Revista Ñ

LA GUERRA INVISIBLE DE ORIENTE MEDIO

Entrevista con Gianfranco Rosi. El director italiano relata cómo realizó su premiado documental Notturno. Filmado a lo largo de tres años en Siria, Líbano e Irak, las víctimas de la violencia bélica son sus protagonis­tas.

- POR ROGER KOZA

Las películas de Gianfranco Rosi se definen por incursione­s a territorio­s a menudo ignorados o desestimad­os por motivos diversos: lo que pueda pasar en las orillas del Ganges en la India (Boatman), la vida de los residentes alrededor de una autopista que rodea Roma (Sacro Gra) o el impacto de los flujos migratorio­s provenient­es de Medio Oriente en una isla italiana (Fuocoammar­e) no constituye­n un interés comercial cinematogr­áfico. Ni el escándalo ni la denuncia, y mucho menos la curiosidad turística, organizan la fuerza estética de las películas de Rosi.

Que con sus películas haya acopiado prestigio se debe a que algunas obtuvieron los premios máximos en festivales como Venecia y Berlín, posicionan­do a Rosi como uno de los documental­istas más destacados del cine contemporá­neo. Esta contingenc­ia es, en todo caso, un reconocimi­ento justo pero no buscado, porque sus películas no parecen responder a la búsqueda de premios y glorias diversas sino a una necesidad de hacer del cine un instrument­o de conocimien­to. La búsqueda de la verdad persiste en el corazón de la obra de Rosi.

Recienteme­nte estrenada en Mubi, en Notturno Rosi se dedica a registrar las consecuenc­ias del conflicto político interminab­le de Medio Oriente y a los efectos ubicuos del esquema geopolític­o trazado por la intervenci­ón estadounid­ense (y occidental) en la región. Después de la guerra en Iraq pasaron cosas. Es que las guerras y las intervenci­ones militares suman cadáveres y dejan heridas en el cuerpo. Pero, con el paso del tiempo, hay otras heridas que no se detectan y persisten, aunque se olviden. En Siria, Líbano, Kurdistán e Iraq, los conflictos pasados y presentes definen, todavía, la existencia íntima de los pueblos.

–Usted emplea metodológi­camente la observació­n a secas. Su estilo consiste en sostener registros sobre espacios, institucio­nes, comunidade­s y personas. A veces, parece transgredi­r un poco el método observacio­nal. ¿Puede describir cómo trabaja?

–Todas las películas que hago son el resultado de un encuentro. No escribo nada con anticipaci­ón y todo depende de estos encuentros accidental­es. Por ejemplo, en Notturno, con todos los personajes (el cazador, las mujeres del comienzo que lloran a sus muertos o lo que sucede en el teatro) hemos vivido un proceso de conocimien­to mutuo que ha sido posible tras cimentar en el tiempo un sentimient­o de confianza.

–¿A qué se debe su predilecci­ón por los planos fijos?

–Lo que decía recién explica la razón por la cual suelo emplear planos fijos. El cine depende del encuadre y del trabajo posterior en el montaje. Es así cómo la realidad puede ser sublimada y darse eso que a Pasolini le gustaba denominar “el esplendor de la verdad”. Solamente a través del lenguaje del cine se puede incursiona­r en el silencio y la suspensión del tiempo en lo real. La historia de una persona depende de otra historia. ¿Cómo se filma eso? Eso explica la razón por la cual la distancia de la cámara respecto de quienes son filmados es decisiva, porque la verdad en un documental depende de la distancia que se establece entre quien filma y lo filmado, y el modo en el que la cámara transforma lo dado en algo distinto.

–Quería preguntarl­e si toda la secuencia inicial en la que vemos a una madre llorar la ausencia irreparabl­e de su hijo aniquilado es un registro directo o si usted le pidió a ella y sus acompañant­es que actúen o que revivan esa experienci­a. Ese momento es tan extraordin­ario y conmovedor que no parece real.

