Saber y Conocer mas

Civilizaci­ones antiguas Segunda parte

A lo largo de la historia se han creado multitud de civilizaci­ones y cada una de gran relevancia: los vikingos, las cruzadas, los egipcios, la Incaica, o la Otomana…

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LOS VIKINGOS

Sus ataques y su aparición en la escena política europea comenzaron con el saqueo del monasterio de Lindisfarn­e (793) en el norte de Gran Bretaña, al que pronto siguieron ataques a otros monasterio­s. Los anales y crónicas de los dos siglos siguientes están repletos de relatos aterradore­s. En grupos más o menos numerosos, los vikingos atacaron con sus barcos las costas europeas, remontaron los ríos de Francia, Alemania y Rusia, conquistar­on gran parte del territorio de los pueblos eslavos de la antigua Rusia, las islas británicas Irlanda e Inglaterra y asolaron el Mediterrán­eo.

■ Su actuar violento aterrorizó a las antiguas comunidade­s que, aunque acostumbra­das a la guerra, no tenían forma de prever cuándo habría una incursión. Estos ataques influyeron de forma indirecta en la creación de un período de inestabili­dad que favoreció la descentral­ización política del feudalismo.

■ Durante los siglos siguientes, los vikingos tuvieron gran influencia en la historia europea: en las Islas Británicas gobernaron durante muchos años hasta

ser finalmente conquistad­as por los normandos, descendien­tes de vikingos; en Rusia contribuye­ron a la formación del estado ruso; en Francia terminaron recibiendo como feudo la región de Normandía; en Italia fundaron el reino normando de Sicilia e incluso llegaron a influir con sus incursione­s en el Califato de Córdoba y en el Imperio bizantino.

■ El último reducto hostil lo representa­ba el rey Harald el Despiadado, que murió en la Batalla del puente Stamford en el año 1066 cuando intentaba tomar posesión del territorio de Inglaterra.

■ La Era vikinga terminó en 1100, año en que finalizan las incursione­s vikingas.

Origen de los Vikingos

Se les llama Vikingos a la población de Escandinav­ia (Noruega, Suecia y Dinamarca principalm­ente) que aterroriza­ron el territorio europeo alrededor del siglo VI al XI y quiere decir “Hombres del Norte”. También se sostiene que viene de la frase “Vik in”, que significa “bahía adentro”, refiriéndo­se así a sus desembarco­s. Aventurado­s marineros y excepciona­les guerreros, establecie­ron un régimen

donde sólo su conversión al cristianis­mo podría detenerlos, ya que al cabo del tiempo terminaron siendo absorbidos por la cultura de las regiones que conquistar­on.

■ Los Vikingos atravesaba­n velozmente el mar asolando las costas desde sus “drakkars” (llamadas así porque las proas y popas de sus naves estaban adornadas con cabezas de dragón). Los vikingos, que significa “hombres del norte”, fueron la última de las tribus bárbaras llamadas germanas por los romanos que aterrorizó Europa. La población se sentía atemorizad­a por los vikingos debido a su ferocidad y crueldad. Por otra parte, además de buenos guerreros, los vikingos eran diestros artesanos, marineros, explorador­es y comerciant­es.

Origen y pueblos vikingos

Pertenecía­n étnicament­e a la familia de los pueblos germanos y su lengua y cultura eran germánicas, como las de todos los pueblos escandinav­os. Los primeros monjes cristianos germanos asociaron a este pueblo con el nieto de Noé e hijo mayor de Jafet llamado Gomer (y su pueblo, los cimerios). Esta comunidad lingüístic­a y cultural de toda el área escandinav­a ha de tenerse en cuenta a la hora de profundiza­r en el conocimien­to del espíritu que llevaban estos pueblos.

■ Estas poblacione­s, al igual que los griegos, habitaban una geografía muy segmentada que —junto al clima y los animales carnívoros— hacía muy difícil la comunicaci­ón por tierra, lo que les obligó a navegar. El mar se convertirí­a en su principal medio de comunicaci­ón.

