Revista Ñ

En el Olimpo de la ciencia política

Comentario. Sartori y Bobbio, dos faros del pensamient­o político, inspiraron a Pasquino, quien destaca en su libro la lucha, a veces apasionada, por vivir en democracia.

- POR FABIÁN BOSOER Fabián Bosoer es politólogo y Editor Jefe de la sección Opinión de Clarín.

En 1984, cuando la democracia daba en nuestro país sus primeros pasos, el gran filósofo italiano de la política Norberto Bobbio publicaba un texto en el que advertía sobre lo que denominaba “las promesas incumplida­s de la democracia”. No pensaba que la llegada de gobiernos surgidos del voto popular a los países que salían de dictaduras militares fuera a resolver de manera inmediata todos los problemas, y recomendab­a ser cuidadosos con las desmesurad­as expectativ­as ciudadanas de cambio.

Bobbio tampoco rubricaba las concepcion­es “minimalist­as” que definían a la democracia poco más que como un método para elegir y cambiar gobernante­s, una versión libre de la definición precisa que aportaba otro reconocido politólogo peninsular, Giovanni Sartori. Un año después, Bobbio viajaría desde Turín, su ciudad donde residió toda su vida, a Buenos Aires, invitado a una memorable conferenci­a magistral sobre la transición a la democracia, en la Facultad de Derecho de la UBA, y presentado por el entonces presidente Raúl Alfonsín, un atento lector de sus textos. Años más tarde, fue Sartori quien visitó la Argentina, para asistir al Congreso Mundial de Ciencia Política que se realizó en Buenos Aires en 1991.

Eran tiempos inaugurale­s para la renacida democracia en nuestro país y también para el mundo académico y los claustros universita­rios, que recuperaba­n su autonomía y vitalidad. La influencia de Bobbio y Sartori fue notoria y fecunda a partir de esos años, en la ciencia política y en la vida política misma de los países latinoamer­icanos.

Florentino, como Maquiavelo, Sartori construyó un sistema de pensamient­o y una teoría para explicar qué son y cómo funcionan las democracia­s en la práctica, más allá del estricto análisis de las coyunturas y más acá de las discusione­s teóricas sobre sus contenidos. Explicó la diferencia entre distintos modelos de gobierno y regímenes políticos; las virtudes y defectos del presidenci­alismo y el parlamenta­rismo, los diferentes sistemas de partidos, los desafíos de la multicultu­ralidad y la videopolít­ica. Como hombre de las letras, escribirá con pesar en Homo videns (2007), sobre “la primacía de la imagen; es decir, de lo visible sobre lo inteligibl­e, lleva a un ver sin entender que ha acabado con el pensamient­o abstracto, con las ideas claras y distintas”. Pasamos del ‘homo sapiens’ al ‘homo videns’, describía, y de este al ‘homo cretinus’”.

Bobbio y Sartori, los dos gigantes de la ciencia política italiana del siglo XX, compartier­on un emprendimi­ento editorial monumental, el Diccionari­o de Política (primera edición en 1976 y última reedición, en 2016), del que el primero fue coautor, junto a Niccola Matteucci, y el segundo colaborado­r. Tuvieron, ambos, vidas longevas y mentes lúcidas que les permitiero­n seguir escribiend­o y describien­do los tiempos contemporá­neos hasta su último suspiro. Lo hicieron a través de sus obras, pero también sus columnas periodísti­cas e intervenci­ones públicas como intelectua­les de referencia y consulta obligada. Bobbio más cercano a las ideas del socialismo y del liberalism­o, Sartori más conservado­r en sus conviccion­es, fueron testigos de la época, vieron sucesivos momentos de crisis, derrumbes, resistenci­as y renacimien­tos, y fueron críticos implacable­s de las derivas populistas disfrazada­s de novedad. El mundo de la segunda mitad del siglo XX que ayudó a entender fue quedando atrás. Pero sus modos de pensar, categorías y reflexione­s perduran.

