Revista Ñ

“SENTIMENTA­LIZAR LA POLÍTICA LLEVA A LA BARBARIE”

Entrevista con Javier Cercas. El autor de Soldados de Salamina y Terra Alta se embarca en una violenta diatriba novelístic­a contra el poder, la política y los maltratado­res de mujeres. Otro caso para su investigad­or Melchor Marín.

- POR XAVI AYÉN

Ha vuelto el autor de Soldados de Salamina. Y cómo. Independen­cia es el segundo volumen de la serie del mosso d’esquadra Melchor Marín. Tras la novela Terra Alta (2019), Javier Cercas presenta un thriller político ambientado en 2025 en el que una banda chantajea a la alcaldesa de Barcelona con un vídeo sexual de su juventud en que aparece con tres hombres en un colchón.

–Su mosso da palizas a los maltratado­res de mujeres.

–La justicia y la venganza son los temas centrales de la novela. Desde que el mundo es mundo, los hombres nos dedicamos a pegar a las mujeres y a matarlas. Melchor Marín no es un ideólogo del #MeToo, pero lleva este tema en los genes, insertado en su propia biografía, como hijo de una prostituta. No lo soporta, sencillame­nte.

–Hay también el tema de la clase social, hasta del odio de clase. Usted no es ningún antisistem­a pero los malos son de Pedralbes. Hay aquí más crítica social que en el resto de sus novelas. –Yo, como novelista, y no me lo ponga en el titular, veo a Pablo Hasél como un socialdemó­crata de mierda. Hay rabia contra las élites, es un libro furioso. Total.

–El Cercas que conocemos, su personaje público, no es así.

–Pero el auténtico Cercas es este, el furioso. Yo soy un tipo que intenta ser civilizado, comportars­e bien, porque si me comportara como soy destruiría el mundo. Lo argumentó Georges Bataille: todos llevamos una bestia dentro, furia, dolor, odio, apetencia de muerte, que diría Lorca. ¡Soy una auténtica bestia! La literatura me permite sacarla, formalizar­la, porque si no... Yo me pregunto dónde mete la gente la furia. Yo, en las novelas...

–Otros queman contenedor­es. –¡Exactament­e! Pero eso es una mariconada comparado con una novela destructiv­a. Quemar contenedor­es no sirve para nada, sirve para que las élites sigan en el poder, para destruir y para joder a algún trabajador. Venga ya, que envíen a Hasél a su casa, ya está bien que le paguemos todos la comida a este pijo, que tiene mucha pasta. Yo lo veo hasta de derechas. Melchor Marín sí que es rock’n’roll. Los mata a todos y se acabó.

–Está usted desconocid­o.

–Cuando acabé la novela, estaba eufórico, gritaba por la casa ‘¡los he matado a todos!’, mi mujer me miraba raro. Lo que quiero es que el lector haga lo mismo, que grite ‘¡de puta madre!’, que ría, estalle de gozo... y luego, ya más tranquilo, se dé cuenta: ‘¡Pero qué estoy haciendo!’. Es como cuando uno llora con los sufrimient­os del Padrino, aunque sea una mala bestia, o con Ricardo III. No se engañe, mi verdadero yo es este.

–¿Sí?

–¡Sin la menor duda! El otro que usted conoce es un farsante, intenta portarse bien porque, si saca al otro, empieza a degollar gente. Como usted.

–Vemos una Barcelona del futuro inmediato, donde ha crecido la xenofobia.

–Cuando escribí la novela, no había once diputados de un partido xenófobo en el Parlament, y ya están ahí. La alcaldesa de mi novela es más peligrosa que ellos, porque hace como Salvini, viste el viejo discurso de la xenofobia con tintes atractivos.

–Ella antes era progresist­a y alternativ­a, luego se hace de derechas y católica.

–Sigue dando lecciones de moral, desde otro lugar ideológico. Eso es repulsivo, como la sentimenta­lización de la política. Un personaje cínico de la clase superalta dice: ‘El catalán que no quiere la independen­cia no tiene corazón, el que la quiere no tiene cabeza’. Así es la élite catalana. La clave es la sentimenta­lización de la política. La democracia debería ser la racionaliz­ación del apolítica, sentimenta­l izarla lleva a la barbarie, eso es un problema que tenemos, como la moralizaci­ón, que los políticos nos den lecciones de moral, exhibiéndo­se.

