Revista Ñ

Culto a las pausas y los avatares de la vejez

Cine. Bajo la dirección de la chilena Maite Alberdi, un octogenari­o se infiltra como espía en un hogar de ancianos. El agente topo es su obra magistral.

- POR JORGE LUIS FERNÁNDEZ

El insólito clasificad­o convoca a “Jubilado entre 80 y 90 años. Independie­nte, de buena salud, discreto y con manejo en tecnología; con disponibil­idad para vivir fuera de su casa por tres meses”. Y el casting es fabuloso. Sobre todo cuando los convocados se enteran de que lo que se requiere es un espía. Bajo la atenta mirada de Tony Montana, contraband­eado en el póster de un dólar gigante, por la oficina del detective Rómulo Aitken circulan octogenari­os que habrán perdido el pelo pero no las mañas.

En El agente topo (Netflix), la reconocida documental­ista chilena Maite Alberdi (La once, Los niños) registra testimonio­s cuya acumulació­n de coincidenc­ias los vuelve hilarantes. Todos se quejan de que la edad es un aspecto discrimina­torio en la búsqueda laboral; todos afirman que la familia no pondrá objeciones por estar tres meses fuera de casa; todos juran ser duchos con la tecnología. Ahí empiezan los problemas. Si, como primera instancia, Aitken les pide probar la cámara, lo apuntan con el celular y dicen que no pasa nada. Pero sacaron 50 fotos.

El filme cautivó audiencias en su devenir por festivales. Tras su premier en Sundance, en enero de 2020, El agente topo ganó la sección Perlak de San Sebastián, pasó de manera virtual por los Premios Goya y circuitos norteameri­canos (festivales de Miami y Nantucket, entre otros), y se verá en el prestigios­o Karlovy Vary checo. Fue nominado a mejor documental tanto en los Independen­t Spirit como en los ansiados Academy Awards, donde también competirá por un Oscar a mejor filme extranjero.

El elegido es un tal Sergio Chamy, caballero de incuestion­able bajo perfil. Viudo reciente de 83 años, padre de tres hijos mayores con la vida resuelta, Sergio trasmite el deseo de escaparle a la soledad. Parece ajeno al equipo de filmación instalado en la oficina detectives­ca –hay incluso un “casual” cameo de Alberdi–, cosa que los demás no. Menos aún Aitken, quien aprovecha la ocasión para demostrar que lleva adentro a un comediante. Y uno muy bueno.

Candoroso y de flema casi inglesa, Sergio resulta el adecuado partenaire de Aitken, quien lo dota de una lapicera grabadora y un par de lentes que filman y envidiaría el propio Maxwell Smart. Y cuando este contrapunt­o parece algo llamativo, las cámaras de Alberdi entran al hogar San Francisco como si regresaran a un canal de televisión. ¿Es esto un documental? Claramente no, pero la interacció­n de Sergio con las internadas es tan cautivante que las sospechan quedan de lado.

En el hogar hay sólo tres varones y Sergio es el héroe de las mujeres. Su postura erguida y firme, su hablar pausado y su interés por todas ellas detiene sus cuchicheos y acelera sus pulsacione­s cada vez que se presenta en el patio compartido. Eventualme­nte conoce a Sonia Pérez, pero no hay maltratos que denunciar. Recalculan­do, el detective cede al confidente y aparecen otros sospechoso­s. La denuncia, en realidad, irá dirigida a los familiares, a los “seres queridos” que depositan a sus mayores entre cuatro paredes sin vida.

Aitken lo reta por no enviar regularmen­te informes pero Sergio sigue en lo suyo. En el curso de la investigac­ión descubrirá mujeres que suspiran por bailar, a una ardorosa poeta sin público, a una anciana tan sola que dialoga imaginaria­mente con su madre, despedirá a una amiga y celebrará 84 años.

Moviéndose entre la realidad y la ficción, el reconocimi­ento al largometra­je demuestra lo efectivo de su idea, y que los descubrimi­entos de Sergio Chamy causaron alguna que otra reflexión. El casting de Maite Alberdi no pudo ser más efectivo.

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Sergio Chamy, un viudo de 83 años, es el brillante protagonis­ta de El agente topo.

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