VOGUE Latinoamerica

Travesía por el mar

Bienvenido­s a un destino caribeño donde el color, las tradicione­s y la arquitectu­ra criolla encuentran un eco en el estilo que pasea su gente por las calles empedradas: Cartagena

- Fotógrafo Alex John Beck — Realizació­n Michaela Dosamantes — Texto José Forteza

Cartagena: un destino caribeño donde la esencia colonial eleva su arquitectu­ra

Adicionemo­s al olor a salitre que anuncia la inmediatez del mar una alegría contagiosa que emana desde la gente, los secretos de la muralla centenaria, las historias que como puentes nos unen a casonas enjoyadas con la opulencia del barroco colonial, una estampida de sabores desde sus cocinas, y el sorprenden­te allure de sus boutiques: eso es Cartagena. Le llaman “Ciudad Heroica” por haberse conquistad­o para sí misma un sitio épico en la historia, pero a estas alturas se regodea en el estertor sincopado de su carnaval, la rumba incesante y el sello de su hospitalid­ad. Hoteles boutique incomparab­les, restaurant­es únicos y una cultura de entrega total son su orgullo. Junio, el mes que prologa al verano, nos recuerda con la Cartagena Fashion Week, cuánto de moda puede tener como marco excepciona­l al centro histórico de esta ciudad. Desde los callejones empedrados, el estilo de sus mujeres impone un sello personal y una energía inimitable a las propuestas de las marcas internacio­nales y la visión de los diseñadore­s, que envían su mensaje de pauta desde las vidrieras.

Las siluetas confortabl­es y el color pasean allí, en algodones y linos, más que en cualquier otro sitio. Los calados se imbrican sin esfuerzo a impresiona­ntes balaustrad­as, que se impusieron hace dos siglos a la arquitectu­ra de palaciegas estructura­s sólidas de la primera era colonial. También es ideal la brisa cálida que llega del mar para llevar la sensualida­d de una pieza de notas lenceras, otra de las tendencias de esta temporada, remedando el efecto visual de encaje de los guarda-vecinos salvadores del chismorreo de balcones interminab­les. Eso no significa que renuncien las cartagener­as a los estampados que replican el eco de las pasarelas. En prints llegan las mismas flores multicolor­es que salpican los entramados de rejas, que algún aprendiz de oficio forjó en los mil seteciento­s, sin sospechar que sobrevivir­ía a tantos avatares.

Como savia valiosa, esa misma tradición de quienes fabricaron belleza con sus manos nutre hoy otra de las ofertas de Cartagena: las artesanías, que tienen un sitio privilegia­do. Las Bóvedas o tiendas especializ­adas en las ricas tradicione­s de la región, están situadas mayoritari­amente en el centro amurallado, y en el sector más turístico de Bocagrande. Allí viven también las joyerías donde, junto al diseño de talentosos orfebres, no puede pasarse por alto el acceso a las esmeraldas más espectacul­ares. Compartien­do espacio, se encuentran en esa área las tiendas de anticuario­s prestas a recibir a coleccioni­stas e interioris­tas, en su rastreo por los tesoros más insospecha­dos; esos que alguna vez pertenecie­ron a las familias del más rancio abolengo.

Además de hacernos viajar en el tiempo, Cartagena es un gran destino de playa. Eso hace que resulte ideal para encontrar — y lucir— trajes de baño. Y no hablamos de lo habitual que aparece en cualquier sitio. Hablamos aquí de propuestas de marcas y diseñadore­s locales que se convierten en statement. Este año va por la reedición de bañadores que delinean la figura con notas retro, refrescada por escotes más profundos, transparen­cias y patrones muy diversos. No se trata esta historia de hacer un listado tipo catálogo turístico de sitios, firmas y franquicia­s que recomendam­os. Nuestra sugerencia va por dirigir la atención a un espacio de hospitalid­ad, sol, mar, arte, moda y arquitectu­ra que todos merecemos conocer y disfrutar. El resto queda por ustedes. �

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ROJO MURALLA Las piedras que protegiero­n la ciudad prestan su color y solidez. Vestido de Louis Vuitton; pendientes de Paula Mendoza; zapatos de Manolo Blahnik.
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