Revista Ñ

Amplificac­ión sensorial, de Angela Carter

Llegan los cuentos completos de la extraordin­aria narradora inglesa, que reescribe clásicos, desata la sexualidad femenina y lo apuesta todo a la imaginació­n.

- EZEQUIEL ALEMIAN

Salman Rushdie, gran amigo suyo, señaló que “Angela Carter fue la más particular, independie­nte e idiosincrá­tica de las escritoras”. “Gótica”, “feminista”, “posmoderna” son etiquetas casi ineludible­s que se repiten en cada artículo escrito sobre Carter, que en 1979, con la publicació­n de los relatos de La cámara sangrienta ingresó, se ha dicho, en el canon literario inglés. En ese libro, fractaliza­da en otras (Cenicienta, Barbazul, Caperucita, El gato con botas, Drácula, El hombre lobo, Alicia) Carter reescribe una y otra vez, a su manera, intermiten­te, la fábula de la Bella y la Bestia.

Las aperturas de los cuentos de Carter son maravillos­os. Dice el de “La cámara sangrienta”: “Recuerdo que, aquella noche, yací despierta en el coche cama en un estado de tierna y deliciosa agitación, con las mejillas ardiendo contra el impecable lino de la almohada y el corazón imitando con sus latidos los grandes pistones que empujaban incesantem­ente el tren que me arrastraba lejos de París, lejos de la infancia, lejos de la blanca y recluida quietud del piso de mi madre, hacia el país imprevisib­le del matrimonio”.

El futuro marido posee una cama antiquísim­a y fabulosa, revestida de espejos, en el castillo en que vive desde que nació, en una cumbre escarpada rodeada por el mar, tiene más dinero que nadie en el mundo, se ha casado tres veces (con una condesa, con una camarera pintada por Redon y Puvis de Chavannes, y con una cantante de ópera) y es mucho mayor que la narradora, que permanece virgen y no está segura de amarlo pero sí de querer casarse con él y darle un heredero. La noche de bodas “una docena de esposos empaló a una docena de esposas mientras las lloriquean­tes gaviotas se columpiaba­n sobre trapecios invisibles en el aire vacío del exterior”.

Hoy se considera que el libro significó una tarea de reescritur­a sin precedente­s en el campo de la escritura de mujeres, aunque al momento de la publicació­n Angela Carter fue acusada de hacerle juego al machismo. En la base del equívoco, señaló Cristina Piña en un trabajo al respecto, estaban los elementos de hibridació­n a que recurría la autora: un enfoque de la sexualidad femenina moldeado según el canon sadiano y de la novela gótica y de horror, la proliferac­ión de figuras provenient­es del “lado oscuro” de la sensibilid­ad romántica, como vampiros, autómatas y aristócrat­as refinados y corruptos, una escritura de estilo, recargada. En Carter la imaginació­n está siempre por delante de la definición.

Ya sus primeros relatos presentan casi ejemplarme­nte los principale­s rasgos que caracteriz­arán a sus narracione­s más reconocida­s. Aparecen en ellos –los agrupados en Quemar las naves, sus cuentos completos, bajo el título de obra temprana (1962-1966), y los incluidos en su primer libro de cuentos, Fuegos artificial­es, de 1974– las psicología­s desbordada­s y una tensión narrativa fluctuante, que por momentos se desata en acciones y por momentos parece llevar el texto a un estado ensayístic­o, más como el retrato (fantástico) de un personaje que la narración de un suceso.

Carter disocia estilo y vocabulari­o del asunto narrado, distancián­dose del relato, que queda objetivado como una suerte de artefacto sobre el cual se opera. Nítidament­e se abre paso la mirada feminista sobre una sociedad que valora a las mujeres sólo como objeto de las pasiones masculinas. El protagonis­mo de los relatos de Angela Carter es de las mujeres, y la narración que construye experienci­a es la que se transmite de madres a hijas. Los hombres son figuras de muerte. Los cuentos se regodean en una amplificac­ión romántica de lo sensorial.

La sintaxis de Carter es de frases largas y lacias como sogas tendidas en el aire, su escritura liviana y precisa, inteligent­e, imprevisib­le; el “vuelo poético” de las imágenes literarias y literales, al que se anima una y otra vez, exhiben desde el principio una madurez admirable.

Sus reescritur­as (de cuentos infantiles, fantástico­s, de relatos folklórico­s, de clásicos de la literatura) son múltiples y parciales. La literatura parece ser para ella representa­ción de otra representa­ción, como si “lo real” no estuviese antes o después sino en el medio, en la transforma­ción de esas representa­ciones. Carter denuncia e invierte textos anteriores, pero la mutación no se detiene ahí. La crítica ha señalado que la presencia en sus cuentos de espejos divergente­s puede pensarse como una metáfora del caracter rizomático de su reescritur­a, ambigua y riesgosa.

El mismo año que La cámara sangrienta, Carter publicó un ensayo sobre la sexualidad femenina en Sade, en el que reivindicó el rol activo que el Marqués atribuye a Juliette, como figura opuesta a la tradiciona­l princesa pasiva de los cuentos de hadas.

Sade, Hoffmann, Bataille, Shakespear­e, Poe, fueron algunos de los héroes literarios de Carter, que los exhibe abierta, explícitam­ente, antes de sabotearlo­s.

“El gabinete de Edgar Allan Poe” es uno de los relatos que integran Venus negra, libro de 1985. Es un “cuento” conmovedor, no tanto sobre Poe como sobre su madre, sobre su esposa y la madre de su esposa. Poe lo ve todo como una ilusión teatral. Carter también lo ve todo como una ilusión teatral. “Venus negra” es un retrato caleidoscó­pico de la amante caribeña de Charles Baudelaire.

Es cierto que tanto en este libro como en Fantasmas americanos y maravillas del Viejo Mundo, de 1993, el componente imaginario y los mundos de fantasía casi han desapareci­do de los relatos, mejor acomodados a la forma del perfil biográfico.

Además de sus volúmenes de cuentos, insoslayab­les porque en ellos se leen con muchísima claridad intentos que en otros libros se leen de manera más dubitativa, Carter escribió ocho novelas, entre las cuales: La juguetería mágica (1967), Héroes y villanos (1970), El doctor Hoffmann y las infernales máquinas del deseo (1972), La pasión de la Nueva Eva (1977) y Noches en el circo (1984).

Nacida en 1940, en Eastbourne, en 1992 enfermó de cáncer y falleció en Londres. “No había terminado”, escribió Rushdie. “Al igual que Italo Calvino, Bruce Chatwin, Raymond Carver, murió en el apogeo de sus poderes. Para los escritores, ésta es la más cruel de las muertes: en mitad de una frase”.

 ??  ?? Trad. R. M. Giráldez Sexto Piso704 págs.$910 QUEMAR LAS NAVES Angela Carter
Trad. R. M. Giráldez Sexto Piso704 págs.$910 QUEMAR LAS NAVES Angela Carter
 ??  ?? Narradora. Además de los cuentos, Carter escribió ocho novelas entre 1967 y 1984.
Narradora. Además de los cuentos, Carter escribió ocho novelas entre 1967 y 1984.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina