BANDEJA DE ENTRADA

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Novedades pensadas para el Vogue Hombre de hoy

Un grupo de niños apuesta a la amistad como la más valiosa posesión a la que el ser humano puede aspirar. Además, todos ellos aman las aventuras y sienten la confianza de lanzarse a vivirlas estándo protegidos unos por los otros, en vez de usar vehículos estrafalarios o mirar pasivamente a las imágenes que lanzan los drones, se mueven en bicicleta y sus herramientas tecnológicas son walkie-talkies... Todo es tan poco común y nos lleva con tal impunidad a la década de los años 80, que por sí solo justifica el título de una de las series exitosas de Netflix, que regresa en su segunda temporada: Stranger Things. De nuevo, entraremos en ese universo en el que todo nos pone frente a una estética —y muchas veces ética— que primó hace tres décadas. La escenografía, la manera de hacer que hable la cámara, la música que ambienta cada escena, las discusiones apasionadas sobre dragones y hasta el libre albedrío con que estos chicos se mueven por los bosques y su promesa de avatares, sin detenerse a registrar una narcisista “selfie”. Ahí están listos esos monstruos, los sucesos paranormales y los infinitos misterios que sacuden a todo un pequeño pueblo. “Un año después del regreso de Will, la vida parece haber vuelto a la normalidad, pero algo muy siniestro acecha bajo la superficie y todo Hawkins corre peligro”, dice la descripción que acompaña a este primer avance de la segunda temporada, cuyo estreno se espera para Halloween de este año.