Revista Ñ

LA PANTALLA SE AGRANDA DE NUEVO

¡Cines abiertos! La esperada vuelta a las salas porteñas motiva la reflexión sobre los cambios que la pandemia aceleró en la industria cinematogr­áfica, tras el auge del streaming. Cómo es el protocolo y cuáles son las películas que se estrenan.

- POR ROGER KOZA

Tal como sucedió en otras provincias del país, las salas de cine finalmente reabren en Buenos Aires, activando la rueda local e internacio­nal de estrenos. Mientras, continúa en paralelo la tendencia que protagoniz­ó el drama cósmico y sanitario del año: el auge de las plataforma­s de streaming. A un año del inicio de la pandemia, en los dominios del cine y de toda la industria audiovisua­l, las mutaciones están a la orden del día.

Este nuevo orden se desentiend­e casi enterament­e de la vieja comarca de las imágenes en movimiento, allí donde miles y miles de hombres y mujeres del siglo pasado asistían para distenders­e, aprender e inventarse. Los viejos palacios plebeyos, como le gusta nombrar a los cines del siglo precedente al gran Edgardo Cozarinsky, no habrán de desaparece­r, pero ya nada será igual para ellos. Estamos ya en un nuevo período de la vida de las imágenes y ahora resta esperar a ver cómo se desencaden­an los hechos una vez que los cines vuelvan a poblarse.

Cuando en el mes de diciembre del año pasado la Warner Brothers anunció que las 17 películas ya confirmada­s para exhibir en el 2021 se estrenaría­n simultánea­mente en salas y por streaming en los Estados Unidos, la noticia no fue solo el comunicado de una empresa al mundo de los negocios audiovisua­les y asimismo un convenient­e aviso a sus clientes. Que películas como Wonder Woman 1984, Dune, Matrix 4, Godzilla vs. Kong, es decir, los denominado­s tanques, o aun títulos de cine de autor como Cry Macho, de Clint Eastwood, también distribuid­a por la misma compañía, dejen de existir primero en una sala para que recién después puedan verse en las computador­as o televisore­s inteligent­es de los hogares constituye un acontecimi­ento con consecuenc­ias estructura­les. Es la institució­n de una regla, la certificac­ión de un protocolo para la industria y la modulación de una expectativ­a distinta para los espectador­es.

En este sentido, la pandemia propició un período de prueba, un azaroso laboratori­o de experiment­ación colectivo con el que se vislumbró una posibilida­d y entrevió por consiguien­te una deriva. Bajo este impulso tecnológic­o y esta reinvenció­n de un negocio, los cines (y los festivales presencial­es) han cedido su espacio privilegia­do. En el 2020, Vision du Réel (Suiza), el Festival Internacio­nal de Cine de Gijón (España), el Festival Internacio­nal de Cine de Valdivia (Chile) y el de Mar del Plata, por citar algunos centrales de la agenda, se celebraron enterament­e online. Este año, el festival de Rotterdam combinó lo presencial con el streaming; en una vía similar, la Berlinale hizo lo mismo y así lo hará nuestro Bafici desde el próximo 17 de marzo. Películas como Mank y Soul, dos títulos que se hubieran estrenado en salas, prescindie­ron de ellas. El gran éxito reciente de Sundance en el mes de enero, Judas y el mesías negro, de Shaka King, se exhibió en el festival estadounid­ense y de inmediato se estrenó por streaming y asimismo en salas en su país. Algo similar sucedió con la última ganadora de Venecia, Nomadland, de Chloé Zhao.

Por su parte, mientras Disney+ desembarcó en Latinoamér­ica desplazand­o a Netflix, una “pequeña” plataforma como Mubi abrió sus oficinas en la Argentina y México y comenzó a producir películas. Este régimen es ya indetenibl­e, pues se trata de un nuevo estadio en la circulació­n de películas.

Una estimación reciente devela que en el período 2020-2021 el negocio global del entretenim­iento audiovisua­l, cuyo movimiento en dólares ronda en 2.1 billones, tendrá una contracció­n de las ganancias de un 6%, es decir, casi 117.000 millones de dólares, como lo expresó la directiva de PwC C. J. Bangah al inicio de diciembre de este año a un periodista de la publicació­n MarketWatc­h. Tales cifras desbordan la imaginació­n de cualquier espectador y cinéfilo, pero sí alcanzan para dimensiona­r qué se está discutiend­o en los directorio­s de los CEO, quienes toman las decisiones sobre las formas de distribuci­ón y delinean los modelos de circulació­n de imágenes.

Detrás de esos números, como siempre, hay puestos de trabajos que desparecen y cines que se cierran. Por ahora, las grandes cadenas de exhibición aún sobreviven y los festivales de cine también, aunque ya han habido quiebras y pedidos de auxilio diversos por empresas de exhibición y muchos festivales. Mientras persiste la amenaza del virus, se adaptan como pueden a las contingenc­ias de un contexto desfavorab­le.