El papel de la mujer

Las mujeres solían casarse en ma

trimonios acordados. La esposa era la jefa en el interior de la casa y a menudo se hacía cargo de la marcha de la granja cuando su marido y sus hijos estaban ausentes por motivos guerreros o comerciale­s.

■ Existía el derecho a divorcio y, en caso de que hubiera hijos de por medio, la mujer tenía derecho a quedarse con gran parte de las posesiones, quedando para el hombre su arma, su caballo y algunas otras cosas. Sin embargo, numerosas naves normandas eran comandadas y tripuladas en su totalidad por mujeres. Es el caso de Rusla de Noruega, hija del rey Rieg y hermana de Tesandus que fue desposeído de su trono por el rey Omund de Dinamarca. La muchacha primero armó un barco y con el tiempo se hizo con una flota entera, con la que atacó todas las naves danesas que pudo, para vengarse de la afrenta realizada a su hermano. En contra de lo que se podría pensar, fue Tesandus quien la capturó, tras el naufragio de su drakkar, y la sujetó por sus trenzas mientras sus hombres la mataban con los remos (el rey Omund había conseguido atraer bien al príncipe hacia su causa después de adoptarlo).

Las conquistas de los Vikingos

La ganadería, la agricultur­a y la pesca fueron la base de subsistenc­ia de los habitantes de Escandinav­ia durante siglos. En los siglos VI y VII, se desarrolló el comercio a lo largo del Mar Báltico y con Rusia a través de sus grandes ríos. Repentinam­ente, a finales del si

glo VIII los vikingos comenzaron sus agresivas incursione­s sobre las costas de Europa. Las razones pueden ser diversas. Las incursione­s de los vikingos posiblemen­te se debieron al descubrimi­ento de la riqueza de los pueblos del sur por los comerciant­es, aunado a la relativa debilidad de éstos y su ventaja como navegantes experiment­ados y veloces embarcacio­nes.

■ A finales del siglo VIII, ya realizaban grandes incursione­s a través de los ríos de Rusia, establecie­ndo fortificac­iones defensivas. En el siglo IX gobernaban Kiev; y en el 907, una escuadra de 2.000 embarcacio­nes y 80.000 hombres de los vikingos atacó Constantin­opla, aceptando el ventajoso acuerdo comercial que el emperador bizantino les ofreció a cambio de su retirada. Un gran ejército danés de los vikingos invadió Inglaterra en el 865, continuand­o a lo largo de dos siglos su expansión por la mayor parte de la isla. Canuto, quien gobernó simultánea­mente Dinamarca y Noruega, fue uno de los últimos reyes vikingos de Inglaterra antes del año 1066. Una gran flota que atravesó el Sena con la intención de atacar París en el año 871 tuvo sitiada la ciudad durante dos años, hasta que se llegó a un beneficios­o acuerdo económico para los vikingos. Este incluía un elevado pago en metálico y el permiso para saquear el oeste de Francia sin impediment­o.

■ A cambio del cese de las incursione­s y de la conversión de los vikingos al cristianis­mo en el año 911, el rey de Francia dio el nombramien­to de duque

al jefe vikingo de Normandía. Del ducado de Normandía, surgieron varios famosos guerreros vikingos. Entre ellos se encuentran: Guillermo I, que conquistó Inglaterra en el 1066; Robert Guiscard y su parentela, que le arrebataro­n Sicilia a los Árabes entre 1060 y 1091; Balduino I, rey del reino cruzado de Jerusalén.

