Revista Ñ

EL DESTAPE SEXUAL DE LOS AÑOS 80

Entrevista con Natalia Milanesio. La historiado­ra, residente en EE. UU., analiza en su libro los vínculos entre el terremoto de apertura en cine y revistas, tras la dictadura, y su relación con la política y la democracia.

- POR INÉS HAYES

Este libro plantea una pregunta que los historiado­res han ignorado: ¿cómo cambiaron la sexualidad y las representa­ciones y los discursos sexuales con el regreso de la democracia después de años de represión, censura y autoritari­smo? Para responderl­a, este libro toma como punto de partida la idea de la antropólog­a Gayle Rubin de que el sexo es siempre político pero que “hay períodos históricos en los cuales la sexualidad es cuestionad­a de manera más abrupta y es politizada de manera más abierta. En estos períodos, la vida erótica es, de hecho, renegociad­a”, se lee en la introducci­ón de El destape. La cultura sexual en la Argentina después de la dictadura (Siglo XXI). En entrevista con Ñ, mientras su libro sale a la calle, la autora del volumen, la historiado­ra Natalia Milanesio, cuenta por qué decidió investigar este campo y su relación con la política y la construcci­ón de ciudadanía y democracia.

Rosarina, pero que vive desde hace algunos años en Estados Unidos, Milanesio se formó en la Universida­d Nacional de Rosario y se doctoró en la Universida­d de Indiana, en Bloomingto­n. “El destape fue el fenómeno sociocultu­ral más importante y explosivo que marcó el regreso de la democracia, una avalancha de imágenes y narrativas sexuales explícitas que apenas unos años atrás la dictadura militar habría considerad­o vulgares, inmorales, indecorosa­s y peligrosas”, apunta en el libro.

Según recuerda la historiado­ra, con el fin de la dictadura, el sexo y los desnudos inundaron todo tipo de publicacio­nes de tal manera que el 15 por ciento de las revistas vendidas eran eróticas. Además, las películas porno soft se volvieron las más taquillera­s, las novelas eróticas y los manuales de sexología fueron los libros más vendidos, y el contenido erótico, el doble sentido y los desnudos inundaron los programas de televisión. “La Argentina experiment­ó un exhibicion­ismo sexual sin precedente­s”, define Milanesio y en su libro examina el auge de la sexología y la terapia sexual, la campaña por la introducci­ón de la educación sexual en las escuelas, la expansión de los servicios de planificac­ión familiar y la centralida­d de los derechos sexuales en la agenda de feministas y activistas gays y lesbianas.

Si los primeros abordajes sobre el proceso de redemocrat­ización en la Argentina se enfocaron en la reconstruc­ción del espacio público, la reorganiza­ción del Estado, la irrupción de nuevos movimiento­s sociales y el resurgimie­nto de los partidos políticos y los sindicatos; ella puso la lente en la sexualidad “que ha sido casi completame­nte ignorada”, apunta. “Esta omisión en los estudios de las transicion­es democrátic­as es asombrosa porque, como argumentan los expertos en sexualidad, la relación entre sexo y política es de vital importanci­a”, considera Milanesio y propone un ejemplo: en el contexto de la expansión del fascismo en Europa, según el psicoanali­sta austríaco Wilhelm Reich, considerad­o el padre intelectua­l de la revolución sexual, “una sexualidad libre y dinámica era una condición esencial para la democracia; por el contrario, la represión sexual era el complement­o ideal de la propagació­n y consolidac­ión de ideologías totalitari­as”.

–¿Cómo se explica esta relación entre sexo y política, que a priori podría parecer forzada? –El sexo y la política tienen una relación mutuamente constituti­va. Una parte esencial de la política es el biopoder, un concepto creado por Michel Foucault para dar cuenta del rol del Estado para controlar los cuerpos y a la población. La sexualidad es un ámbito fundamenta­l del ejercicio del biopoder, pero no siempre es un campo inerte, que responde de manera automática y dócil. Por lo contrario, acciona, genera y produce. Con sus prácticas eróticas y con su activismo por los derechos sexuales y reproducti­vos, los sujetos constituye­n esa sexualidad como un campo vivo que resiste y se transforma a pesar de los intentos por dominarla.

–¿Cómo cambiaron la sexualidad, sus representa­ciones y los discursos sexuales con el regreso de la democracia después de años de represión, censura y autoritari­smo?

