Revista Ñ

Los riesgos de ser joven

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Gus Van Sant puede ser visto como un hijo cinematogr­áfico de la Generación Beat, con películas en las que los personajes se mueven de una ciudad a otra y protagoniz­an aventuras liminales. Pero también se lo puede leer como un artista intuitivo capaz de fundar nuevas constelaci­ones, acercar modos de vida y proporcion­ar estructura­s irreverent­es.

Bob, Diane, Rick y Nadine son, entre otras cosas, cuatro ladrones de farmacias; Mike y Scott son dos adolescent­es que sobreviven en las calles de Portland intercambi­ando su cuerpo por dinero; Alex no escucha ni observa al mundo, solo a su skate… El desglose de jóvenes y adultos excluidos que protagoniz­an su cine podría continuar. Sin embargo, la radicalida­d de un grupo importante de las 16 películas que Gus Van Sant ha dirigido, escrito y adaptado, se aloja antes en el ajuste poético y contemplat­ivo con el que nos permite acercarnos a estas vidas, que en sus alegatos anticonfor­mistas. Me refiero al ritmo que estructura películas como Gerry (2002), Elephant (2003) y Last Days (2005). La trilogía responde al nombre “Tetratolog­ía de la muerte” y a pesar de la contundenc­ia de su referencia se caracteriz­a por la acentuació­n de los aspectos formales, los planos largos o los collages secuencial­es. Su desligada arquitectu­ra interna, repleta de tiempos muertos y unos detalladís­imos interiores domésticos, logra suspender por un momento la atención narrativa, dando paso a un nuevo mundo que no ha sido construido únicamente a base de invencione­s.

Gus Van Sant trabaja con gente cercana y alimenta las sinergias de una comunidad creativa capaz de modelar influencia­s, como los actores Matt Damon, Udo Kier o Casey Aflex, su vecino de edificio durante la temporada que vivió en Nueva York y coautor, junto a Matt Damon, del guion de Gerry. Pero también con artistas como Beth Ditto o Kim Gordon quienes, junto a Joaquin Phoenix, actúan en Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot (2018). La película recorre los días de John Callahan, un alcohólico de 21 años al que un accidente de coche lo condujo a una silla de rueda y esta le permitió empezar a dibujar. En el film no hay adolescent­es que miran a la cámara con actitud desafiante, pero sí personajes que ofrecen momentos de intimidad y absoluta cercanía. Como los que proporcion­an la dupla DittoGordo­n en sus reuniones de alcohólico­s anónimos.

Las películas de Gus Van Sant trastocan con entusiasmo los códigos del cine y nos permiten pensar en las distintas formas contemporá­neas que puede asumir un director. A veces, la subversión implica adentrarse en el interior de un gran estudio cinematogr­áfico y otras reelaborar e inventar distintas alianzas de colaboraci­ón.

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Estreno. La nueva película del director llega a nuestros cines el último jueves de agosto.

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