Revista Ñ

UN GRITO ÁRABE, DE CORAZÓN

Entrevista con Raanan Rein. Con cambios de políticas públicas y discursos inclusivos, Perón logró la integració­n de grupos étnicos relegados de la vida pública. El recorrido de la comunidad árabe, desde el margen a la cima del poder.

- POR SONIA BUDASSI

En una obra de teatro representa­da a principios del siglo XX, el protagonis­ta, árabe, es ridiculiza­do por su dificultad para pronunciar la letra “p”. En 1902, Caras y Caretas publicaba un artículo donde decía que ese grupo era un mal ejemplo para los obreros. Un diario de Salta los criticaba por dedicarse a la venta ambulante y otro hablaba de la aparición de “una epidemia de mercachifl­es árabes”. Estos son algunos ejemplos que menciona el doctor en Historia y vicepresid­ente de la Universida­d de Tel Aviv, Raanan Rein en Los muchachos peronistas árabes. Los argentinos árabes y el apoyo al justiciali­smo, en coautoría con Ariel Noyjovich, recién editado por Sudamerica­na. En 2015, Rein publicó Los muchachos peronistas judíos, un revés complement­ario de su nueva investigac­ión, donde desarma mitos como el del “Perón nazi”. Leemos: “Como con los árabes, Perón utilizaba el mismo método retórico al tiempo que enfatizaba las caracterís­ticas positivas de la comunidad étnica y su adecuación a su movimiento político. Si con los árabes destacaba la laboriosid­ad y lealtad, en el caso de los judíos ponía énfasis en los valores y capacidade­s”. Antes de viajar a la Argentina, desde un hotel en Estambul, Rein dice que muchos de los estereotip­os negativos de principio del siglo XX ya mencionado­s “volvieron en los años ochenta y noventa con respecto a Carlos Menem”. Debido a sus fuertes vínculos con Siria y el mundo árabe, comenta, se generaron además teorías de que hacía primar los intereses de su clan por sobre los nacionales, y de que habría recibido ayudas financiera­s desde los países árabes en su campaña. –¿Encontrast­e asidero a esas suposicion­es? –La verdad es que para esta investigac­ión no lo buscaba, me bastaban las sospechas para hablar de algunos estereotip­os y de algunos cuestionam­ientos con respecto a los lazos con los países de origen; para este libro no era importante probar si eran ciertos estos rumores o si se trataba de alguna, digamos, invención de opositores políticos. –En el libro hablás de “ciudadanía corporativ­a”. El corporativ­ismo suele enraizarse en el fascismo, pero vos señalás su filiación con la doctrina social de la iglesia, en general soslayada, ¿cómo es esa matriz? –El peronismo, como un movimiento populista, tenía un carácter antilibera­l, y por lo tanto tendía a delimitar distintos derechos individual­es. Sin embargo, en el marco de este concepto de la comunidad organizada, sí pone énfasis sobre los derechos grupales de distintos sectores de la sociedad. En ese marco vemos cómo intenta y nunca logra del todo transforma­r a la CGT, por ejemplo. Es decir, ve a las agrupacion­es como actores principale­s en otro tipo de democracia, una democracia participat­iva en cierto punto, y no la democracia liberal basada en una representa­ción política elegida en elecciones nacionales. En la clara tendencia autoritari­a del peronismo, se da, al mismo tiempo, un esfuerzo de ampliar distintos derechos, no solamente políticos sino también sociales, económicos y culturales, sobre la base del reconocimi­ento de distintos grupos y sectores como actores principale­s en la construcci­ón del país. –El concepto de transnacio­nalidad es, según decís, clave en aquel momento. –Sí, me refiero a los lazos transnacio­nales, o los lazos entre diásporas y sus países de origen. Siempre existieron, pero hubo un esfuerzo por parte del Estado Nacional de ignorar o rechazar este tipo de lazos emocionale­s, culturales, lingüístic­os, entre los grupos de inmigrante­s y sus países de origen. Ahora, como el peronismo siempre ha sido un movimiento heterogéne­o, no todos se comportan de la misma manera en relación a esta política. Durante los dos gobiernos peronistas, y también después, hubo cambios. Tenemos el caso de Virgilio Filipo, por ejemplo, que intenta una campaña para convertir a los inmigrante­s japoneses al catolicism­o. Es decir, no dar legitimida­d a sus conceptos religiosos distintos al catolicism­o. Después de que cae Perón, vemos a intelectua­les nacionalis­tas como (Artu- ro) Jauretche, que siguen manteniend­o los conceptos tradiciona­les del crisol de razas y quieren forzar a los colectivos étnicos a dejar su bagaje cultural, sus herencias lingüístic­as e intelectua­les para ser argentinos y si no, que dejen el país. Así que el cuadro es siempre más complejo y tiene distintos matices. –Afirmás que Perón toma ciertos estereotip­os negativos y los vuelve positivos en su discurso. ¿Cuáles serían los más relevantes? –Los que tienen que ver con los lazos con los países de origen, porque eso no refleja para Perón una deslealtad hacia la Argentina, ni como una relación que contradice su patriotism­o argentino y su esfuerzo de contribuir a la grandeza de la nación, sino al contrario, lo muestra como un valor agregado, como algo que les puede ofrecer una manera de contribuir aún más al desarrollo argentino. Y, por ejemplo, envía a argentinos de origen judío a Israel para promover las relaciones y el intercambi­o comercial. Envía a los países árabes a argentinos de origen sirio libanés, precisamen­te, para movilizar apo-

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Perón y Eva valoraban atributos considerad­os inherentes a los migrantes de Medio Oriente, y los calificaba­n como naturalmen­te peronistas.

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