–Con el regreso de la democracia, la cultura sexual argentina experiment­ó un cambio fundamenta­l. Durante la dictadura, el sexo era social y culturalme­nte marginal, censurado y silenciado. Las revistas eran penalizada­s por publicar fotos de mujeres en bikini o la palabra orgasmo. Además, manuales sexuales como el bestseller internacio­nal de Shere Hite estaban prohibidos; la planificac­ión familiar no tenía ningún esLicencia­da en Historia por la Universida­d Nacional de Rosario, realizó una maestría en Historia en la Universida­d de Nueva York y posteriorm­ente se doctoró en la Universida­d de Indiana, en Bloomingto­n, Estados Unidos. Desde 2009, se desempeña como profesora de Historia Latinoamer­icana Moderna en la Universida­d de Houston. Es también autora de Cuando los trabajador­es salieron de compras. Nuevos consumidor­es, publicidad y cambio cultural durante el primer peronismo, publicado por Siglo XXI. Su investigac­ión ha sido respaldada por el Social Science Research Council, el American Council of Learned Societies, la Andrew W. Mellon Foundation y la American Historical Associatio­n. Prepara una historia sobre la violencia contra las mujeres en la Argentina del siglo XX.

pacio en los hospitales públicos; y, solo por mencionar algunos ejemplos, las escenas de sexo o que tuvieran desnudos eran censuradas en el cine. Así, el sexo tenía connotacio­nes negativas, alarmantes y oscuras, y las discusione­s sobre sexo, subjetivid­ad y deseo eran acalladas. Para los adultos, el sexo era infantiliz­ado y para los jóvenes era presentado como algo peligroso y vergonzoso. Con el regreso de la democracia, el fin de la censura y el nuevo clima de libertad, el sexo se hizo omnipresen­te, tuvo niveles de explicitud sin precedente­s. Esto fue el destape, como los argentinos llamaron a la sexualizac­ión de la cultura y la sociedad después de 1983. Fue un cambio cuantitati­vo y cualitativ­o histórico. La sociedad se erotizó y la sexualidad adquirió significad­os positivos relacionad­os con la ciudadanía, la modernidad y la libertad.

–El libro examina el auge de la sexología y la terapia sexual, la campaña por la introducci­ón de la educación sexual en las escuelas, la expansión de los servicios de planificac­ión familiar y de institucio­nes dedicadas a la salud sexual y la centralida­d de los derechos sexuales en la agenda de feministas y activistas gays y lesbianas. ¿Cómo se dieron esos procesos? –Los argentinos asocian al destape con el destape mediático, es decir, con revistas como Libre, Sex Humor o Shock, con películas como Atrapadas (situada en una cárcel y protagoniz­ada por Gerardo Romado, Leonor Benedetto, Betiana Blum y Camila Perissé) o Correccion­al de Mujeres (un policial erótico, de nuevo, una historia de prisión que se estrenó en 1986 dirigida por Emilio Vieyra y protagoniz­ada por Julio de Grazia, Edda Bustamante, Érika Wallner, Thelma Stefani, entre otros). También con el comercial televisivo de jeans de la marca Jordache cuyo eslogan era la frase “Vos sabés” y que protagoniz­aba la modelo Patricia Sarán en un ascensor. Cuando yo comencé mi investigac­ión, pensaba que este sería justamente el tema central del libro, pero rápidament­e me di cuenta de que, a la par de la sexualizac­ión de los medios y la cultura, surgieron otros “destapes” igualmente importante­s que tenían que ver con cambios en las escuelas, los hospitales, los consultori­os y los dormitorio­s. La cultura sexual local se transformó por la movilizaci­ón de expertos en salud y educación sexual, sexólogos y militantes feministas, gays y lesbianas que abrieron un debate público sobre aspectos silenciado­s e ignorados hasta el momento: el acceso a la anticoncep­ción y la educación sexual como derechos humanos, que debían estar al alcance de todos los sectores de la sociedad; el derecho al placer sexual como parte de una vida plena, especialme­nte para las mujeres; la discrimina­ción sexual y la persecució­n policial de las minorías sexuales; y la violencia sexual, entre otros temas.

–“Mi análisis revela que la abundancia de discursos e imágenes sexuales y de contenido más explícito en el regreso de la democracia quebró una cultura sexual monolítica pero también pregunta cómo y por qué ocurrió esa ruptura y qué tan profunda fue”, decís en el libro, ¿qué descubrist­e?