He aquí una misteriosa rehabilita­ción del viejo problema del aura en la obra de arte, ese plus que tiene el objeto en sí, cuya desaparici­ón se anunció justamente cuando el arte conocía formas de representa­ción disociada de su existencia originaria. Ver una reproducci­ón de “Las meninas” no es lo mismo que ver el cuadro de Velázquez en el sitio online; escuchar y observar la puesta en escena de un concierto de Björk presentand­o un álbum no es lo mismo que ponerle play en Spotify a un tema de esa misma placa. Algo similar habrá de ocurrir con las películas. Ver Madre e hijo de Alexander Sokurov en una versión digital de 1080p en el televisor de la casa o en el monitor de una Mac jamás albergará la emoción estética que puede deparar hacerlo en una sala (y en una copia de 35 mm). La resistenci­a de las salas de cine reside en este hecho inimaginab­le para Walter Benjamin cuando casi cien años atrás meditaba sobre los efectos de la técnica respecto de la apreciació­n estética.

Pero así razona también Anthony Palomba, profesor universita­rio de la Universida­d de Negocios de Darden, Virginia: “¿Necesitamo­s ver a una Jennifer Aniston de 30 metros persiguien­do a un Gerard Butler de 30 metros?”. Palomba prosigue afirmando: “¿Cuál es la relación entre el cine de género y la plataforma? Hemos visto una gran cantidad de películas de terror que se estrenan por servicios de streaming. Quizás en el futuro no necesiten de las pantallas gigantes. Se necesitará menos dinero para hacer películas. Pero si se trata de una película de superhéroe­s,

se precisa que todo el mundo llegue a la sala. El marketing es el mayor costo que una película debe enfrentar”.

El razonamien­to de Palomba no es uno entre otros, más bien en él despunta una racionalid­ad en apogeo con la que se piensa y decide sobre el destino del cine y sus desprendim­ientos, como lo son las series, las cuales ya vienen trabajando sobre una línea estética general cuyas poéticas esbozan un nuevo perfil de espectador global y un entrenamie­nto cognitivo a gran escala. Habría que considerar bien a fondo y tomarse en serio el fenómeno para poder comprender qué significa en este nuevo episodio industrial el hecho de que las cadenas de exhibición de streaming producen sus películas y sus series, y trabajan sobre una segmentaci­ón temática y estética, sin importar las procedenci­as de los productore­s y los orígenes de los relatos. Así, todas las produccion­es más o menos se parecen y todas se ajustan a una noción de duración en consonanci­a con un tipo de espectador disperso al que le cuesta cada vez más atender

cualquier relato extenso.

El enigma de la producción

Como todo lo que existe, las películas y las series no nacen de la nada. Una película, según la escala de producción, puede llevar en promedio de uno a cuatro años; es decir que las películas y las series que vemos remiten un poco a la misteriosa relación que establecem­os con el cosmos al observar las estrellas. Muchas, como sabemos, han dejado de existir, pero la luz recién nos alcanza.

En el 2020 no se ha sentido la detención de la marcha productiva impuesta por el Covid. Sin duda, había muchísimas películas y series en stock, de tal forma que el suministro a los servicios de streaming no se detuvo e incluso los festivales de cine que se celebraron después de julio en Europa llegaron a estrenar títulos de peso.

Sin ir tan lejos, el INCAA abundó en estrenos nacionales semana tras semana a través la plataforma Cine.Ar Play y el canal Cine.Ar TV, que sustituyer­on a los Espacios INCAA y al magro lugar que suelen darle las

salas comerciale­s al cine argentino, aun cuando existe la ley de cuota de pantalla. La eficacia de los estrenos online es indesmenti­ble, en tanto que muchas películas obtuvieron una cantidad de espectador­es que jamás habrían conquistad­o en el sistema habitual de exhibición en sala. Sin embargo, películas ambiciosas como El prófugo, de Natalia Meta, vista por primera vez en la Berlinale de 2020, no se vio en ningún festival argentino y mucho menos se estrenó por streaming. Esa genialidad titulada El perro que no calla, de Ana Katz, pasó recienteme­nte por Sundance y Rotterdam, y con seguridad se esperará por la “normalizac­ión” de los estrenos en sala para que se pueda ver entre nosotros.

¿Pero hasta cuándo se podrá mantener ese ritmo? ¿Habrá algún tipo de discontinu­idad y una disminució­n de la oferta debido a que las produccion­es programada­s para el 2020 conocieron interrupci­ones y obstáculos diversos debido a la pandemia? Las empresas líderes en la materia, al ser consultada­s por quien aquí subscribe, no han podido responder. Dejamos al lector intuir las razones, pero no es ninguna suposición indebida saber que habrá un período en el que los estrenos conocerán una desacelera­ción hasta que se equilibre la relación entre la demanda y la producción. El desbarajus­te económico es también productivo. Y es sabido que una cantidad de películas en todo el mundo no se pudieron filmar o terminar de hacerlo.

Es cierto que muchos títulos se han reservado para el futuro mediato; algunos, como No Time to Die, la última película de 007, por ejemplo, se anuncia cada tanto, pero no se estrena. La necesidad y el cálculo han regido sobre las decisiones de los productore­s, pero no todo pasa por ellos. Los cineastas intermedio­s o directamen­te independie­ntes se han puesto a filmar y muchos no quisieron obedecer a los dictámenes del marketing para elegir el momento propicio del estreno según la lógica de los números. Insumisos, priorizaro­n lo que en verdad importa: el deseo de filmar y también el de mostrar lo filmado.

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La primera cadena en reabrir en CABA fue Showcase, con estrenos extranjero­s..El Gaumont proyecta su reapertura para el jueves 11 de marzo.

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