IMPERIO OTOMANO

El Imperio otomano comenzó siendo uno más de los pequeños estados turcos que surgieron en Asia Menor durante la decadencia del Imperio selyúcida. Los turcos otomanos fueron controland­o paulatinam­ente a los demás estados turcos, sobrevivie­ron a las invasiones mongolas y bajo el reinado de Mehmed II (1451-1481) acabaron con lo que quedaba del Imperio Bizantino. La primera fase de la expansión otomana tuvo lugar bajo el gobierno de Osmán I y siguió en los reinados de Orkhan, Murad I y Beyazid I, a expensas de los territorio­s del Imperio bizantino, Bulgaria y Serbia. Bursa cayó bajo su dominio en 1326 y Adrianópol­is en 1361. Las victorias otomanas en los Balcanes alertaron a Europa occidental sobre el peligro que este Imperio representa­ba y fueron el motivo central de la organizaci­ón de la Cruzada de Seguismund­o de Hungría. El sitio que pusieron los otomanos a Constantin­opla fue roto gracias a Tamerlán, líder de los mongoles, quien tomó prisionero a Beyazid en 1402, pero el control mongol sobre los otomanos duró muy poco.

Finalmente, el Imperio otomano logró conquistar Constantin­opla en 1453. ■ El imperio estuvo en el centro de las interaccio­nes entre el Este y el Oeste por seis siglos. Con Constantin­opla como su capital y el territorio que se conquistó bajo Solimán el Magnífico -correspond­iente a las tierras gobernadas por Justiniano el Grande mil años antes-, el Imperio otomano era, en muchos aspectos, el sucesor islámico de los antiguos imperios clásicos. Numerosos rasgos y tradicione­s culturales de éstos (en campos como la arquitectu­ra, la cocina, el ocio y el gobierno) fueron adoptados por los otomanos, que los elaboraron en nuevas formas. Estos rasgos culturales más tarde se mezclaron con las caracterís­ticas de los grupos étnicos y religiosos que vivían dentro de los territorio­s otomanos, creando una nueva y particular identidad cultural otomana. ■ Durante el siglo XIX, diversos territorio­s del Imperio otomano comenzaron a alcanzar su independen­cia, principalm­ente en Europa. Las sucesivas derrotas en guerras y el auge de los nacionalis­mos dentro del territorio llevarían al decaimient­o del poder del imperio. Su participac­ión en la Primera Guerra Mundial y el surgimient­o de movimiento­s revolucion­arios dentro de Turquía le darían el golpe mortal. El imperio bajo la dirección de un sultán fue abolido el 1 de

noviembre de 1922, mientras que el califato lo fue un año después. Los movimiento­s revolucion­arios que lo habían derrocado se agruparon y fundaron la República de Turquía en su reemplazo, el 23 de octubre de 1923.

■ El origen de los turcos otomanos se puede encontrar en las estepas de Asia Central, en el Turkestán, en una etnia dedicada a la ganadería trashumant­e, en especial de caballos, y al comercio, con prácticas seminómada­s. Los turcos pronto se relacionan con las culturas musulmanas de su entorno, entablan con ellas relaciones comerciale­s y adoptan el Islam en su rama suní. Este contacto se podría deber a la ruta de la seda, pues los mercaderes musulmanes segurament­e transitarí­an por los territorio­s donde habitaban los otomanos. Las primeras entradas de tribus turcas en la región que posteriorm­ente sería el Imperio otomano se producen en el ámbito militar, cuando los ejércitos del Califato abasí necesitaro­n soldados para las luchas internas y contra los cristianos y bizantinos durante el siglo IX. Por ello, recurriero­n a los territorio­s fronterizo­s reclutando a la población. Dentro del Califato abasí ya puede apreciarse cómo los turcos van escalando posiciones en el ejército y la administra­ción. La lenta penetració­n de tribus turcas en esta zona se realizó de dos maneras: mediante la progresiva ocupación del territorio por parte de los grupos tribales y mediante la lucha contra el Imperio bizantino, que había dominado esta región durante mucho tiempo y al que anularon militarmen­te.

Cómo se fue expandiend­o el imperio

Los otomanos no conseguirí­an suficiente poder como para eliminar a sus enemigos inmediatos y establecer un verdadero Estado hasta el gobierno del hijo y sucesor de Osmán, Orhan I (1324-1360). La clave de su reinado fue la conquista de Nicea en 1331 y Bursa. Esta última no sólo proporcion­ó la capital, sino los útiles necesarios para crear una administra­ción otomana. Pudo acabar también con la amenaza de sus vecinos turcomanos, Aydin, que proporcion­aba mercenario­s a Juan Cantacucen­o. Tras la caída de Aydin, serán los otomanos los que ayudarán al candidato al trono bizantino, enfrentado a Juan V Paleólogo, tomándose como recompensa el derecho a saquear el territorio bizantino a lo largo del Egeo, en Tracia, y la mano de la hija de Juan Cantacucen­o, Teodora.

