Revista Ñ

El enigma de Isabel Perón todavía deambula en las afueras de Madrid

- Héctor Pavón

I-sa-bel/I-sa-bel/I-sa-bel... para muchos es un grito que traslada cuerpo y mente a una bisagra temporal de espanto. Ese nombre recorría una parte importante de la multitud peronista que en 1973 había votado por la fórmula Perón-Perón y que lloró la muerte del líder en 1974. También, esa gran parte del país, sintió un raro entusiasmo –pero ninguna esperanza– de que la mujer del peinado rígido a fuerza de mucho spray pudiera dirigir el país que ya tenía la mecha encendida. Ese era un grito desesperad­o que creía poder frenar el rumbo del país hacia la fatalidad. Sin embargo, esas voces que vivaban a la viuda de Juan Domingo Perón parecen ser solo un registro guardado en una cinta antigua que se resiste a ser digitaliza­da. Hoy pocos recuerdan o quieren escuchar esos rugidos y esa voz.

El nombre de María Estela Martínez Cartas, luego devenida Isabel Perón, obliga a muchos millennial­s a googlearlo. Otros se recuestan en la indiferenc­ia más pasmosa. Isabel fue presidenta de los argentinos en el prólogo de la dictadura, entre el 1 de julio de 1974, cuando murió Perón, y el 24 de marzo de 1976. Luego estuvo presa hasta que en 1981 salió del país y se instaló en Madrid. Volvió en democracia, fue recibida por Raúl Alfonsín y por varios dirigentes del PJ y del sindicalis­mo, que deliraron con el retorno de la mujer que envidió y quiso ser Evita. Vino por cuestiones patrimonia­les. Luego, renunció definitiva­mente a todo, volvió a España e hizo todo lo posible para que nadie la recordara ni tampoco la ubicara. Rechazó cuanto pedido de entrevista periodísti­ca le hicieron en todos estos años. Para muchos, se volvió una figura enigmática, una sombra de Perón que se retiró a esperar el final. La cámara del cineasta Julián Troksberg indagó, investigó en dicho “enigma” en el documental Una casa sin cortinas, que se va a proyectar la semana próxima en el BAFICI. Habló con un número importante y sustancios­o de dirigentes, conocidos, vecinos, médicos, entre otros, que cuentan su aproximaci­ón u opinión sobre la presidenta menos pensada de la historia argentina. Troksberg vive en Nueva York, también dirigió y escribió las películas documental­es Furia, las peleas de Carlos Monzón (2019) y Simón hijo del pueblo (2013, en codirecció­n con Rolando Goldman); también es autor del libro La ruta hacia acá. “El propio silencio de Isabel alentó la construcci­ón de su mito”, sostiene el director.

Casi treinta voces clave dieron sus testimonio sobre Isabel para esta película. Nilda Garré es una de esas protagonis­tas necesarias para este cuadro oscuro e incompleto. En 1973, fue elegida diputada y junto con Santiago Díaz Ortiz y otros seis parlamenta­rios fueron conocidos como la “Banda de los Ocho”, por su oposición sin dudas a la decisión de Perón de llevar a Isabel Martínez de Perón como compañera de fórmula en las elecciones anticipada­s de septiembre, tras la renuncia de Hector Cámpora. Garré, sin sonrisas, frente a la cámara se refiere a Isabel como “esta señora”.

También habla Juan Manuel Abal Medina (padre) y Carlos Corach quien sostiene: “Ella no tenía ninguna condición para gobernar y estaba rodeada de una serie de dirigentes que tampoco tenía condicione­s para gobernar”. La estrechísi­ma relación de Isabel con el “brujo” José López Rega, su ministro de Bienestar Social, la había puesto automática­mente en sintonía con la ultraderec­ha armada de nombre aún hoy temible: la Triple A. El apoderado legal de la expresiden­ta, Juan Gabriel Labaké, asegura ante la cámara que Isabel le “tenía terror a José López Rega”.

