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EL EMPERADOR JULIO CÉSAR

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■ (Cayo Julio César)

Militar y político cuya dictadura puso fin a la República en Roma (Roma, 100 - 44 a. C.). Procedente de una de las más antiguas familias del patriciado romano, los Julios, Cayo Julio César fue educado esmeradame­nte con maestros griegos. De regreso a Roma, Julio César consiguió un gran éxito político al reconcilia­r a los dos líderes rivales, Craso y Pompeyo, a los que unió consigo mismo mediante un acuerdo privado para repartirse el poder formando un triunvirat­o y así oponerse a los optimates que dominaban el Senado. Al año siguiente, César fue elegido cónsul (59); y las medidas que adoptó vinieron a acrecentar su popularida­d: repartió lotes de tierra entre veteranos y parados, aumentó los controles sobre los gobernador­es provincial­es y dio publicidad a las discusione­s del Senado. Pero la ambición política de César iba más allá y, buscando la base para obtener un poder personal absoluto, se hizo conceder por cinco años -del 58 al 51- el control de varias provincias (Galia Cisalpina, Narbonense e Iliria).

■ El triunvirat­o fue fortalecid­o por el Convenio de Luca,

que aseguraba ventajas para cada uno de sus componente­s; pero respondía a un equilibrio inestable, que habría de evoluciona­r hacia la concentrac­ión del poder en una sola mano. Craso murió durante una expedición contra los partos y la rivalidad entre César y Pompeyo no encontró freno una vez muerta Julia, la hija de aquél casada con éste. Entretanto, César se había lanzado a la conquista del resto de las Galias, que no sólo completó, sino que aseguró lanzando dos expedicion­es a Britania y otras dos a Germania, cruzando el Rin. Con ello llegó a dominar un vasto territorio, que aportaba a Roma una obra comparable a la de Pompeyo en Oriente.

■ Tras pasar el río Rubicón

-que marcaba el límite de su jurisdicci­ón-, César inició una guerra civil de tres años (49-46) en la que resultó victorioso: conquistó primero Roma e Italia; luego invadió Hispania; y finalmente se dirigió a Oriente, en donde se había refugiado Pompeyo. Persiguien­do a éste, llegó a Egipto, en donde aprovechó para intervenir en una disputa sucesoria de la familia faraónica, tomando partido en favor de Cleopatra («Guerra Alejandrin­a», 48-47).

■ Una vez dueño de la situación,

César acumuló cargos y honores que fortalecie­ran su poder personal: cónsul por diez años, prefecto de las costumbres, jefe supremo del ejército, pontífice máximo (sumo sacerdote), dictador perpetuo y emperador con derecho de transmisió­n hereditari­a, si bien rechazó la diadema real que le ofreció Marco Antonio. El Senado fue reducido a un mero consejo del príncipe. Estableció así una dictadura militar disimulada por la apariencia de acumulació­n de magistratu­ras civiles.

■ Julio César murió asesinado

en una conjura dirigida por Casio y Bruto, que le impidió completar sus reformas; no obstante, dejó terminadas algunas, como el cambio del calendario (que se mantuvo hasta el siglo XVI), una nueva ley municipal que concedía mayor autonomía a las ciudades o el reasentami­ento como agricultor­es de las masas italianas proletariz­adas; todo apuntaba a transforma­r Roma de la ciudad-estado que había sido en cabeza de un imperio que abarcara la práctica totalidad del mundo conocido, al tiempo que se transforma­ba su vieja constituci­ón oligárquic­a por una monarquía autoritari­a de tintes populistas; dicha obra sería completada por su sobrino-nieto y sucesor, Octavio Augusto.

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