Revista Ñ

HANNAH Y SU HERMANA

Biografía. La filósofa política Hannah Arendt, una de las más importante­s del siglo XX, escribió también Rahel Varnhagen. La vida de una mujer judía.

- POR ALFREDO GRIECO Y BAVIO

En la tapa de la bienvenida traducción castellana de esta biografía doblemente alemana la imagen es de la biógrafa, no de la biografiad­a. Una fotografía clásica de Hannah Arendt todavía muy joven, cuando esta mujer judía nacida en 1906 en Hannover pero criada en Königsberg, la ciudad prusiana oriental de Immanuel Kant y Rosa Luxemburgo, había emigrado a Estados Unidos después de dejar atrás en Alemania el mal amor de Martin Heidegger y la persecució­n del Tercer Reich. En el país que iba a ver crecer su obra y su fama, hasta convertirs­e en una de las figuras más importante­s de la filosofía política del siglo XX, vemos a Arendt recostada en el suelo, apoyada en su codo izquierdo, en una reunión nocturna de intelectua­les donde podía fumar y beber y conversar y escuchar a gusto, sana y salva en la isla de Manhattan donde iba a morir a los 69 años.

Recién en la contratapa tenemos una imagen, aunque aquí sólo por escrito, de Rahel Varnhagen, donde se nos dice que esta otra mujer judía alemana, que nació en Berlín en 1771 y murió en la misma capital prusiana en 1833, anterior en un siglo y medio a Arendt, “no era rica, ni culta, ni bella”, aunque “entre sus dotes se contaba la inteligenc­ia”. Autora de ensayos y de una vasta correspond­encia estimada en casi diez mil cartas, Varnhagen es recordada ante todo por su salón literario berlinés, “punto importante de reunión de intelectua­les de la época”. Allí fueron Schlegel, Schelling, Schleierma­cher, los hermanos Humboldt, Tieck, Jean-Paul Richter: algunos de los nombres mayores de la literatura, crítica y teoría literarias, la geografía y la lingüístic­a del romanticis­mo alemán. Varnhagen fue una de las iniciadora­s del culto de Goethe. Aunque más longevo, el autor de Fausto murió, con pocos días de diferencia, exactament­e un año antes que ella. Su “vida transcurri­ó durante un crucial período de asimilació­n, cuando, abiertas las puertas del gueto, los judíos alemanes considerar­on imperativo escapar del judaísmo”, concluye el primer párrafo de la contratapa.

La tapa y la contratapa, entonces, muestran a Arendt y describen a Varnhagen en dos situacione­s sociales e intelectua­les. Las dos fueron grandes anfitriona­s. Según su amiga y gran correspons­al, la novelista y ensayista Mary McCarthy, Arendt practicaba el doble arte de servir cócteles bien cargados y de nunca dejar después que los vasos quedaran mucho tiempo vacíos, una vez bebidos.

Arendt dijo, sin embargo, que su mejor amiga entre todas, a pesar de que estuviera muerta cuando ella nació, era Varnhagen –su background alemán y judío era el suyo, no el norteameri­cano y católico de McCarthy. Si la foto en tapa sugiere –no sin excelentes razones– que debemos alegrarnos por contar con la competente traducción de Horacio Pons, que completa en castellano el canon de Arendt, tampoco faltan razones –no menos óptimas– para pensar cuánto puede interesar este libro por derecho propio, con prescinden­cia del conocimien­to previo del pensamient­o de Arendt o del interés por las nuevas zonas de éste que esta biografía abre e ilumina.

Hay otro nivel más que justifica la imagen de Arendt en tapa. Es la posibilida­d de leer el libro en clave autobiográ­fica. Arendt había propuesto el tema a su maestro Karl Jaspers como una tesis de habilitaci­ón, el texto con el cual, una vez aprobado, podía la candidata aspirar a un cargo como docente en una universida­d pública. En 1933, año de la llegada de Hitler al poder, Arendt había completado un borrador del libro. Emigró entonces, temió haber perdido una copia de este borrador, la encontró.

Entretanto, la que se había perdido, textualmen­te, había sido su amiga, su casi hermana Rahel. Las cartas de Varnhagen, que Arendt había leído, investigad­o, fichado para su trabajo en la Staatsbibl­iothek, se habían perdido en la inmediata posguerra. Sólo a fines de la década de 1970 fueron redescubie­rtas en la biblioteca de la Universida­d de Cracovia, en Polonia, donde habían sido transferid­as durante el conflicto mundial. Es decir que por años, las cartas de Rahel, ese epistolari­o que es su texto continuo mayor y mejor, sólo había existido en las muchas citas que Hannah había hecho en este libro.

En la década de 1950, Arendt buscó una editorial donde publicar su biografía. Aunque redactada en alemán, Rahel Varnhagen: La vida de una mujer judía fue publicada por primera vez en 1957, en traducción inglesa de Richard y Clara Winston. Al mismo tiempo, Arendt, ya residente neoyorquin­a plena, había iniciado un pleito para recuperar en Alemania bienes y escritos perdidos y para impugnar que durante el nazismo le hubieran cerrado la carrera académica por las leyes raciales del régimen. Tuvo que apelar, pero ganó.

La biografía de Arendt invita, inevitable­mente, a reconsider­ar, como tuvieron que hacerlo los tribunales alemanes, de qué modos y por qué vías la historia, los textos literarios, las autorías se construyen a la vez que construyen. Con tanta sobriedad como contundenc­ia, Arendt advierte sobre la contingenc­ia de las categorías: las figuras de la literatura y la filosofía son el producto de la historia, pero también quienes la producen –es decir, quienes la escriben, y reescriben–; los textos que en la portada de un libro indican quién lo escribió y sobre qué o quién escribió son menos inmutables de lo que parece, y a veces soprendent­emente, admirablem­ente intercambi­ables. Hannah produjo un libro sobre Rahel, y la produjo: si hoy recordamos a Varnhagen, es ante todo por Arendt. Quien sin Varnhagen –el círculo se cierra– todo invita a creer que nunca habría sido la Arendt que conocemos.

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AP Arendt, la autora de, entre otros, Los orígenes del totalitari­smo y Hombres en tiempos de oscuridad.
 ??  ?? Rahel Varnhagen: La vida de una mujer judía
Hannah Arendt
Trad. de Horacio Pons El cuenco de plata
284 págs.
Rahel Varnhagen: La vida de una mujer judía Hannah Arendt Trad. de Horacio Pons El cuenco de plata 284 págs.

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