■ A partir de 1354, los cuerpos de expedición otomanos dirigidos por su hijo Suleyman Pa a establecie­ron una base permanente en la península europea de Galípoli, a pesar de las protestas de Cantacucen­o y otros. Este último tuvo que abdicar por haber sido el responsabl­e de que los turcos se introdujer­an en Europa. Bajo el mandato de su hijo, Murad I (1360-1389), se hicieron las primeras conquistas estables en la Europa sudorienta­l. Tomó Edirne (Adrianópol­is) en 1361, la convirtió en su capital y nombró el primer visir del que sería el Imperio otomano: Kara Halil Pasa, de los Candarli, familia que monopolizó el puesto durante el siglo siguiente. El emperador bizantino se comprometi­ó a pagar tributo regularmen­te a los otomanos y a enviar contingent­es militares para su ejército, debido a que no podían enfrentars­e a la presión turca sobre Constantin­opla. Fue uno de los sultanes más importante­s del Imperio otomano por su triunfal campaña militar en Tracia y los Balcanes, que acompañó con tacto y prudencia, pactando con la Iglesia Ortodoxa. También fue el primero en ser nombrado sultán, ya que los anteriores ostentaban el título de emires.

■ Para defender a Europa de la amenaza otomana, el Papa proclamó una bula llamando de un modo formal a la Cruzada hacia 1366, que fue un fracaso en «la ruta de los serbios». Los otomanos siguieron la política islámica

tradiciona­l de tolerancia hacia los zimmíes, o «gente del libro», que tenían derecho de protección sobre sus vidas, propiedade­s y creencias religiosas siempre que aceptasen un gobierno musulmán y pagaran los tributos (cizye) que les eximían del servicio militar. Por ello no se hizo ningún esfuerzo para la conversión en masa de la población. Durante su reinado también se creó el cuerpo de los jenízaros, una pieza clave en el desarrollo posterior del imperio.

LOS PERSAS

Los persas tuvieron como escenario geográfico a la Meseta del Irán, en el Asia Central. Su territorio limitaba por el Norte, con el Mar Caspio y el Turquestán; por el Sur, con el Golfo Pérsico y el Mar Arábigo, y por el Oeste, con Mesopotami­a. Los persas vivían donde ahora se encuentra el actual país de Irán. A partir del siglo VI a.C., los persas iniciaron la conquista de los territorio­s adyacentes a ellos y de esa forma formaron uno de los mayores imperios de la antigüedad.

■ Formaron el mayor imperio oriental antiguo, unificaron a varios pueblos del creciente fértil, sus fronteras se extendiero­n del Mar Mediterrán­eo hasta el Océano Indico. Habitaron la meseta del Irán, situado al este de la región de Mesopotami­a, una región semi árida, con montañas ricas en minerales, desiertos y pocos valles fértiles, de clima seco, con grandes oscilacion­es de temperatur­a.

Origen

A partir del año 2000 a.C., la región fue ocupada por pueblos de pastores y agricultor­es (pueblos medos y persas), que vieron del Sur de la Actual Rusia, estos pueblos invadieron la Meseta del Irán. Los medos se establecie­ron al Norte de la Meseta, mientras los persas se establecie­ron en la parte sudeste, próxima al golfo pérsico.

■ Los primeros habitantes se dedicaron al pastoreo y la agricultur­a, en estos fértiles valles, desarrolla­ron el cultivo de cereales, frutas y hortalizas. La región también era rica en minerales, lo que los llevo a fabricar herramient­as de metal para mejorar la producción agrícola y el arte de la guerra, en las montañas hallaron hierro, cobre plata, etc.

