Revista Ñ

Del suicidio como obra de arte total

- E.A.

Pauline Fondevila vive en Rosario. Ahí desarrolla su obra y publicó sus libros Una casa y un tambor y Cinco días en Colón, además de formar parte del proyecto musical “Perro Fantasma”.

“Conocí a Édouard (Levé) una noche de inauguraci­ones y bares en París, en el 2004”, cuenta. “Ya conocía sus fotografía­s, y él mis dibujos, y esa noche nos cruzamos con otros noctámbulo­s y fuimos derivando por la ciudad hasta la madrugada. Édouard era misterioso, seductor, elegante, fuera de las modas y las normas, políticame­nte incorrecto, divertido y muy inteligent­e. A partir de ahí nos encontramo­s regularmen­te, en eventos que tenían que ver con el arte francés, y hasta participam­os de una misma muestra colectiva itinerante por la que tendríamos que haber coincidido en Argelia. Pero yo no pude viajar porque mi visado no llegó a tiempo, y para compensarm­e me mandaron a la Argentina, donde vivo hasta el día de hoy. Cuando me lo crucé antes de partir y le comenté mi nuevo destino me dijo: ‘¡Qué genial! Yo voy a ir a Buenos Aires porque quiero escribir un libro sobre la dictadura argentina’. Sé que viajó, pero acá no pudimos vernos. Y sé que nunca escribió aquel libro, porque estaba preparando otro, Suicidio. Una mañana de 2007, en Rosario, me llegó la noticia de su muerte, que me confundió muchísimo. Pero no por eso terminé mi relación con él. Escribí sobre su muerte (en A-Desk , en España, y en Unión y amistad, en la Argentina), lo hice aparecer en mis dibujos y hablé mucho de él y de su obra, en conferenci­as o en clases, o simplement­e en reuniones de amigos, en un marco más íntimo y nocturno, como un homenaje secreto a lo que fue nuestro primer encuentro… Algun día también sé que será el personaje de un libro, del próximo quizás…”

–¿Qué pensás de su trabajo como escritor y artista?

–Para mí, Édouard realizó una obra literaria única, de pocos libros, todos brillantes, cerrada por un texto magistral, complejo y sublime, que es Suicidio. El suicidio fue su proyecto existencia­l y fue su último libro, escrito en segunda persona, que narra el suicidio de un amigo suyo. Días antes de suicidarse, Édouard se lo dejó a su editor, volvió a su casa y se ahorcó con una minuciosa puesta en escena, que descubrió su mujer. Suicidio se puede ver como una obra de arte total, una pieza conceptual, una performanc­e ideal, como la única conclusión posible de una vida que siempre se pensó absurda y destinada a terminar así. Quizás no haya un libro tan perfecto, que sepa unir de forma tan intensa y radical lo conceptual y lo emocional. Édouard es mi escritor preferido para toda la vida, y a veces no puedo creer mi suerte de haberlo conocido.

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