Moda: Causa y EFECTO
EL PLANETA ESTÁ ENFERMO EN CUERPO Y ESPÍRITU. NO ES SOLO QUE EL GEOSISTEMA CLAME POR UN EQUILIBRIO ECOLÓGICO, ES QUE EN SITIOS COMO LATINOAMÉRICA LA SOCIEDAD SE SACUDE Y EXIGE CAMBIOS NECESARIOS PARA EL RESCATE DE LA DIGNIDAD HUMANA... Y LA MODA SE SOLIDA
REPUBLICA DOMINICANA
El pasado mes de julio, una marea de desperdicios arribó al sur de las playas de Santo Domingo. Más de 400 toneladas de basura fueron retiradas de la playa caribeña; hasta hoy, ninguna medida precautoria se ha dictado al respecto. Desde la extrema izquierda: pasarela de Balmain; Maison Margiela; John Galliano.
Quienes lo vimos nos quedamos hieráticos. El sol y la transparencia del agua encauzada por la senda de un río eran rehenes de montones de plástico, poliestireno y basura indefinible, atrapada entre las raíces de las lilas. Sucedió en República Dominicana. En un intento por solucionarlo, los nocivos desperdicios fueron a parar a las playas del sur de Santo Domingo. Esa es una muestra de cómo muere el único hábitat con que contamos. Esta escena es en El Caribe, la cintura de nuestro hemisferio que se transforma, crucero a crucero y turista a turista, en un estamento dramático de contaminación, reflejo de lo que sucede en todas partes.
La ética de lo sostenible nos toca a todos y tiene que ir hasta la raíz de la crisis ambiental, pero también necesita una estética alineada al impulso de salvarnos. La creatividad y la capacidad de supervivencia tienen que ir juntas para cambiar la manera en que hemos estado conduciéndonos, y la moda, como industria, no es ajena y está enviando sus señales. Balenciaga abandona su visión edulcorada de lo estilizado y diseña esos sneakers que asemejan ruedas de vehículos todoterreno para sortear lo agreste con cada pisada. Balmain, Maison Margiela y John Galliano nos enfundan en capas como para resistir una lluvia intoxicante, que pudieron elaborarse con esos mismos desperdicios que masacran los ríos y las playas dominicanas.
Para nosotros, los latinoamericanos, la problemática es más profunda. Cuando la miopía política y el racismo intentan fabricar un muro divisorio al final de Estados Unidos, se está asestando un golpe al concepto de que este planeta es de todos y a todos nos debe asistir el derecho de movernos
en este en busca de un equilibrio poblacional y de dignidad en la calidad de vida. En lugar de instrumentar iniciativas certeras de colaboración, algunos intentan apuñalar al sur con conceptos que perpetúan la estratificación y el fatalismo geográfico. Entonces aparecen esos atuendos de referencias a comunidades migrantes en las pasarelas de Calvin Klein, Marni o la marca colombiana Alado, con su colección Destierro. Los prejuicios se desafían en el trabajo de creadores contestatarios como el mexicano Mancandy; y la toma de partido por las comunidades indígenas está en la ejemplar labor del boliviano Juan de la Paz, los creativos de DAB y el artífice hondureño Miguel Chong. Todos tienen algo qué decir y no se dejan silenciar.
Las profundas y graves problemáticas de países como Venezuela, pionera en las semanas de la moda y que hoy apenas da de comer a sus ciudadanos, duele profundamente y genera preocupación y respeto por quienes exigen soluciones. Aquí pueden estar las inspiraciones de firmas como Undercover o Gucci, con referencias claras en los estampados de camuflaje y rostros ocultos desde los que apuntan ojos aguzados e iracundos. También pone cara a la violencia de tribu urbana en
nuestra América el trabajo conceptualmente impresionante del colombiano Humberto Cubides, monocromático, andrógino y directo en su mensaje. Maison Escarlata, desde el ímpetu del artista Edgar Navarro, exige dignidad, igualdad y respeto social en Guatemala. Como ellos, el blanco mullido y las transparencias en Jil Sander y Stella Mccartney piden alivio para los estertores del planeta, y llaman a la paz y la cordura ante lacerantes realidades de países entrañables como Nicaragua, a punto de una guerra civil. Y ahí está Cuba, en las composiciones de Rick Owens y Poiret, como ocultando, capa a capa, intenciones y tentativas por resolver una existencia que tiene muchas vertientes en la búsqueda de la supervivencia. Es en esa isla donde Celia Ledón pone a La Habana en el catálogo de la moda sostenible con el uso, por necesidad, de lo reciclable. Sus materiales son mallas, tapas metálicas, sábanas rescatadas, lona de pescador... En Cuba, donde siempre sucede lo impredecible, Ledón convierte la basura en un recurso renovable y hace arte.
La moda lo tiene claro y está exponiéndolo para que todos lo entendamos: Lo sostenible no son meras palabras; es una movida ética y estética, es levantar el estandarte del diálogo y la no- violencia, es dejar escuchar todas las voces y llegar a un concierto tan equilibrado como el que consiguen en la selva virgen el viento, las aves y, también, el trueno y las fieras.