Semanario

LA PEQUE ES DE ORO

Tiene 30 años, practica judo desde los 9, se recibió de médica en la UBA y acaba de hacer historia en los juegos Olímpicos de Río 2016. Su sueño de formar una familia.

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Todavía no me hago a la idea de que acabo de ganar mi primera medalla de oro en un juego olímpico. Me parece un sueño”, dice, con el rostro pleno de felicidad, la judoca argentina Paula Belén Pareto (30) que el sábado 6, apenas pasadas las 17, logró convertirs­e no sólo en la primera campeona olímpica en la historia del judo nacional sino, además, en la primera deportista argentina en ganar una medalla de oro en las Olimpíadas y en obtener dos preseas en una disciplina individual. ”Estoy muy feliz, porque en cualquier torneo que gano una medalla me pongo re contenta. Me ha pasado mucho en estos últimos años. Pero cada vez que pienso que soy la nueva campeona olímpica, no puedo evitar emocionarm­e y largarme a llorar”, agrega.

La extenuante y emotiva jornada comenzó para “la Peque”, tal cual la llaman sus amigas, con una victoria por ippon a la rusa Irina Dolgova, a 40 segundos del final de la lucha, y por waza-ari a la húngara Eva Csernovicz­ki, también a 40 segundos del gong final. Si bien la japonesa Ami Kondo fue un duro escollo en la semifinal, Pareto logró lo que, segurament­e, muy pocos lograrán en los Juegos Olímpicos Río de Janeiro 2016: ser local en un estadio. Y ese aliento del público sirvió para envalenton­ar aún más a Pareto muestra, orgullosa, su medalla olímpica. Sus rivales no pudieron con su fortaleza. la brava atleta argentina que, a los 27 segundos de la lucha, logró un wazaari de vital importanci­a para lograr el pase a la final, en la que enfrentó a la coreana Bokyeong Jeong. A pesar de sufrir un profundo corte en su labio, pudo sobreponer­se y logró un wazaari a tan sólo dos minutos del final. Con el rostro cansado y lleno de lágrimas, apenas sonó el gong final, salió disparada para abrazarse primero con su entrenador­a Laura Martinel, y, después, con su mamá Mirta y con Emmanuel Lucenti, Ariel Sganga y Oritia González, sus compañeros de equipo que estaban tan emocionado­s como ella.

Humilde, sensible y guerrera incan sable, la carrera como judoca de esta gigante de 1.50 metros y 48 kilos

que acabo de ganar mi primera medalla de oro en un juego olímpico”

arrancó a los 9 años en el club San Fernando de la localidad bonaerense de Tigre –donde nació el 16 de enero de 1986–, cuando se anotó en esa disciplina deportiva sólo para hacerle el aguante a su hermano menor. Pero, rápidament­e, le iba a tomar el gusto. “Me anoté en judo porque mi hermano más chico, Marco, no se animaba a ir solo y me terminé enganchand­o más que él. Fue como un amor a primera vista. Cuando llegaba a casa después de entrenar durante varias

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“Todavía no me hago a la idea de

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