Guillermo del Toro
La forma del agua es el antídoto del multipremiado director MEXICANO para contrarrestar el cinismo que reina en nuestros días. En esta entrevista nos comparte reflexiones sobre su visión del cine, cómo discurre su proceso creativo, y el tema de paliar la
El cineasta mexicano Guillermo del Toro es conocido por su capacidad de difuminar la línea divisoria entre la fantasía y la realidad. En su más reciente filme, La forma del agua, vuelve a mezclar escenografías realistas con monstruos misteriosos. La película se desarrolla cerca de Washington, D.C., en un laboratorio. En medio de la carrera entre Estados Unidos y Rusia por la conquista del cosmos, las autoridades estadounidenses capturan una creatura marina anfibia. Su plan es estudiarla para intentar que soporte ser lanzada al espacio.
Aunque la bestia, interpretada por Doug Jones, tiene la clara apariencia de un alienígena, sus características humanas son impactantes. Funcionarios rusos y estadounidenses se sienten atraídos hacia “el monstruo” por su habilidad de comunicarse sin palabras. Así es como se conecta con la heroína silente de la película, Elisa, encarnada por Sally Hawkins.
Del Toro ha dicho que usa la conexión entre Elisa y la criatura como una ventana hacia cómo la gente debiera comunicarse entre sí. El director también coquetea en la película con la idea de la vida en el más allá, aunque, según afirma, no cree en eso. “No creo en la existencia de la vida después de la muerte”, dice, “Pero sí creo que alcanzamos esa claridad en el último minuto de nuestra existencia. Los títulos que logramos, los honores que nos rinden, todo eso se desvanece. Y ese momento de claridad te brinda paz o el más tremendo miedo”.