El tiempo en pausa,
El icónico Parker Palm Springs de mediados del siglo, situado en un paraíso de palmeras y BUGANVILIAS, recientemente fue el escenario ideal para la ESCAPADA de fin de semana de la consultora de moda Emilie Meinadier con su padre y su hija
El icónico Parker Palm Springs es el escenario ideal para la escapada de fin de semana de la consultora de moda Emilie Meinadier y su familia.
Al igual que Palm Springs, la finca del Parker está llena de his- toria local y ha alojado a muchas leyendas de Hollywood. En el 2004, le pidieron a Jonathan Adler que desempolvara el anti- guo esqueleto del hotel y le dio al Parker la vibra hipster que lo convirtió en uno de los destinos más de moda de la actualidad.
Como Alicia entrando al País de las Maravillas, cruzamos con curiosidad las majestuosas puertas rojas y nos recibieron con detalles excéntricos mezclados con humor sutil: la arma- dura de un caballero nos llevó a un salón con búhos de macra- mé que vigilaban el fogón de los años setenta y los poufs de cuero. Continuamos por los jardines exuberantes con fuentes vívidas y esculturas inesperadas, hacia nuestra habitación con terraza, elegida específicamente por su acceso directo a la pis- cina Silicon Valley para toda la familia.
Nuestros días comenzaron con desayunos en Norma’s, la ca- fetería gourmet con un desayuno americano maximalista. Des-
pués de una mañana bajo las palmeras contra las montañas del desierto y acompañada de la diversión de la piscina, estuvimos listos para tomar un refrigerio por la tarde en el puesto de li- monada. Ahí, tendríamos la oportunidad de probar ambas versiones, para adulto y niño, de pressé de cítrico con algunas rondas de petanque bajo la sombra de los árboles.
La cena en el restaurante Mister Parkey’s fue una delicia de la cocina francesa y de los vinos de California ambientada en un fantástico comedor con su rica decoración, un agradable contraste de los días que habíamos pasado bajo el sol, trans- portándonos a un tiempo en el que los amigos locales se ha- brían reunido alrededor del piano de cola blanco.
Como lo habíamos hecho las noches anteriores, pasamos nuestra última tarde bajo las estrellas, asando malvaviscos so- bre una fogata al aire libre, heredando la tradición de smores de una generación a la siguiente, y la siguiente.