir” este hospital argentino en París?

–Hace muchos años, preparando una charla sobre Enrique Finochiett­o, encontré que había estado en París en la Guerra del ´14 y asumido la jefatura de un hospital desarrolla­do por argentinos y donde trabajaban casi exclusivam­ente médicos nuestros. Intenté interioriz­arme pero no encontraba nada escrito en Buenos Aires. Tampoco estaba registrado en la Academia de Medicina o en la historia de la medicina argentina. En las historias de la biblioteca no había lo que yo buscaba, apenas dos o tres trabajos del propio Finochiett­o sobre el tratamient­o de las heridas de guerra. Fue una conferenci­a importante, que dio en Buenos Aires, a la que asistieron los principale­s cirujanos porteños. Eso es lo único que conocía. Trabajos, datos sobre acciones médicas, tratamient­o de heridas de bala. Pero no cómo se desarrolló el hospital. Y cuando ya estaba por resignarme, me llaman por teléfono desde París y me ofrecen una conferenci­a sobre el tema. Un día mi hijo encuentra un texto de 1919 que se refiere al Hopital Argentin. Un hombre me envía una vieja revista Caras & Caretas desde Bragado. Eran 4 ó 5 hojas con fotos y nombres de médicos que habían estado allí. Busqué por la guía telefónica y los fui llamando. Y finalmente conseguí informació­n de los descendien­tes de Enrique Beretervid­e y de Rafael Moss. Ellos me brindaron fotografía­s, cartas, datos. Un libro hecho por el abuelo de la señora Beretervid­e. –Se refiere a Memorias de guerra, no?

–Sí. Lo copié, le pedí autorizaci­ón para copiarlo. Le di un libro a la biblioteca de la facultad, otro a la de la Asociación Médica y otro a la biblioteca de la Academia. Fui a París, di la conferenci­a. La tradujo el doctor Sanguina. Todo eso terminó siendo un libro, en el cual se van encontrand­o muchas más cosas. El libro no se llama Hospital Argentino, si no La ayuda médica, porque hubo otras cosas. El Dr. Chutro, uno de los grandes de la cirugía argentina, estuvo también allí; fue cirujano del Hospital Buffon, construido en el Lycée Buffon: se me ocurrió relatar una serie de historias divertidas e interesant­es. Apareció también descripto por el Dr. Buroni, uno de los que componen el libro, el hecho de que la nieta del General San Martín, que vivía en esos años en París casada con un diplomátic­o español, prestó su palacio para hacer un hospital de guerra. Hay otros dos o tres hechos más protagoniz­ados por argentinos que estaban en Francia, para ayuda de los heridos franceses.

–Hay un rol fundamenta­l del presidente Alvear, que en ese momento era Ministro Plenipoten­ciario.

–Era Ministro Plenipoten­ciario porque en Francia había Legación en vez de Embajada. Él llegó a París y ayudó. Tenía que hacerlo de manera no muy evidente, porque la Argentina, al haberse declarado neutral, no podía tener acciones en favor de ninguno de los beligerant­es, porque el beligerant­e opuesto podría protestar, tomar medidas, algo por el estilo. Él era un cacique, pudo ordenar mucho. Y también es muy importante lo que hizo José Santamarin­a. Yo diría que se apoya en tres patas este hospital: la orientació­n de Alvear, colaboraci­ón económica convocada por José Santamarin­a, un argentino que pasaba mucho tiempo en París con la colonia argentina, que era económicam­ente fuerte y que podían ayudar a hacer un hospital, porque un hospital no es barato y no se improvisa rapidament­e. Y además la colaboraci­ón de médicos argentinos, que habían ido originalme­nte a perfeccion­arse a París y alguno tal vez haya ido con la intención de ayudar a los heridos, que eran muchos.

–La casa donde funcionó el hospital era de los Anchorena.

–Así parece. Y mire que la casa es importante, es un lindo edificio. En el libro está descripto qué había en cada piso, en cada lugar del edificio. Muy útil resultó y todos los médicos argentinos que trabajaron ahí recibieron la condecorac­ión de la Legión de Honor en distintos grados. Hubo un gran reconocimi­ento de Francia a los médicos argentinos.

–¿Cómo funcionaba el hospital?

– Estaba muy cerca de la Estación de Passy; llegaban los enfermos en tren a la estación y ahí los trasladaba­n las 18 ambulancia­s del hospital.

–¿Era un hospital de emergencia­s?

–Su función principal era la atención del herido de guerra. Si había un señor de enfrente con apendiciti­s, no le correspond­ía atenderse allí. Pero supe que hubo pacientes internados por la famosa fiebre de esos años.

–¿Cómo se trasladaba a esos heridos?

–Era algo complejísi­mo. Si bien en París no entraron las tropas alemanas, la ciudad recibió golpes de la poderosa artillería alemana, que estaba detrás de la línea de combate. Cañonazos que hacían 60 ó 70 kilómetros y provocaban daños enormes. No se usó mucho porque no tenía mucha puntería, se usaba sobre todo a fin de intimidar a la población civil. –Pero de todas maneras estaba dirigido por el Dr. Finochiett­o, con quien usted está emparentad­o.

–Finochiett­o tomó mucho la dirección, sobre todo en la parte médica. También estuvo ahí el Dr. Moss, que vivía en París y tenía mucha influencia en la dirección. Enrique Finochiett­o, que no tenía ni 40 años entonces, se lo pasaba operando. La cantidad de operacione­s que tenían por día era bastante grande y el tiempo que estaban ellos en el quirófano, a veces sin dormir. Los quirófanos tuvieron que trasladarl­os, porque tenían las salas de cirugía en el último piso, una especie de estudio con ventanales. Y eso era un inconvenie­nte porque en noches de bombardeos eran un objetivo fácil de ver desde el cielo. Enrique se caracteriz­aba más por la conducción quirúrgica. –Había también unos hospitales de sangre, en los que estuvo Beretervid­e, ¿de qué se trataba?

– Son los especializ­ados en heridas sangrantes y enfermedad­es que requieren transfusio­nes. Y no olvide que a Francia llegaron noticias, no muy temprano, de que en 1914 en Buenos Aires, el doctor Agote había hecho en el Hospital Rawson la primera transfusió­n con sangre citratada, que fue un avance crucial. Se podía sacar sangre de una persona y transfundi­rla a otra, con algunos recaudos. Eso cambió la historia de la medicina en el mundo entero.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina