La huella que Francisco dejó en Irak
Balance. Las autoridades iraquíes presentan la histórica visita del Papa como evidencia de la seguridad del territorio, aunque los ataques no cesan.
Irak apostó, con la primera visita papal en su historia, por la diplomacia y la seguridad, y espera sacar rédito político y económico de ello. Pero, según los expertos, los desafíos son tan grandes que el éxito cosechado podría ser efímero. Esta visita es un “giro”, asegura el portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores, Ahmed alSahhaf. “Si Irak no fuera estable ni seguro, ¿creen que alguien de la talla del papa podría recorrerlo?”, dice, mientras menciona la idea de “reforzar lazos con otros países gracias a esta visita”.
Una pregunta de fondo y compleja, teniendo en cuenta que hace solo tres años, Irak estaba en el centro de todas las miradas, pero por la violenta guerra que libraba contra el grupo Estado Islámico (EI), que controlaba en 2014 un tercio de su territorio. Y apenas unos días antes de la visita del papa Francisco, disparos de cohetes mataban a un estadounidense.
Al recibir al pontífice argentino, Bagdad quiso demostrar que la seguridad estaba de nuevo garantizada en el país. Irak también buscó mostrar la “coexistencia” entre sus múltiples religiones y etnias, algunas de las cuales fueron víctimas de las atrocidades de los yihadistas.
Francisco ya expresó su apoyo hace dos años a los cientos de miles de manifestantes que reclamaban el fin de la corrupción, y denunció la mortífera represión de las protestas. En sus discursos de hace una semana, denunció la “corrupción” y pidió el cese de las interferencias extranjeras en un país cercado entre Estados Unidos e Irán. También escogió cuidadosamente el recorrido y las etapas del viaje.
La imagen del papa en medio de una iglesia en ruinas en Mosul, por ejemplo, “saca a la luz las críticas de los iraquíes hacia sus autoridades locales, los gobiernos ineficaces, la lenta reconstrucción que impide el regreso de los desplazados” (más de un millón en el país), descifra Sajad Jiyad, investigador de la Fundación Century.
El papa, que ignoró todas las advertencias por la suba de casos de coronavirus y la escalada de atentados en las últimas semanas, cerró la primera visita de un pontífice en la historia del país, con un llamado a una “reconstrucción” que tenga en cuenta a las minorías, especialmente a la diezmada población cristiana, y que evite la “tentación de responder” a los ataques sufridos por el país a manos de potencias extranjeras y conflictos internos.
Para el politólogo iraquí Osama Al Saidi, “esta visita quería poner el foco en las capacidades y la importancia de Irak, a nivel nacional e internacional”.
Durante la visita del papa, a nivel de seguridad, no se produjo ningún incidente “ni siquiera mínimo”, insiste un responsable de los servicios de seguridad. “Esto prueba que Irak es capaz de proteger a las delegaciones extranjeras, que vendrán más fácilmente en el futuro”, añade. Pero la realidad es que los iraquíes siguen teniendo solo unas horas de electricidad al día y, muchas veces, sufren problemas sanitarios relacionados con el agua. Sin hablar de los hospitales, incapaces de hacer frente a la pandemia de coronavirus, que ya causó más de 13.000 muertos en el país.
Y además, como enumera Jiyad, “responsables comunitarios atizan las tensiones étnicas, Irán interfiere en los asuntos iraquíes y hay problemas con los grupos paramilitares”, muy numerosos, en un país donde persisten células latentes del EI. “Lamentablemente, parece que habrá más noticias tristes sobre Irak que alegres”, advierte.