Adiós, luchador pantera. Sobre Elbert Howard, uno de los líderes de los Pantera Negra
Murió Elbert Howard, uno de los líderes del Partido Pantera Negra, defensor de los derechos de las minorías y trabajador social.
Elbert Howard, uno de los fundadores del Partido Pantera Negra y que, como su portavoz, estuvo en el núcleo de los acontecimientos más tumultuosos de fines de la década de 1960 y principios de 1970 –pero que, por sobre todo, fue un entusiasta de su trabajo de servicio social y de organización de la comunidad– murió el lunes en Santa Rosa, California. Tenía 80 años.
Su esposa, Carole Hyams, dijo que el marido estaba enfermo desde hacía un tiempo pero no especificó la causa. Ampliamente conocido como Big Man (hombre grande) por su voluminosa contextura, Howard no tenía el alto perfil de líderes de los Pantera Negra como Bobby Seale, Huey P. Newton o Elridge Cleaver cuando la agrupación, formada en Oakland, California, en 1966, adquirió dimensión nacional y enfrentó problemas como la brutalidad policial y la injusticia racial. En su carácter de viceministro de información de la organización, Howard era citado con frecuencia cuando las figuras más destacadas del partido estaban en juicio o eran noticia por otras razones. (El ministro de información, Cleaver, estaba exiliado en el extranjero).
Howard fue el Pantera Negra a quien recurrir en busca de comentarios durante los juicios de 1970 en New Haven, Connecticut, de Seale y otros miembros del partido por un caso de asesinato en 1969, procedimientos que desataron manifestaciones y protestas.
Avanzado ese mismo año, Big Man habló en nombre del partido cuando éste intentaba llevar a cabo una convención en Washington para reescribir la Constitución –al menos simbólicamente– de modo de hacerla más justa en relación con las minorías y la gente pobre. Y demostró que, al igual que los líderes de la organización, era capaz de generar un lenguaje acalorado si hacía falta. Cuando su agrupación y la Universidad Howard entraron en disputa por el uso del campus de esta institución para el evento, Elbert Howard calificó a los funcionarios de la universidad de “instrumento de este gobierno estadounidense racista y fascista”.
Pero en una entrevista de 2004 para el website de la serie documental POV (Punto de vista) de la proveedora de contenidos PBS, cuando se le pidió que nombrara algo que la gente no apreciaba de los Panteras Negras, Howard contestó: “La gente no entendía lo que nuestros programas de supervivencia significaban realmente: desayunos escolares, alimentar a los hambrientos. Esos programas contribuían a resolver problemas inmediatos. Eran también herramientas de organización. Los propios Pantera Negra no éramos los únicos que interveníamos en esos programas –añadió–. Logramos que participara la comunidad, les enseñamos cómo hacerse autosuficientes, mientras el gobierno no ayudaba con esos problemas. Se trataba de que nos ayudáramos a nosotros mismos”.
Howard nació el 5 de enero de 1938, en Chattanooga, estado de Tennessee, y fue hijo de Anderson y Emma (Hawkshaw) Howard. En 1956 se enroló en la Fuerza Aérea. Prestó servicio cuatro años y cuando fue dado de baja en la Base Travis de la Fuerza Aérea al norte de California, decidió quedarse en esa zona.
“Mi ciudad natal de Chattanooga, en Tennessee, no tenía más para ofrecerme que cuando me alisté en la Aeronáutica en 1956”, escribió en una rememoración para It’s About Time (aproximadamente, Ya es hora), un archivo consagrado a los Panteras Negras. “Por lo menos Oakland parecía tener una comunidad negra próspera, con gente amistosa”.
Siendo alumno ex militar del Merritt College de Oakland, Howard conoció a Newton y a Seale, que también estudiaban allí y eran figuras centrales en la organización del Partido Pantera Negra.
En un principio él no se consideraba orador público, pero de todos modos se encontró con que le encargaban distintos discursos. Para el primero lo enviaron a dirigirse a una organización de oficiales de libertad condicional en San Francisco. “Querían saber qué pensábamos de ellos y su función”, escribió más adelante Howard. Les dijo sin rodeos que la gente negra los veía solamente interesados en mandar de regreso a la cárcel a alguien.
“Mi pregunta final al grupo –escribió– fue: ¿los estudios y el entrenamiento formativo les enseñaron a tratar con seres humanos con todos sus problemas complejos, o el entrenamiento sencillamente los convirtió en un instrumento para mantener dando vueltas la puerta giratoria de la penitenciaría?”. Y continuó: “No es lo que querían escuchar, pero no me importó”. Howard editó el periódico del partido, hizo diversos viajes al exterior representando a la organización y trabajó en el tipo de proyectos que no aparecen en los titulares de la prensa.
“Big Man Howard fue el responsable de una clínica médica para la anemia falciforme y un programa de trabajo para exconvictos y presos en libertad condicional” en Merritt, escribió Seale esta semana en un post de Facebook. Carole Hyams dijo que Howard era experto en organizar y en trabajar en cuestiones como los accesos para personas con discapacidades, lo mismo que en programas orientados a vecindarios negros. “Se conectaba con toda clase de agrupaciones de gente –dijo–, no solo las afroamericanas”.
Howard era fácil de ubicar en las fotografías de los diarios. No se dio cuenta de lo conocido que había llegado a ser hasta septiembre de 1971, cuando acompañó a Seale a entrar en la prisión de máxima seguridad de Attica, estado de Nueva York. Los reclusos habían tomado el control de la cárcel y Seale dirigía un contingente del partido Pantera Negra para tratar de mediar (infructuosamente; la sublevación terminó en desastre).
“Cuando anunciaron que Bobby Seale y una delegación del partido estaban allí, todo el patio estalló en aplausos y gritos de reconocimiento”, escribió Howard.
“Camino a nuestros asientos estreché la mano de muchos reclusos que me decían ‘ey, Big Man, todo el poder al pueblo’. No tenía idea de que aquellos tipos me conocieran o supieran quién era”.
Con el tiempo el partido se escindió por disputas internas. Howard lo dejó en 1974. Más tarde fue gerente de servicios minoristas en Memphis, Tennessee, donde siguió vinculado a programas comunitarios que incluyeron la organización de un programa de reincorporación para exreclusos. También escribió, dio conferencias y fue discjockey de jazz en emisoras de radio de California. Además de la esposa, lo sobreviven una hija, Tynisa Howard Wilson, un hijastro, Robert Grimes, dos nietos y tres nietos postizos. Vivía en Santa Rosa. Carole Hyams conoció inicialmente a Howard en los 60, y volvió a relacionarse con él años más tarde. Se casaron hace una década. En una entrevista telefónica comentó que para esa celebración Big Man hizo lo que mejor hacía. “Él, el organizador, la organizó”, dijo. “Él fue el wedding planner. Hizo su mejor trabajo”.
©The New York Times Traducción: Román García Azcárate