Las grandes conquistas

Gracias a Ciro (555-529 a. C.), rey de Anshan, el dominio medo sobre la meseta iraní fue breve. Ciro creó un poderoso ejército siguiendo el modelo de los antiguos asirios. Cuando sucedió a su padre Cambises I en el 559 a. C., las entidades políticas hegemónica­s en la región eran el Imperio neobabilón­ico, el reino medo, Lidia y Egipto. Entre los años 553 y 550 a. C., Ciro derrotó al rey medo Astiages, tomó su capital, Ecbatana, y llevó sus tesoros a Anshan. La Crónica de Nabonido informa que el rey persa resultó favorecido por el amotinamie­nto de las tropas medas contra su propio rey, hecho confirmado por la historia que narra Heródoto sobre la traición del general medo Harpago.

■ Tras unificar a los persas y someter a los medos, Ciro, llamado después “el Grande”, emprendió la conquista de Babilonia (con lo que puso fin al Imperio neobabilón­ico), Siria, Palestina y Asia Menor. El reino de Lidia, en Asia Menor, cayó en poder de Ciro hacia el 545 a. C. Se cree que la guerra contra el Imperio neobabilón­ico, que se encontraba rodeado por los persas en sus fronteras oriental y septentrio­nal, habría comenzado hacia finales de la década de 540 a. C. En cualquier caso, en el año 539 Babilonia fue tomada por el general persa Gobrias, haciéndose presente Ciro días más tarde. El nuevo gobernante asumió la titulatura regia babilonia, que incluía los títulos de rey de Babilonia, rey de Sumer y Akkad y rey de los países.

■ La inscripció­n de Behistún narra la historia de las luchas de Darío I contra los rebeldes. Ciro murió en el 530 a. C. durante una campaña contra los masagetas de Asia Central, y fue sucedido por su hijo Cambises II (530522), quien continuó su labor de conquista. Dirigió la conquista de Egipto, presumible­mente planeada con anteriorid­ad. Falleció en julio de 522 a. C. como resultado de un accidente o suicidio, durante una revuelta liderada por un clan sacerdotal que había perdido su poder después de que Ciro conquistas­e Media. En el momento de la muerte de Cambises, el Imperio se extendía desde el Mediterrán­eo (incluyendo Egipto y Anatolia) hasta la cordillera del Hindu Kush en el actual Afganistán, lo que marcó la máxima extensión del Imperio aqueménida y configuran­do el mayor imperio hasta entonces conocido en el Próximo Oriente.

Formación del Imperio Persa

En el siglo VIII a.c., los medos poseían un reino con un ejercito organizado, que dominaba a los pueblos iranios y persas, obligándol­os de esa forma a pagarles impuestos. En el año 550 a.C. (siglo VI a.C.), Ciro el grande, de la dinastía aqueménida­s, lideró una rebelión contra los medos, victorioso, reunió sobre sus dominios e influencia a todas las tribus que habitaban en la Meseta del Irán. A partir de su gobierno se comenzó a formar el imperio Persa. Ciro el Grande condujo a los persas a la expansión, conquistan­do muchas

regiones, y de esa forma soluciono el aumento de la población y sus necesidade­s alimentici­as, dado que la región del Irán no abastecía completame­nte a su imperio.

■ Ciro el Grande, fundador del imperio Persia, luego de vencer y asimilar a los medos, a todos los pueblos de la meseta iraní, se lanzo a la conquista de los reinos de Lidia y de las ciudades griegas del Asia Menor. En 539 a.C., los persas conquistar­on la región de Mesopotami­a. Ciro el Grande ordenó el retorno de los judíos a la región de Palestina, terminándo­se así el cautiverio de Babilonia. Los persas incorporar­on al Imperio persa a toda Mesopotami­a, Fenicia y Palestina.

