¡Oleeeé!
El flamenco no deja de conquistar públicos en todo el orbe. También su influencia se deja sentir con fuerza en otras disciplinas artísticas
Patrimonio de la Humanidad, el flamenco inspira al mundo de las artes y la moda
La industria turística y el aparato de propaganda franquista buscaron durante décadas encasillar al flamenco en los terrenos del folclor y el exotismo. Por fortuna, su aire de libertad le ha servido como una densa coraza para resistir estos embates. El flamenco es arte en estado puro y le pertenece a toda la humanidad; lo mismo que un blues magistralmente interpretado en Bogotá o una portentosa ranchera en Sarajevo. Hablamos de sensibilidades sin filtro, de reír o llorar por culpa de voces, palmas y guitarras, de establecer una conexión distinta a la que ofrece la música de talante comercial que pulula en la radio. “Un extracto de fuego y de veneno, eso es el flamenco”, dijo alguna vez Antonio Gades, uno de los grandes coreógrafos en la historia del género. Gades no pudo escoger palabras más certeras.
Es un tesoro universal, por supuesto, aunque nació en una cuna muy mestiza. Abundan los libros de flamencología que tratan de explicar con detalle su raíz. Hay, sin embargo, cierto consenso: el flamenco surgió en Andalucía por la mezcla de tradiciones judías, musulmanas, béticas y gitanas a lo largo de varios siglos. Cabe señalar que han sido los gitanos quienes se han apropiado con mayor vigor de esta riqueza musical. Asimismo, su goce y práctica se han instalado en otros puntos de España (Cataluña, Extremadura, Madrid y sus alrededores), donde el pueblo cañí se ha asentado en su historia de éxodo, brújulas locas y carreteras.
Español y de corte predominantemente andaluz, aunque desde hace décadas el flamenco se ha hecho hueco en diversas zonas del orbe. En América Latina y Europa, tablaos y tabernas deleitan a los enamorados de este género. En Estados Unidos, bares y festivales programan presentaciones de reconocidos exponentes. Y vale la pena subrayar la pasión en Japón por cantaores y bailaores: algunos reciben trato de rock stars.
Los artistas del flamenco han sido legión, aunque algunos han dejado huellas más profundas. Son aquellos con “duende”, como los gitanos denominan al carisma
a borbotones en los escenarios (“Encanto misterioso e inefable”, según la Real Academia Española). Voces como las de Manolo Caracol, la Niña de los Peines y Camarón resultan imprescindibles en el canon. En la guitarra, exponentes como Pepe Habichuela y Paco de Lucía han dado cátedra por medio mundo. El piano de Chano Domínguez, el saxofón de Jorge Pardo y el cajón de Rubem Dantas ejemplifican también la belleza del género. Después de todo, el flamenco es tradición y vanguardia. Ha sabido conservar sus esencias, aunque igualmente ha ganado al mezclarse con otras venas sonoras (como el jazz, el rock y el son caribeño).
Voz e instrumentos acompañan al baile flamenco, borrasca de pasión entre movimientos elegantes con los brazos y descargas de furia con los pies. Ya sea en pareja, en grupo o a solas, los ejecutantes de esta trabajada técnica dancística parecen caer en una especie de trance al ejecutar giros, latiguillos, marcajes y carretillas. Carmen Amaya, Antonio Canales y Sara Baras han destacado en este baile.
Los palos (como se conoce a las diversas formas musicales del flamenco) son fecundas arcillas para la creatividad y la transmisión de sensaciones. Bulerías, rumbas, malagueñas, peteneras, tientos, martinetes y guajiras, entre otros, significan portentosos canales de expresión. Algunos seducen con más rapidez —los oídos, como las papilas gustativas, no responden siempre con el mismo fervor a lo que se les ofrece—, pero cada uno de ellos cuenta con historia propia, origen geográfico preciso, sello rítmico y personalidad vocal.
El flamenco es un conjunto de saberes —añejos y de corta data— que levantan un cúmulo de emociones para el público convencional, pero también para artistas de otras disciplinas. Los ejemplos son numerosos, aunque es preciso citar algunos por su importancia. En la literatura, es sabido su impacto toral en la poesía de Federico García Lorca. En el cine, Carlos Saura realizó un sentido homenaje en Flamenco, y el francés Tony Gatlif —fiel director gitano— construyó en Vengo una historia impregnada por este arte andaluz. En la pintura, las paletas de Goya, Picasso y Miró capturaron con maestría escenas flamenqueras.
También las pasarelas han sucumbido al color y el porte del flamenco. Diseñadores de la talla de Jean Paul Gaultier, John Galliano y el tándem integrado por Domenico Dolce y Stefano Gabbana se han inspirado en varias de sus colecciones en este arte. Incluso existe un evento específico que convoca a lo mejor de la costura española sobre el tema. Se trata de We love flamenco, cuya sexta edición se llevó a cabo con éxito del 10 al 14 de enero en el Hotel Alfonso XIII de Sevilla. Ritmo, elegancia natural, personalidad, solera, atrevimiento: todo está ahí para que el mundo de la moda pueda beber de este manantial artístico. El flamenco es una manifestación cultural que embelesa como pocas. —Jaime Porras Ferreyra