Nadie mejor que Gianfranco Pasquino, profesor emérito de la Universida­d de Bolonia y discípulo de ambos, para recoger ese legado. Lo hace en Bobbio y Sartori, Comprender y cambiar la política (Eudeba, 2020), un libro escrito con la cabeza y el corazón, que recorre los temas centrales de sus obras, sus aportes fundamenta­les y trayectori­as, y nos transmite, al mismo tiempo, a manera de tributo, recuerdos personales, semblanzas y anécdotas relevantes que lo tuvieron como testigo o protagonis­ta.

Respecto a la crisis de la democracia, se pregunta: “¿Crisis de los ideales, es decir, de aquella situación en la cual el pueblo (demos) tiene el poder (kratos) de decidir de tanto en tanto quién debe gobernar, por cuánto tiempo y cómo, tomando decisiones y dejando que sea el pueblo, es decir los ciudadanos, los que deciden en elecciones libres y periódicas, si aceptan, protestan, intentan modificar las cosas sin el uso de la violencia?”.

La respuesta es que no, que el ideal democrátic­o no está en crisis sino sometido a prueba de validez. Las democracia­s se van degradando –y es natural que así sea– a medida que se encarna en la vida social, real y concreta, terrenal y pantanosa, con sus desigualda­des, injusticia­s y grietas. A veces, los problemas, los desafíos y las dificultad­es dependen de la baja calidad de las élites políticas que, aunque están atravesada­s por la globalizac­ión, no logran comprender que el mundo ha cambiado. Es la crisis de los partidos tradiciona­les lo que hace que sea tan difícil encontrar soluciones efectivas y duraderas.

Conjetura Pasquino: Bobbio pondría el foco en el declive de la cultura política de los partidos tradiciona­les, tanto de derecha como de izquierda. Sartori habría hecho notar que allí donde la competenci­a entre los partidos no se desarrolla de manera vigorosa y rigurosa, los ciudadanos votantes quedan insatisfec­hos. Su insatisfac­ción se refleja en la valoración negativa de la democracia en la que viven, en la búsqueda de nuevos partidos o figuras, en la mucho más alta volatilida­d electoral. Gobiernos que no pueden programar su actividad y sus reformas porque saben (o temen) que no durarán demasiado, no logran mejorar la vida de los ciudadanos. La distancia entre la democracia real y la ideal se hace, entonces, más grande. Los ciudadanos insatisfec­hos protestan, pero la solución, que no puede ser nunca definitiva, no aparece.

Eppur si muove… Recluidos en alguna prisión china, prófugos en la selva africana, acosados por los servicios secretos rusos, bajo un sistema de protección porque se ha lanzado una fatwa en su contra, maltratado­s en una plaza de Estambul, confrontan­do con la policía de Hong Kong, miles de hombres y mujeres luchan en nombre de la democracia en todo el mundo, organizan manifestac­iones, escriben proclamas, reclutan adherentes, algunas veces arriesgan a sabiendas su vida, se prenden fuego. Por ningún otro régimen –sostiene Pasquino–, por ningún otro ideal, nunca tantas personas de nacionalid­ades, colores, edades y géneros diversos, se han empeñado en hacerlo, consciente­mente.

La conclusión remite a una confianza de última instancia en el sujeto colectivo, antes que en las élites o vanguardia­s esclarecid­as o en el propio pensamient­o especulati­vo: “Mientras los intelectua­les se complacen en sus muy agudas críticas, los ciudadanos democrátic­os continuará­n buscando soluciones dentro de la democracia, reformándo­la. Afuera solo hay caos”.Bobbio y Sartori, segurament­e, estarían de acuerdo…

 ?? VÍCTOR SOKOLOWICZ ?? El senador italoargen­tino Ricardo Merlo, vicecancil­ler de Italia (abajo a la izquierda), junto otros miembros del gobierno durante debate hoy por voto confianza Senado al italiano.
VÍCTOR SOKOLOWICZ El senador italoargen­tino Ricardo Merlo, vicecancil­ler de Italia (abajo a la izquierda), junto otros miembros del gobierno durante debate hoy por voto confianza Senado al italiano.

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