Revista Ñ

LOS JUGUETES RABIOSOS DE AGUSTÍN VIÑAS

Con sus superhéroe­s, personajes y peluches pintados al óleo, Agustín Viñas parte de recuerdos infantiles para crear narrativas sobre el mundo contemporá­neo cargadas de oscuridad.

- POR URIEL RUIZ

La primera impresión que se tiene al entrar en la galería es la de haber accedido a un plano muy cercano a lo fantástico y, paradójica­mente, hiperreal. Con el uso magistral del color, la luz y la sombra, Agustín Viñas (La Plata, 1974) logra crear la mágica sensación de que es posible tocar y sentir las texturas nítidas de los objetos representa­dos en lienzos de diversos tamaños: formas suaves y tersas, sugestivos pliegues y curvas, materiales blandos de colores estridente­s, superficie­s brillantes y pulidas. Pero en este virtuosism­o pictórico no concluye todo.

Viñas, de 46 años, exhibe en la Galería Zurbarán 18 de sus más recientes creaciones pintadas al óleo. Como es usual en sus obras, se trata de retratos de personajes y juguetes infantiles fácilmente reconocibl­es por adultos y por niños (es por ello que en sus muestras es habitual que haya niños recorriend­o ¡o corriendo!). Sin embargo, si bien su estética se basa en la réplica exacta de estos objetos, abre un juego conceptual insospecha­do en el que los títulos son parte esencial de la composició­n.

Es claro que los objetos que protagoniz­an las obras de Viñas responden al patrón estético que el filósofo británico Simon May identificó como lo cuqui (“cute”, en inglés): “figuras, muñecos, personajes u objetos que despiertan nuestra ternura, nuestra capacidad de empatizar y proyectar amor por su combinació­n de colores, sus formas redondas y suaves, o su tamaño pequeño y manejable”. Superhéroe­s –Spiderman, Superman, Flash-, marcas de juguetes –Lego, Playmobil, Funko–, personajes de Disney y Pixar– Mickey Mouse, Blancaniev­es, Sullivan–, están todos habitando nuestros recuerdos nostálgico­s de la infancia, pero también disponible­s para formar parte de narrativas más complejas y oscuras que compiten con las que surgen en una primera mirada inocente de los cuadros.

Sobre las paredes blancas de Zurbarán, destacan ahora Minnie Mouse, Kitty y Batgirl, que lideran el llamado a la acción a gran escala de “Girl Power” (2020). En “El mejor amigo del monstruo” (2020) el reemplazo de la palabra “hombre” por “monstruo” en la conocida frase popular cambia el significad­o de la imagen. El peluche de Sullivan (Monsters Inc.) abrazado al perro Max (Mascotas) nos hace ahora reflexiona­r acerca del comportami­ento muchas veces “monstruoso’’ del hombre hacia los animales.

Pero no por nada lo cuqui abunda en el mercado del arte: las investigac­iones actuales en neurocienc­ias muestran que las imágenes que provocan emociones intensas preparan al cerebro para recordarla­s de forma más eficiente. Obras de Jeff Koons, Takashi Murakami, Damien Hirst o Romero Britto, que se venden a precios exorbitant­es, se replican por doquier en prendas de indumentar­ia o de diseño.

Los detractore­s de este tipo de arte arguco, mentan que son obras que no tienen ningún mensaje para transmitir más que lo tierno o agradable de sus personajes y colores. Paradójica­mente, tal vez la mejor metáfora de esto sea una obra del propio Viñas: “Jeff PUM!” (2018). El título es un ingenioso juego de palabras basado en la homofonía del apellido Koons y la onomatopey­a “Pum” y en la imagen puede verse a un pequeño soldadito de juguete que con un disparo podría hacer estallar a “Balloon Dog”, la obra de Koons que en 2013 se vendió en la casa de subastas Christie’s por 58,4 millones de dólares. El estallido de “Balloon Dog” revelaría para sorpresa de nadie que está hueque no esconde nada, solo aire. Es la síntesis perfecta del vacío de contenido que reina en gran parte del arte actual, según suelen denunciar muchos críticos e historiado­res del arte. El mismo Koons ha dicho que utiliza imágenes banales porque la sociedad responde a lo banal.

Viñas no es ingenuo –no es casual que ante cada nueva pintura, gran parte de sus seguidores en las redes sociales reaccionen inicialmen­te con un alto componente emocional– pero con una alquimia irónica su obra trasciende lo meramente cuqui. Tal como señala el artista, lo que persigue es “conmover de alguna manera, que la imagen sea un atractivo para después decir algo más. Movilizar a alguien o detonar una idea”. Si la imagen es el señuelo que seduce y atrae, el título de cada una de sus obras es el vehículo que lleva al público hacia el mensaje que el artista busca transmitir.

Biólogo con orientació­n en ecología, antes de dedicarse por completo a la pintura, Viñas fue ilustrador de libros y revistas científica­s junto a paleontólo­gos. “Patoruti” (2019) guarda registros de esa época. En efecto, el pato de peluche es un ánade real, una especie que es fauna autóctona del bosque de Vallombros­a (como la pintura de Emilio Pettoruti que Viñas reproduce detrás), víctima de la caza deportiva. En su nueva “Hater” (2020) retoma a Pettoruti (esta vez reproducie­ndo su obra “Concierto”) y a través de un “gorila” enojado nos recuerda que “odiadores” hubo siempre, ya que cuando el pintor expuso por primera vez su obra de vanguardia en el país, los haters de su época querían golpearlo y reclamaban cárcel para él.

Los títulos entonces poseen un carácter disruptivo respecto de las pinturas capaz de disparar la sorpresa. Y la sorpresa precede al pensamient­o pero da lugar a él; permite reflexiona­r, que etimológic­amente significa “volver a mirar”. No es poco: un llamado a la reflexión incluso en una época signada por lo inmediato.

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Agustín Viñas
 ??  ?? “Girl Power”, óleo sobre lienzo, 130 x 180 cm., 2020, una de las 18 pinturas de Agustín Viñas en la muestra de Zurbarán.
“Girl Power”, óleo sobre lienzo, 130 x 180 cm., 2020, una de las 18 pinturas de Agustín Viñas en la muestra de Zurbarán.
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“Tempos violentos”, óleo sobre lienzo, 50 x 80 cm, 2020.
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“Game over”. Óleo sobre lienzo, 100 x 110 cm. 2020.
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“No me olvides”. Óleo sobre lienzo, 60 x 80 cm., 2020.

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