El periodista Esteban Peicovich, Oraldo Britos, Juan Carlos Dante Gullo y muchos otros tratan de componer una imagen que sigue difusa, nublada. Se esfuerzan por recordar quién fue este personaje cuyo enigma parece no tener consistenc­ia, es más una ausencia, un personaje político a la fuerza, sin color ni fundamento.

Hay enfoques novedosos. Haydée Padilla, actriz y bailarina, conoció a Isabel cuando compartier­on clases de baile entre los años 50 y 60. Padilla –conocida también por su personaje La Chona– exalta el atractivo físico y las condicione­s de bailarina de esa mujer que iba a enamorar a Perón y que iba a convertirs­e en su delegada temporal. También habla favorablem­ente la dirigente Eva Gatica: “No hay que discrimina­r, era bailarina, una artista, era su trabajo”.

La artista Marcia Schvartz, testigo de todos estos años, muestra sus pinturas políticas, frescos de la época. En algunas de ellas, aparece Isabel. Una, en particular, retrata el ritual que organizó el Brujo López Rega para trasvasar el espíritu de Evita al cuerpo de Isabel. La viuda de Perón se puso cabeza a cabeza con el cadáver de la esposa de Perón muerta en 1952. No tuvo éxito, pero esa imagen es la que Schvartz llevó al lienzo y muestra en el documental de Troksberg. Isabel nunca pudo superar el peso histórico de esa gran líder, tuvo celos, también envidia.

El documental recorre la ruta, busca en Buenos Aires y Madrid las explicacio­nes de una presidenta apagada, esfumada, que alguna vez dirigió el rumbo del país y habló de aniquilaci­ón... “Yo no creo que hubiera ningún control sobre lo que los militares estaban haciendo”, dice Carlos Ruckauf, que integró ese gabinete frágil como ministro de Trabajo. “En el decreto 2.772 se colocó aniquilar el accionar, alguien planteó la discusión que aniquilar parecía matar y lo que había que hacer era frenar el accionar y quedó... me acuerdo que eso mucho se discutió, lo discutimos muchísimo”, reflexiona el político ante las preguntas de Troksberg. El polémico decreto le ordenaba a las Fuerzas Armadas, “bajo el Comando Superior del Presidente de la Nación, que será ejercido a través del Consejo de Defensa”, la ejecución de las operacione­s militares y de seguridad que “sean necesarias a efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivo­s en todo el territorio del país”. Osvaldo Papaleo la valora: “La dictadura la encarceló, fue una presa con dignidad”.

Ausencia. Isabel no tiene presencia en la Galería de bustos de la Casa de Gobierno. Después del de Héctor Cámpora, hay un salto histórico hasta el de Alfonsín. Es ignorada por la historia oficial. Sin embargo, el documental cuenta que hubo un busto de mármol con la figura de Isabel hecho por Enrique Savio. Desapareci­ó, pero el artista conserva el molde de yeso que se utilizó para su confección y se lo muestra al documental­ista.

Final. Isabel cumplió 90 años en febrero, es un fantasma que vive –aún– en Madrid. Troksberg llegó hasta la puerta de la casa, tocó el timbre y dejó una carta bajo la puerta invitándol­a a conversar. Tiempo después ella le respondió: “Hace años que como norma no concedo ningún tipo de entrevista, especialme­nte porque hace muchos años que dejé la política y cualquier cosa que yo pueda decir no tiene mayor importanci­a. Será la Historia la que me juzgue por mis aciertos y errores y sobretodo por mi lealtad a los principios políticos del Peronismo así como a mi querida patria argentina”.

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Dos de Isabel: con Perón en Puerta de Hierro y posando sola.
El busto de yeso que le sirvió a Enrique Savio para hacer el de mármol, que, finalmente, desapareci­ó. Dos de Isabel: con Perón en Puerta de Hierro y posando sola.
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