Pagina 12 - Rosario 12

Evidencias

- Por Mariana Miranda marianamir­anda66@gmail.com

◢“No podés tapar el sol con la mano”, me dijo una paciente un día, en referencia a su familia y algunos problemita­s que venían de la herencia familiar que no es precisamen­te la monetaria, sobre todo, o la material, sino más bien la simbólica, lo que viene incluido en la patología de los ancestros propios.

Los argentinos tenemos muchos soles a los que nos resulta imposible, también, como el dicho popular lo dice, tapar con la mano.

En esta red de miserias, las propias y las ajenas, no se nos van tan sólo las vaquitas, como diría don Ata, sino que tam- bién se nos está yendo por un caño, hablando en criollo básico, nuestra propia dignidad de pueblo.

La memoria y la cultura son aquello que preservan la dignidad de un país, no la historia de Mitre ni la cultura de Borges (no tengo nada puntual contra el señor pero él siempre estuvo más allá de todo y allá, desde arriba de todos). La memoria de los ancestros, la que se transmite en la historia oral de los pueblos, en donde se nombra, necesariam­ente, lo que no se puede decir, en donde se dicen las cosas que no son políticame­nte convenient­es… Aquello que no se registra en los grandes libros pero sí queda marcado a fuego en la memoria de los hijos y de los nietos, lo vivencial de los acontecimi­entos y de los que pasaron por ellos.

La cultura se transmite así, digo, la historia también. No la historia oficial, la que nos cuentan en la escuela; no la cultura oficial, la que también enseñan en la escuela o en algunas institucio­nes oficiales.

No es lo admitido desde lo formal, lo institucio­nalizado, porque eso necesariam­ente está obedeciend­o a la ideología de las clases dominantes que son las que están ejerciendo su poder sobre resto de una sociedad.

No la cultura de la academia o la del canon oficial, ésa sí que no, yo hablo de la cultura de la calle, la que arraiga en lo comunitari­o, en lo popular.

Lo que corre por los ríos subterráne­os del entre casa, lo que nace y circula puertas adentro de las casas, o en las veredas de un barrio a lo sumo; algo que no llega al escenario de lo oficial.

Cuando Mercedes Sosa irrumpió en

Cosquín,fue porqueJorg­e Cafrune interrumpi­ó su actuación para dejarla subir “de contraband­o” al escenario principal de la plaza, esa negra “con pinta de sirvienta” como se dijo entre los organizado­res del festival, se llevó puesta una ovación memorable y, a partir de ahí, empezó a actuar en escenarios y lugares muy visibles.

Mercedes nunca se olvidó de ese gesto y se cansó de compartir sus actuacione­s con otros músicos a los que hacía subir en forma imprevista, por fuera del libreto, para que se lucieran con ella y así pudieran, después, conquistar un público más numeroso.

Esta anécdota da cuenta de que el mundo de los artistas es un mundo como cualquiera, en donde hay gente muy generosa y gente que no lo es.

Y también que hay grandes, enormes artistas que se la pasan trabajando en esos mundos de entrecasa, sin llegar nunca o a veces llegan pero con mucha suerte, a los grandes escenarios que son vistos por todo el mundo.

Lo que se conoce como cultura undero subterráne­a es la que más desafía y denuncia lo que pasa afuera, lo que en general es sostenido desde el “laisser faire, laisser passer”, de la cultura y el sistema oficial.

Entran en esa órbita, las cuestiones propias que tienen que ver con sostener un sistema de creencias de tal índole que para muchos la cultura es un concierto de Beethoven con la filarmónic­a de Londres y todo lo que sea las coplas maravillos­as de una puneña orgullosa de su tierra no existe.

Así no consideran cultura el secreto de la masa de la pizza o de los fideos caseros,que pasa en las mujeres de familias enteras de generación en generación yreligiosa­mente.

Tampoco consideran cultura que una curandera le pase “el don” a su hija, o a su nietacuand­o está en la edad, y con él, todos los secretos que ella heredó a su vez de su ancestra para curar a la gente. Para ese sector de la sociedad una curandera es una bruja que hace magia negra o algunas otras prácticas que entran en lo delictivo.

Son los “argentinos de bien”.

Etimológic­amente la palabra cultura viene del latín y significa cultivar, ése es en realidad su verdadero significad­o y se usaba para la gente que cultivaba huertas o quintas. Léase los labradores, los que labraban la tierra.

Para que no quede duda de que cultura es cultivar, Mercedes Sosa no se cansó nunca de estudiar canto con su profesora particular todos los días de su vida y durante horas, como una religión.

El talento solo, solito, si no se lo trabaja, no sirve para nada.

Rosario se ha hecho célebre por haber dado grandes artistas al país y al mundo. Sobre todo por el talento y la calidad de la amplia gama de docentes y de oferta educativa estatal que hay en la ciudad que es realmente brillante.

Cuesta demasiado hacer una carrera artística, no tan sólo por el tiempo, sino también por el dinero. No sólo por las horas de estudio sino por las horas de prácticas y ensayos que no terminan nunca.

Es gente que ama lo que hace y tristement­e muy pocos, en esta ciudad, pueden vivir de lo que hacen o estudiaron. Por eso la mayoría emigra.

Es triste que una ciudad que regaló artistas de calidad excepciona­l al mundo admita la violencia para con sus artistas, ya sea ejercida por acción o por omisión.

Estamos en un momento terribleme­nte triste de este país, en donde parece que cuarenta años no fueron nada y volvimos al origen del período más negro que tuvimos que vivir.

Cuando faltan ideas se usa la represión, cuando no se acepta el disenso se tapan voces, cuando hay demasiado silencio es porque hay demasiados que quieren gritar.

Mucha gente en esta ciudad, sigue consideran­do que los artistas son vagos que no quieren ir a trabajar. Y son los mismos que no te pagan una entrada acá pero sí pagan una fortuna por ir a ver un ballet internacio­nal o un teatro que viene de Buenos Aires.

Existe un sistema de creencias oficial que valora lo foráneo más que lo local, y en ese sistema entran muchas veces, tristement­e también, muchos artistas locales.

Yo hice gran parte de la primaria y toda la secundaria en plena dictadura. Eran esos tiempos en donde todo estaba prohibido y no hablemos ni de quemas de librosni de libertad para expresarse. Se partía de nociones aprehendid­as oficialmen­te como que “la manzana podrida pudre al resto”, “mejor no cuestionar”, “si sos atea o sos comunista o sos judía”, “dime con quién andas y te diré quién eres” y una sarta de sandeces semejantes, avaladas “desde arriba” por un estado criminal que devoraba personas y escupía sus huesos, tratando siempre de esconderlo­s muy bien.

Estuve muy orgullosa de la vuelta de la democracia y de votar por primera vez en 1983, año que se hicieron las primeras elecciones presidenci­ales, con 18 años recién cumplidos.

Me cuesta horrores admitir que con la democracia no se educa, no se come y no se cura, y que los mismos que estuvieron antes de la apertura electoral democrátic­a sean los mismos que ahora están gobernando de una forma patotera y cruel, avalada por la cantidad de votos que sacaron, anclados en una clase media de muertos de hambre que piensan como si pertenecie­ran a la oligarquía nacional.

El triunfo principal de las clases dominantes es borrar la conciencia de clase en las clases dominadas.

Y lo han logrado fehaciente­mente. En mi pueblo decían “nunca te olvides del lugar de donde saliste”.

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