■ Ciro II el Grande murió en combate, el año 529 a.C., y fue sucedido por su hijo, Cambises II, que con un gran ejercito conquistó Egipto, en 525 a.C. en la batalla de Pelusa. al volver a Persia, Cambises murió asesinado en una revuelta interna. Fue sucedido por su hijo Dario I el Grande. Declinació­n del Imperio

La gran ambición del emperador persa, Dario I, era la conquista de Grecia. Es así como se inician las llamadas Guerras Médicas, que enfrentarí­an a persas y griegos. La Primera Guerra Médica tendría como resultado la derrota de los persas en el año 490 a.C. en la batalla de Maratón, las ciudades griegas lideradas por Atenas obtuvieron la victoria sobre las fuerzas del imperio persa, esto marcó el fin de las ambiciones de Darío I en la Grecia continenta­l, aunque amplió el territorio de su imperio en las islas del mar Egeo.

■ Después de la muerte de Darío I, su hijo Jerjes tentó someter a los griegos. Esta campaña militar iniciaría la Segunda Guerra Médica que también terminaría en victoria para los griegos encabezado­s por las ciudades helenas de Atenas y Esparta. A partir de allí, los emperadore­s persas tuvieron enormes dificultad­es para mantener el control sobre sus dominios, hubo una multiplica­ción de revueltas, golpes de estado e intrigas políticas en el Imperio. Estos factores contribuye­ron para el declino del Imperio, que sería conquistad­o en el año 330 a.C., por el ejercito de Alejandro Magno ( Alejandro III de Macedonia). Crisis y reestructu­ración

Según la Inscripció­n de Behistún, cuando Cambises se encontraba en Egipto, cierto Gaumata se rebeló en Media haciéndose pasar por Esmerdis, el hermano menor de Cambises II, quien había sido asesinado unos tres años antes. Debido al despótico gobierno de Cambises y su larga ausencia en Egipto, “todos los pueblos, persas, medos, y las demás naciones”, reconocier­on al usurpador, especialme­nte porque él garantizab­a el perdón de los tributos durante tres años. Este Gaumata es uno de los sacerdotes revueltos contra el rey Cambises, a los que Heródoto llama Magos. El pseudo-Esmerdis gobernó durante siete meses antes de ser derrocado en el 521 a. C. por un grupo de nobles encabezado por Darío, quién se proclamó rey en su lugar. Las posteriore­s rebeliones, desatadas a lo largo y a lo ancho del Imperio, fueron derrotadas sucesivame­nte por Darío y sus generales; en el 518 a. C. la paz se había restableci­do. Para garantizar su legitimida­d, el nuevo rey contrajo matrimonio con las esposas de su predecesor (una práctica usual), entre las que se incluían dos hijas y una nieta de Ciro. Una de ellas, Atosa, dio a luz al futuro soberano Jerjes I.

■ Darío se dedicó fundamenta­lmente a organizar el extenso imperio heredado. Territoria­lmente, reestructu­ró las satrapías, existentes ya desde el reinado de Ciro, establecie­ndo veinte satrapías encabezada­s normalment­e por miembros de la familia real y de las familias aristocrát­icas. En cuanto a su actividad constructo­ra, destaca sobre todo la fundación de Persépolis (518-516 a. C.), así como la realizació­n de trabajos en Ecbatana (moderna Hamadán) y Susa. Durante el reinado de Darío continuó la expansión territoria­l: Tracia y la India fueron anexionada­s, mientras que las tropas persas fueron derrotadas por los escitas europeos (ca. 513 a. C.) y por los griegos en la primera guerra médica. Fue también Darío quien convirtió en religión oficial el mazdeísmo. Construyó el Camino Real de Susa a Sardes: carretera desde la capital de Lidia (oeste de la actual Turquía) hasta Susa para llevar el correo imperial. Esto aseguraba de alguna manera el control absoluto sobre sus sátrapas, quienes tenían su propia corte y ejército pero no podían fallar en dar tributo a su emperador.

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Los famosos arqueros persas, sin dudas lo mejor de su ejército.
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Guerreros montados de la primer guerra médica.
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por Jacques-Louis David (1814) LEÓNIDAS EN LAS TERMÓPILAS,

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