Aprender a meditar para calmar la mente
Meditar implica un entrenamiento que abre la puerta a numerosos aspectos de uno mismo. Muchas personas consideran que alcanzar la calma mental es algo imposible de lograr. Pero no es así: practicando, el éxito está garantizado.
Simpleza
En los últimos 100 años la evolución tecnológica nos ha influido radicalmente. Esto lo sentimos y lo vivimos cada día, con cada nueva app, nueva red social, con cada adelanto que aparece en el mercado y que nos incita a correr atrás de él. Desde esta óptica, el entorno parece indicarnos que cada día que pasa necesitamos más cosas para sentirnos plenos y felices. Y en esa complejidad, nos vamos alejando de nuestro verdadero centro y nos movemos solo por la periferia de lo que somos en esencia. Nos pasamos horas mostrando a la “periferia” aspectos obligados por la sociedad y mientras tanto escondemos los aspectos reales, que van quedando en segundo plano. A menudo los escondemos hasta de nosotros mismos. La meditación nos reconecta con nuestro espacio interno, un espacio donde es posible ser en plenitud, a lo grande y sin pedir permiso. Un espacio de exploración del ser donde todo lo que ocurre queda en el ámbito de lo privado, es todo de uno… y es gratis. En ese interior y sin excusas, podemos encontrarnos con nuestro Ser real. No hace falta publicarlo ni decírselo a nadie. Increíblemente, se van a dar cuenta igual, porque una ligera vibración acompaña al meditador. Una cualidad energética que lo hace visiblemente más auténtico y original y que lo distingue del resto: su simpleza. Las ventajas de lo simple están a la vista.
Serenidad
Desde el comienzo de la práctica de la meditación, de forma lenta y gradual, la misma energía meditativa va llevando a la persona al centro de su Ser real. Todas las falsas percepciones acerca de uno mismo se van diluyendo y, al mismo tiempo, el auténtico yo se manifiesta; el Ser real que uno es y que inexorablemente lo acompaña a donde quiera que vaya. El conocimiento dado por la experiencia durante los periodos de meditación sobre la existencia permanente del Ser interior facilita que ocurra algo extraordinario: una vez que la persona está en el centro de sí mismo, la periferia no es otra cosa que eso: periferia.
Esta nueva información modificar la realidad para siempre: el Ser en el centro permanece. Saber que algo de nosotros existe invariablemente modifica la acción en el mundo real. Este conocimiento no nos aleja del mundo, sino que nos permite disfrutarlo de otra manera, con otra mirada.
Así, surge una nueva forma de expresión: la serenidad. Lo sereno encuentra su ancla en lo eterno del Ser interior. Se basa en la observación de que naturalmente todo es cambio, pero enseña que aun dentro del caos aparente y el cambio permanente existe una zona constante, felizmente observable. Esto que al principio solo se ve por pequeños segundos va tomando cada vez más forma y consistencia hasta formar parte del carácter más esencial de la persona: la serenidad.
Sabiduría
Inexorablemente, el resultado de la experiencia meditativa reúne al individuo con su Ser real y eterno. Con la práctica de la meditación la dimensión de lo que es verdaderamente importante en la vida se expresa con naturalidad. Todas las cuestiones de la periferia que antes nos estresaban o nos angustiaban toman su verdadero lugar y los temas realmente importantes brillan en nuestro cielo interior. Potenciando al Ser, la persona toma los caminos correctos. Nace en el meditador la cualidad de la sapiencia, la posibilidad de tomar las mejores decisiones cada día centrándose en su verdadera esencia, con simpleza, serenidad y sabiduría, siguiendo con intuición los latidos de su alma