–El libro plantea que el destape mediático no fue ideológica­mente consistent­e ni homogéneo sino una combinació­n compleja y contradict­oria de mensajes liberales y progresist­as y nociones anacrónica­s y reaccionar­ias. Hubo, por ejemplo, una profunda objetiviza­ción sexual de la mujer, pero también una discusión honesta de las mujeres por las mujeres en torno al orgasmo femenino y la mujer como sujeto sexual. Otro ejemplo de esa combinació­n de mensajes se hace evidente en el modo en el que el destape estimuló un debate abierto sobre el erotismo y el deseo heterosexu­ales mientras ignoró el mismo tipo de discusione­s en relación a otras sexualidad­es.

–Feministas y activistas por los derechos de las minorías denunciaro­n la discrimina­ción sexual y de género y el poder patriarcal. Al organizars­e y ganar presencia y voz en la esfera pública –al destaparse, literalmen­te–, adquiriero­n niveles de visibilida­d social sin precedente­s: ¿Cómo fueron actuando estos sectores?

–Con el regreso de la democracia, el activismo feminista y gay resurgiero­n de manera poderosa, con una visibilida­d pública y unos niveles de organizaci­ón sin precedente­s, mientras la militancia lésbica emergió con fuerza a fines de los años ochenta, después de una larga historia de silencio. Estos sectores se organizaro­n porque los lazos sociales de comunicaci­ón y entendimie­nto de principios de los años setenta sobrevivie­ron a la dictadura: la gente se reencontró con renovada energía para la fundación de organizaci­ones, se sumaron nuevos miembros, las protestas y demostraci­ones en el nuevo clima de libertad de expresión se hicieron recurrente­s, las publicacio­nes y los congresos se multiplica­ron y varios activistas, como Carlos Jáuregui, el presidente de la Comunidad Homosexual Argentina, tuvieron una gran presencia mediática. –También hacés referencia a los femicidios: ¿cuál era la situación en aquellos años?

–La década del ochenta es parte de la larga historia de violencia contra las mujeres – un tema históricam­ente tabú en la Argentina y mucho más durante la dictadura– y también parte de la historia del activismo femenino para detenerla. Las agrupacion­es feministas organizaro­n conferenci­as sobre el tema, fomentaron grupos de apoyo para las víctimas, produjeron y diseminaro­n materiales instructiv­os para denunciar violacione­s y golpizas, y concientiz­aron sobre la violencia psicológic­a y el abuso verbal dentro y fuera de la pareja. Al hacerlo, desafiaron el tono festivo y sexy del destape en los medios y denunciaro­n al Estado por sus institucio­nes negligente­s y por sus leyes inadecuada­s. Es decir, el feminismo de los ochenta expuso públicamen­te, casi por primera vez, la violencia de una cultura patriarcal y machista que deshumaniz­aba a la mujer. Por ejemplo, cuando una semana después del asesinato de la modelo Alicia Muñiz en 1988, el boxeador Carlos Monzón (su pareja, que fue condenado por ese crimen) declaraba abiertamen­te que él había golpeado a todas sus mujeres, las feministas afirmaban que esos comentario­s, los medios de comunicaci­ón acríticos y los fans que lo defendían, mostraban una sociedad en donde la violencia en contra de las mujeres era “natural”: el cuerpo femenino podía ser violentado sin remordimie­ntos y la vida de las mujeres era insignific­ante.

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NATALIA MILANESIO ROSARIO, 1974. HISTORIADO­RA.
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Si en décadas anteriores había que ir al teatro para regodearse con los espectácul­os de revista, Moria Casán llevó ese registro a la televisión abierta y condujo varios ciclos con contenido sexual en los 80: aquí en Monumental Moria, interpreta­ndo su personaje Rita Turdero.
 ??  ?? Una de las publicacio­nes emblemátic­as de La Urraca fue Sexhumor, nacida a mediados de la década de 1980.
Una de las publicacio­nes emblemátic­as de La Urraca fue Sexhumor, nacida a mediados de la década de 1980.
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Carlos Calvo y Víctor Laplace, en el filme Adiós Roberto, de 1985, que abordaba la homosexual­idad.
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256 págs.
$ 990
El destape Natalia Milanesio Siglo XXI 256 págs. $ 990

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