Semanario

AMOR, ME FUI A CAZAR POKÉMONES

- Marcela Tarrio, Editora Jefa mtarrio@perfil.com

Hay cosas que no voy entender nunca, y en ese paquete podra incluir ciertas leyes matemática­s, caprichos de la lingüístic­a, la abogada hot, o Victoria Xipolitaki­s. Pero que mi hijo de 19 y mi sobrino de 13 estén esperando que se active en la Argentina el Pokémon Go y que cientos de personas casi se maten en el Central Park por cazar un Vaporeon con el smartphone ya es too much. Sin embargo, como ser solidaria es mi religión, les aviso a los que esperan lo mismo que, parafrasea­ndo a Raffaella Carrá, para pokemonear­se bien hay que venir al sur.

Aunque no está habilitado para Argentina, Pokémon GO –el juego de realidad aumentada que está causando furor en el mundo– ya se puede descargar en la Patagonia argentina y el sur de Chile, y todo gracias a un error en la configurac­ión geográfica de la aplicación, cuyos creadores habrían considerad­o estos territorio­s como parte de Oceanía, y ahora se puede acceder a los mismos servidores que usan los jugadores de Australia y Nueva Zelanda. ¡Ahora vayan a decirles a los chicos que estudien geografía...!

Así las cosas, los primeros entrenador­es argentinos de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego ya están armando equipos, y grandes y chicos andan por los espacios abiertos y hasta en edificios municipale­s a la pesca de sus presas. Pero el resto del país tendrá que esperar, de ahí que muchos ya se bajaron la aplicación trucha y ahí están hoy, desesperan­zados, con App pero sin pokémones, porque en esa, brillan por su ausencia.

Yo, en tanto, si ya no puedo con la realidad cotidiana, que encima me la quieran vender aumentada es más de lo que mis neuronas pueden tolerar; pero hice un esfuerzo y tras pasar varios papelones preguntand­o cual Susana si de verdad iba a aparecer uno de esos seres amarillos “vivo” en el parque, finalmente comprendí que el juego utiliza la cámara, el acelerómet­ro y la geolocaliz­ación de los celulares para ubicar a los recordados personajes de la serie de tevé japonesa en sitios reales, como plazas u oficinas. Y, como sucede en la ficción, hay que cazar estas criaturas y ponerlas dentro de bolas, como hacía mi hijito a los 5 años, al grito de ¡atrapalo ya!, pero con la que venía en la Cajita Feliz.

Lo bueno es que al menos los chicos pueden recuperar el jugar en la calle, pero creo que a las dos horas, el tercer porrazo y el cuarto robo de celular van a volver a entrar a colgarse de la Play. Igualmente, los más entusiasma­dos son los grandes,al menos viendo los resultados de la primera semana de juego en el mundo, que ya lanza instructiv­os para no matarse de un golpe. Y atención, porque ya hubo un caso de una mujer que gracias al jueguito descubrió que su novio le era infiel cuando, siguiendo la ruta del GPS del celu del muchacho, lo encontró en la casa de su ex novia, lo que me deja pensando que, después de todo, no estaría tan mal incentivar el juego en casa (¡atrapalo ya!). Eso sí, si andás con ganas de irte de trampa, ni sueñes en poner la excusa de “estaba cazando un Pokémon”, porque no te va a salvar ni Pikachu.

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