Revista Ñ

Algunas cosas acerca de los millones inmorales

Narrativa latinoamer­icana. En su nueva novela, el nicaragüen­se Sergio Ramírez apuesta por el policial político.

- POR PATRICIA SUÁREZ

Ya nadie me verá llorar es la última novela de Sergio Ramírez, escritor indispensa­ble de la literatura latinoamer­icana y caribeña. Como casi todos los escritores de su generación practicó el exilio, en su caso voluntario, en Costa Rica y Alemania. Desde los cuentos de Charles Atlas también muere de 1976, no paró de producir ficciones, a excepción del período en que se incorporó al sandinismo para derrocar la dictadura de Somoza.

La novela es un policial, la segunda con el policía retirado Dolores Morales de la Policía Nacional. Nueve años atrás, Dolores Morales perseguió a los narcos colombiano­s en el

El cielo llora por mí, los atrapó y le fue tan bien que le pidieron la baja, por haber actuado sin esperar a las órdenes del ministro. Degradado, y con una herida de bala que le granjeó una prótesis en la pierna, ahora trabaja de detective privado y se pasea por las calles de Managua con su bastón.

El lector se entera de quién es Morales gracias a una falsa página de Wikipedia que aparece al comienzo, contando los orígenes y las hazañas de este antiguo guerriller­o sandinista. Hay una dirección Web, pero en realidad el único link a alguien semejante –y que tal vez haya sido la fuente de inspiració­n para Ramírez, más allá del chiste del nombre propio– es a José Dolores Estrada Morales, un político nicaragüen­se. Morales no trabaja solo, sino que cuenta con un equipo de audaces a su lado: su amante Fanny que puede rastrear números y mensajes de la línea Claro, ya que trabaja allí; doña Sofía, su secretaria e informante de las revistas típicas de peluquería, y dos primos, Ovidio y Apolonio, señores ya mayores y uno de ellos barbero.

Aunque sin duda, el personaje más simpático de todos ellos es Lord Dixon, quien fuera el compañero de misión de Morales y fue muerto en un asalto. Lord Dixon, a la manera de la serie River en la cual la policía asesinada habla y aconseja a su compañero sobrevivie­nte, interviene en todas las discusione­s y pensamient­os de Dolores, al punto que a veces pasa por un loco que anda hablando solo.

Por supuesto, todos están en la mala y pasan las de Caín para pagar las cuentas, de aquí que a Morales le sobrevenga­n dolores morales cuando le encargan un trabajo por unos miles de dólares. Un millonario –cuyos millones, como los de todos los millonario­s latinoamer­icanos, fue hecho gracias a negocios con los políticos de su país y de los países de al lado y a la corrupción– le encarga a Morales que encuentre a su hijastra desapareci­da. El millonario sabe que no fue secuestro, para empezar, y sabe que la necesita de vuelta. La desaparici­ón de una chica joven es un leit motiv tan trillado en la novela negra y en las series, que ya no se sabe si la ficción se inspira en la realidad, o la realidad en la ficción. La novela puede resultar excesiva por la cantidad de personajes y de informació­n del pasado de cada uno, pero tiene mucho humor, en la mejor tradición del género: desde Chandler hasta Camilleri.

Una perlita para los lectores argentinos: Fanny y un taxista nicaragüen­se descalific­an a Bergoglio por su visita a Colombia en 2017, en la cual invitó a almorzar al albergue de Santa Marta a los mendigos que dormían bajo el puente y dicen: “Eso de la humildad es pura faramalla, con seguridad de noche se iba a acostar en secreto en su cama de oro y marfil en su palacio apostólico, y ya debía tener un corral para sus reses en el Vaticano y también su matarife personal, porque los argentinos no podían vivir sin su tasajo de carne al que ni siquiera le quitaban el cuero”.

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Ramírez recibió el Premio Cervantes en 2017.
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Ya nadie llora por mí Sergio Ramírez Alfaguara 360 págs. $ 599

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