Síndrome de la pierna inquieta
Préstele atención. No es una manía. Es un trastorno neurológico
¿Quién no conoce a alguna de esas personas que pasan todo el tiempo moviendo la pierna como si tuvieran un tic nervioso? Mueven la mesa, los bancos en la escuela, las butacas en el cine. Son molestos. Pero no lo hacen a propósito. El Dr. Eduard Estivill, del Instituto Universitario de Barcelona, estudió este problema y lo definió como “un trastorno neurológico caracterizado por una sensación extraña y desagradable” en las piernas cuando el paciente está sentado o acostado. No es dolor ni calambres ni mala circulación. Y si el sujeto está quieto un rato, siente la necesidad imperiosa de mover las piernas y por eso se levantan y caminan aunque no tengan nada que hacer.
El problema mayor aparece durante la noche. Mueven las piernas en forma espasmódica o rítmica. Este trastorno afecta la cantidad y la calidad de sueño. Se duermen muy tarde y con un sueño superficial y entrecortado.
Por estas razones, los pacientes de síndrome de pierna inquieta (SPI) sufren también deterioro progresivo de sus funciones psíquicas y físicas y son candidatos a afecciones cardiovasculares, digestivas e inmunitarias. Tienen mayor tendencia a la depresión, irritabilidad y falta de memoria. Todo esto perjudica la vida social, laboral y familiar del paciente.
El SPI puede ser de origen genético hereditario o bien puede ser una afección secundaria a otras enfermedades, tales como anemia, uremia, artritis o neuropatías periféricas. Los cuadros de estrés agravan el problema. Aparentemente, tiene su origen en un trastorno del sistema dopaminérgico que se ve afectado por la insuficiente cantidad de hierro que llega al cerebro. Si usted o su pareja sufren de SPI el médico lo someterá a un examen y cuestionario clínico y confirmará su diagnóstico con una polisomnografía (estudio monitoreado del sueño).
Si el trastorno es leve las soluciones son sencillas. Evitar alcohol, café y cigarrillo. Evitar la privación de sueño pero no acostarse muy temprano. Hacer actividad física. Recurrir a baños de inmersión calientes. Practicar yoga, meditación u otra alternativa que reduzca el estrés.