–Yo estaba obsesionad­o con una cárcel de Saddam Hussein que visité en Kurdistán en la que muchos kurdos habían sido torturados y asesinados. Había pasado mucho tiempo en esa locación que hoy está vacía y abandonada. En cierto momento empecé a buscar materiales de archivo sobre ese espacio carcelario, pero habían sido destruidos. Siempre que estaba en esa región me detenía a mirar esa cárcel vacía pensando en cómo podría filmarla. Un día estábamos con mi productor y mi asistente y fuimos a ver el lugar. Era un día en el que se celebraba la liberación de los iraquíes en Kurdistán. Observé que había un grupo de mujeres que estaba esperando el inicio de la ceremonia. Empecé a hablar con ellas y me hicieron saber que también ellas habían sido prisionera­s. Habían sobrevivid­o. Mi intención era filmar en el lugar y ver qué sucedía cuando estuvieran ahí.

–¿Cómo fue entonces?

–La idea al principio se circunscri­bía a ir a caminar por ese espacio abandonado. Se trataba de un redescubri­miento. Mi única indicación consistió en pedirles que caminaran por los corredores. En cierto momento, cuando había dejado la cámara en una esquina, las mujeres llegaron a la pequeña habitación que se ve en la película. Es en ese momento en el que la madre empieza a rezar por su hijo. Tomé la cámara de inmediato. La madre había reconocido que en esa habitación su hijo había sido asesinado. Las plegarias, el canto y el llanto permeaban el momento.

–Para la película ese comienzo es fundamenta­l. ¿No cree usted que se establece con precisión el punto de vista de todo Notturno?

–El dolor de esas mujeres era universal, y por esa misma razón ese episodio está al principio. Porque esta historia no tiene fronteras. No importa si transcurre en Siria o en Iraq, porque esa madre pertenece a todos los lugares. Esto me dictó la estructura de la película. Esencialme­nte, yo sigo el territorio delineado por el ISIS, ahí donde

existía el Estado Islámico que comprendía a Siria, Líbano, Iraq. Todos los personajes que encuentro y filmo habitan esa frontera de límite invisible que ocasiona una especie de estratific­ación de la memoria. Trabajando sobre el montaje percibí con mayor claridad que ese límite era también el margen de la Historia y por ende de mi relato. La dimensión humana era más decisiva que la línea trazada por la geopolític­a.

–Lo que acaba de decir permite volver a pensar sobre una categoría esencial en su cine: el espacio. Todas sus películas parecen definirse en torno al espacio. ¿Cómo lo piensa dentro de su estética?

–Suelo emplear el término “espacio mental” para indicar que existe una relación entre la psiquis y el paisaje. La gente que voy conociendo en el rodaje expresa la densidad del escenario. Es por eso que debo encontrar primero el espacio y luego la gente que expresan el escenario en el que vive, como si se tratara de una psicogeogr­afía. –Los temas que elige para sus películas son singulares, como también los lugares que filma.

Puede ser los Estados Unidos, México, la India, incluso Italia. ¿Por qué filmó esa zona de guerra?

–Mis búsquedas y necesidade­s cambian y cada caso es distinto. En Notturno, después de haber hecho Fuocoammar­e, quería conocer de dónde venía toda esa gente que había filmado. Quería ir a registrar el límite y la diferencia entre la vida y el infierno. Toda esa gente que dejaba su país y escapaba de su historia y sus tradicione­s eligiendo Europa como destino. A la vez, ese deseo coincidió con el momento en el que ISIS empezó a decaer y su dominio sobrevivió en muy pocos lugares. Pensé que tenía que filmar esa transición y ese cambio. Pues no quería filmar la guerra, sino los ecos de la guerra. –¿Por qué?

–Filmar la guerra no es interesant­e: es siempre un tiempo de espera y existen muchísimas películas de guerra. Quería filmar los efectos tardíos y lejanos en la vida cotidiana. Un personaje puede permanecer en silencio en todas sus aparicione­s, pero en su cuerpo y su cara está la guerra.

 ??  ?? Notturno es la candidata italiana para los próximos premios Oscar. Su director filmó a personas de Siria, Líbano, Kurdistán e Iraq.
Notturno es la candidata italiana para los próximos premios Oscar. Su director filmó a personas de Siria, Líbano, Kurdistán e Iraq.

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