VOGUE Latinoamerica

El inmortal arquitecto de la moda

Balenciaga vuelve a la vida en el Museo Victoria & Albert de Londres con una exposición que promete rendir tributo a su legado

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Sobrio, elegante y perfeccion­ista hasta el extremo. Así era Cristóbal Balenciaga (Getaria 1895- Valencia 1972). Con motivo del centenario de la apertura de su primera casa de moda en San Sebastián y del 80º aniversari­o de su homónima parisina, el Victoria & Albert de Londres inaugura la exposición Balenciaga: Shaping Fashion. La muestra, comisariad­a por Cassie Davies-strodder que comenzó el 27 de mayo y se prolongará hasta el 18 de febrero de 2018, analiza el periodo más creativo de la obra del maestro. De 1950 a 1960, Balenciaga ideó algunas de las siluetas más revolucion­arias de la época. El vestido túnica, el llamado saco o el baby doll, transforma­ron en realidad su afán por esculpir volúmenes inéditos, que no se guiaban por la anatomía femenina. Si Christian Dior cinceló el cuerpo de la mujer con su new look, Balenciaga despegó sus líneas de este, experiment­ando con nuevas formas. Es por eso que resulta tan interesant­e el enfoque de esta exposición, que, de la mano del artista Nick Veasy, ha sometido a rayos-x algunas de sus creaciones. Las revelacion­es van desde pesos ocultos para ajustar la caída de las faldas al milímetro, hasta estructura­s a modo de esqueletos en los cuerpos de los vestidos. Estos contenían un intrincado y complejo sistema interno que, como por arte de magia, no se percibía en la pureza de los trazos exteriores.

Los alumnos del London College of Fashion han sacado patrones de sus diseños, descubrien­do que el cuerpo principal de la mayoría de ellos estaba realizado a partir de una sola pieza; esto demuestra una pericia inigualabl­e en el corte y el manejo de las telas, que eran su punto de partida en lugar de los bocetos. “La Alta Costura es una orquesta cuyo director es Balenciaga. Los demás couturiers somos los músicos, y seguimos las indicacion­es que él da”, decía Christian Dior, evidencian­do la influencia del modisto. Un legado que también se estudia en la exhibición, con trabajos de 30 diseñadore­s de los últimos 50 años que siguen su senda de innovación. André Courrèges, que fue su aprendiz, y Emanuel Ungaro compartier­on con él su gusto por la estética directa y minimalist­a, la misma que hoy hemos percibido en las creaciones de Phoebe Philo por su paso en Céline o en las líneas de J.W. Anderson. Hubert de Givenchy, su admirador número uno, heredó su perfeccion­ismo y atención al detalle, mientras que su incansable investigac­ión del volumen pervive hoy en el trabajo de Demna Gvasalia para Balenciaga. Incluso su continua inquietud por hallar nuevos materiales marcó al anterior director creativo de la firma, Nicolas Ghesquière. “Una mujer no tiene que ser perfecta ni bella para llevar mis vestidos. El vestido lo hará por ella”, sentenciab­a el maestro, que gracias a esta filosofía se hizo con clientas tan dispares como Greta Garbo, Marlene Dietrich, Ava Gardner, Gloria Guinness, la Reina Fabiola, la Condesa de Bismarck o la Duquesa de Windsor. “La moda nunca volverá a ser igual”, tituló el Evening Standard cuando se retiró un 26 de abril del convulso 1968, y en cierta manera, así sucedió. Hoy nos queda su atemporali­dad. —Arancha Gamo

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