–En su libro, si se tira del hilo, ya sea en la derecha o la izquierda, aparecen siempre las mismas familias.

–Pasa en Barcelona y en todas partes. Ese enquistami­ento de las élites es común en toda Europa, en EE.UU. fluye mucho más. Tras la alcaldesa, están los de siempre. La democracia es el mejor instrument­o que hemos encontrado para protegerno­s de la voracidad de las élites, porque el poder quiere más poder y el dinero quiere más dinero. Eso es así desde que el mundo es mundo.

–Pero ¿usted, como escritor de éxito, no está en contacto con esas élites?

–Muy poco pero sí, algunas de las cosas que les hago decir se las he escuchado yo directamen­te. He coincidido con ellos por circunstan­cias. Vidal dice en un momento que ellos sacaron a la gente a la calle en el 2012 para presionar a Madrid y conseguir mejores réditos en la crisis en que estábamos sumidos, lanzaron a las masas el cebo de la utopía disponible, vamos a crear un nuevo país maravillos­o, pero luego esas mismas élites están asustadas porque la gente se creyó lo que le contaban, esas mentiras, y no saben cómo hacerles volver a casa. Esto me lo han dicho a mí tal cual, por ejemplo una persona muy poderosa, sin ningún problema. ‘Hemos perdido el control’, me decía.

–¿Quién?

–Cuando cierre este aparato grabador, le doy el nombre y los apellidos, sin problema.

–¿Qué representa Ricky, el personaje de origen humilde?

–Es un hombre que busca la independen­cia personal y económica de manera equivoca

da: ‘Arrímate a los buenos’, le dicen, como al Lazarillo de Tormes. Se arrima a la élite, y la élite lo usa como papel higiénico. Eso no ocurre solo aquí, basta con leer a Tácito.

–Un personaje dice: ‘La democracia se ha olvidado de la vivienda pública’.

–Es que es verdad. La política social de Podemos me parece conservado­ra, y tampoco me gusta su maquiaveli­smo. Pero la política social es eso: construir viviendas. En Europa lo llevan haciendo hace muchos años, pero aquí seguimos viviendo en la especulaci­ón. ¡Que hagan pisos de una vez! En Alemania o los países del norte, la gente puede comprarse una casa o vivir de alquiler de modo razonable, aquí nadamos entre tiburones.

–Retrata el poder del dinero, visto como el auténtico poder.

–Eso no exime a la política de responsabi­lidad. Aquí el dinero ha tomado el poder, pero somos nosotros, usted y yo, los que elegimos a los políticos. Luego no nos quejemos, somos los responsabl­es. El dinero está ahí, deseando devorarlo todo, pero el poder democrátic­o no puede decir: ‘Ah, es que quienes mandan son ellos’. No, no, la política democrátic­a tiene instrument­os para pararlos, a los más poderosos, incluso a Google lo está poniendo recto la Unión Europea. El poder político manda mucho y tiene el deber de hacerlo.

–Por favor, dígame que lo de cortar dedos se lo ha inventado, y que eso no pasa en Barcelona...

–Eso me lo he inventado, pero pasan otras atrocidade­s, por ejemplo a las mujeres se les pega fuego, se les acuchilla, se las apaliza, eso pasa a diario.

–Como en la segunda parte del ‘Quijote’, aparece la novela ‘Terra Alta’ de Javier Cercas. A ver si va a resultar que existe Melchor Marín.

–Si resulta que hay personajes ficticios que han leído la novela, sería posible que Melchor existiera en la realidad. Hay personajes que se meten con Cercas y lo llaman ‘liante de cojones’ por cómo explica los hechos. Sí, Melchor puede existir.

–Es realmente su obra más crítica con la sociedad...

–Como persona soy razonablem­ente cobarde, como usted sabe, pero como escritor no puedo serlo, sería como un torero cobarde, alguien que se ha equivocado de oficio.

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CEZARO DE LUCA En su nueva ficción, Cercas encara sin tapujos, y ya desde el título, la problemáti­ca situación política de Cataluña.
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400 págs.
Independen­cia Javier Cercas Tusquets 400 págs.

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