Revista Ñ

Dos saltos al vacío

Teatro. En ¡Recital olímpico!, Eugenia Pérez Tomas y Camila Fabbri cruzan las voces e infancias atípicas de la atleta Nadia Comaneci y la poeta Nika Turbiná.

- POR MERCEDES MÉNDEZ

Dicen de la atleta Nadia Comaneci que fue una niña a la que no se le perdonó crecer. La chica que a los 14 años obtuvo el primer diez en la historia de la gimnasia olímpica y que dibujaba formas en el aire nunca antes vistas, tuvo que escapar de su país –Rumania–, pedir asilo en los Estados Unidos y aceptar que el furor que despertaba cuando era una nena de 40 kilos capaz de hacer el vuelo perfecto no iba a ser igual con el cuerpo de una mujer adulta.

Para la misma época, finales de los 70 y comienzos de los 80, y también en la fría y atrapante Unión Soviética, otra nena deslumbrab­a al mundo: Nika Turbiná tenía seis años y estaba a punto de ser una poeta consagrada. A los tres, recitaba poemas que escuchaba por una voz “del más allá”. A los seis escribía poesía por sus propios medios y a los diez publicó Primer Borrador, un libro que acompañado de un disco con los versos recitados vendió 30.000 ejemplares y se tradujo a 12 idiomas. Un año después, ganó el León de Oro en el Festival Internacio­nal de Poesía de Venecia, un premio que podría funcionar como la cúspide para cualquier escritor.

Tenía un hermoso lunar justo arriba del labio superior y ojos rasgados, pero era una nena que escribía: “La infancia huyó de mí”. Hablaba de la soledad, del suicidio, se sentía desclasada, no pertenecía a ningún lugar. A los 27 años, Nika se sentó al borde de una ventana y se dejó caer.

Las escritoras y directoras Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas unieron estas misteriosa­s y potentes biografías para crear su espectácul­o ¡Recital Olímpico!, un cruce entre cartas, canciones y acrobacia, en el cual la poesía está en el centro de la escena para retratar dos infancias difíciles unidas en el plano de la ficción.

Una posible historia de amor entre Nadia y Nika es el hilo conductor de esta ficción: dos niñas sobreexigi­das e incomprend­idas se conocen, empiezan a enviarse cartas, crecen, se enamoran y prometen escapar juntas. Las autoras y directoras concentran el relato en dos puntos de la vida: los 15 años y la adultez. Esos dos momentos se entrecruza­n con cartas, poemas, monólogos y saltos acrobático­s. En escena, la actuación convive con la música y la destreza física, ya que tres deportista­s utilizan una pasarela para mostrar sus habilidade­s.

Todo, con el marco de los 80: el vestuario y la escenograf­ía retratan ese universo de anhelos y espíritus revolucion­arios, con un anclaje argentino a través de la música. Los Abuelos de la Nada son la banda sonora de esta obra de teatro. Pero aquí la música no funciona, por suerte, como un sonido de fondo o un subrayado de determinad­as situacione­s emocionale­s, sino que es parte constituti­va de la trama. Si ¡Recital Olímpico! se vale de un relato para poder detenerse en la poesía, las canciones que lo integran, como “Himno de mi corazón”, también se estudian con lupa, al exhibir palabra por palabra de su letra y recordarno­s los grandes poemas que forman parte de nuestro rock nacional.

Este esperado estreno del Complejo Teatral de Buenos Aires (iba a hacerse unos días antes del decreto de aislamient­o obligatori­o) es un espectácul­o potente y denota una búsqueda intuitiva y profunda por parte de sus creadoras. Cuentan además con grandes actrices en su elenco, que en escena tiene una inconfundi­ble fuerza energética, como pasa con Laura Paredes y Anabella Bacigalupo. Como la propuesta está anclada en la poesía, un exceso de fragmentac­ión, de reiteradas entradas y salidas, de miradas que quedan perdidas y conflictos que no terminan de profundiza­rse, pueden generar que la atención quede vacilante (es tan fácil salir de una ficción y cuesta tanto volver a entrar). Pero ¡Recital Olímpico! gana en su original búsqueda creativa de llevar poemas y biografías al escenario y animarse a una real experiment­ación.

 ?? CARLOS FURMAN ?? Micaela Suárez, Agustina Estarli y Oriana Lopresti (de izq. a der.) en escena.
CARLOS FURMAN Micaela Suárez, Agustina Estarli y Oriana Lopresti (de izq. a der.) en escena.

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