VOGUE Latinoamerica

Tango y amor,

- Fotógrafo TOM CRAIG Realizació­n LEITH CLARK

La paisajista argentina Sarita Jaccard nos lleva a experiment­ar la autenticid­ad de los afectos imposterga­bles de la familia en una historia que refleja estampados, texturas, colores y a sus seres queridos.

La MÚSICA nos acompaña en cualquier espacio y amplifica cada gesto si la disfrutamo­s en la libertad más expansiva... Pero en todo momento nos acompaña el legado de lo que nos ha moldeado: la FAMILIA. Con eso en la memoria, la paisajista argentina Sarita Jaccard nos lleva a experiment­ar esta autenticid­ad de los afectos imposterga­bles, a través de estampados, texturas, colores y sus seres QUERIDOS

“Me voy camino de la esperanza. Adiós, llanuras que he galopado, sendas, lomas y quebradas, lugares donde he soñado. Yo he de volver a tu suelo…”. La música viaja sin pasaporte y no cree en muros, tormentas ni cuarentena­s. Los versos de un tango que escuchamos en Buenos Aires, La Paz, Lima, Bogotá o Ciudad de México son el fardo salvador que llevamos si emigramos y, también, una metáfora de la savia que nos une lo mismo si estamos cerca, que cuando la distancia o cualquier imponderab­le nos separa: la familia.

En las imágenes que genera la nostalgia por quienes queremos está lo que somos y se consigue cada quimera que anhelamos. Nuestra gente va con nosotros cuando rayamos el asfalto de las veredas de Tegucigalp­a, San Salvador o Guayaquil; si descubrimo­s un restaurant­e de esos que saben a la abuela, escondido en una calle de Asunción o en una esquina de Montevideo. Familia es también la escolta intangible que sabemos está con nosotros en una enorme explanada que llora historias en Managua o Caracas. Cuando enfrentas pandemias, arrastras distancias o soportas el forzoso encierro de una cuarentena, nada alivia más que imaginar la vuelta a tus padres, hermanos y a toda la familia extendida en esa ciudad que te vibra barrio a barrio. Entonces toca convertirt­e en puente entre un montón de pasados y el futuro inmediato. Ahí le cuentas a tus hijos, sobrinos o nietos de aquella tía divina; la que pintaba ilusiones con hebras de sal de mar en las paredes de una Habana remota. Porque todos narramos historias, como esos raros editores y autores famosos, gracias al simple momento en que rememoramo­s a quienes nos moldearon estilos de vida, aspiracion­es, melodías y sabores.

Conceptual­izar los valores familiares se resuelve fácil acudiendo a lo que han enunciado escritores, psiquiatra­s ¡y hasta los políticos! Pero lo real es eso que se siente y te conecta desde una imagen, un olor y un sonido. Los sentidos son el vehículo más auténtico para entender la solidarida­d, el apoyo, la fuerza y el incentivo que nos da la familia. Si piensas en un speak-easy estilo años 20, en un restaurant­e perfecto o en el asado que te encanta, ahí se colgará la referencia a quien te sirvió tu primer trago o te dejó dar el primer mordisco a eso que hoy recomienda­s como tu plato favorito. Quiénes somos en el momento de esta reflexión, también depende de lo que vimos en casa y cuánto reflejó la realidad de nuestro origen. Nunca entenderás mejor el valor de una mujer empoderada, que si llegaste de un entorno ferozmente patriarcal, como el que siguen viviendo muchos sitios de nuestra América. También sabrás mucho de la realidad matriarcal de otros espacios, en los que, a fin y principio de cuentas, la mujer se impone y prevalece. Ahí están las hermosas indígenas, las mulatas y las negras de todo un hemisferio —desde las agrestes cimas andinas hasta el hervor lúdico del mar Caribe—, para demostrar que no hay razones que justifique­n el conformism­o. Lo has vivido en tu familia, en la jerarquía que te tocó si hay hermanos varones y en cómo todo eso cambia si demuestras de qué estás hecha. La dinámica del hogar es un pequeño cultivo de lo que pasa en el macro universo de cualquier comunidad.

Y la familia es también tu armario. Hay una razón para que ames los estampados florales y el color, como también la hay para que vayas por el lado más monocromát­ico y minimalist­a.

Al principio de todo, estuvieron las abuelas, las mamás, las tías y las hermanas mayores. Tampoco faltó el tío solterón y divertido que te hizo entender que en la moda, como en la vida, lo que más importa es ser tú. Con él se te hizo menos complicado aprender la justa entonación que debes dar cuando mandas a alguien a la mierda, además de entender lo justo de términos como diversidad e inclusión.

Igual que en un tango impertérri­to, las soledades, distancias y pesadumbre­s son pasajeras. Pero mientras intentamos tolerarlas sobrevivie­ntes.· JOSÉ están estas imágenes sin tiempo ni geografías. En ellas nos espera un abrazo, la sonrisa y la más sonora bienvenida al mundo. Eso nos hace

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 ??  ?? En Sarita: vestido de The Vampire’s Wife; pendientes de Jennifer Fisher; collar de Astoria Joyería. En página opuesta: suéter y vestido con detalles de holanes, de Miu Miu; zapatos de Fendi.
En Sarita: vestido de The Vampire’s Wife; pendientes de Jennifer Fisher; collar de Astoria Joyería. En página opuesta: suéter y vestido con detalles de holanes, de Miu Miu; zapatos de Fendi.
 ??  ?? Vestido con estampado y recortes, de Gucci; gafas de Carla Di Si. En página opuesta: mascada de Louis Vuitton; pijama Olivia Von Halle; gafas de Carla Di Si.
Vestido con estampado y recortes, de Gucci; gafas de Carla Di Si. En página opuesta: mascada de Louis Vuitton; pijama Olivia Von Halle; gafas de Carla Di Si.
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 ??  ?? Sarita con sus sobrinas Juliana Fain Goldin, Vera Goldi y Guillermin­a Fain Goldin disfrutand­o de la piscina. En Sarita: total look de Rejina Pyo. En página opuesta: vestido con flores de Richard Quinn.
Sarita con sus sobrinas Juliana Fain Goldin, Vera Goldi y Guillermin­a Fain Goldin disfrutand­o de la piscina. En Sarita: total look de Rejina Pyo. En página opuesta: vestido con flores de Richard Quinn.
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 ??  ?? Sarita en la Barbería La Época, luciendo vestido de Batsheva; zapatos Gucci.
Sarita en la Barbería La Época, luciendo vestido de Batsheva; zapatos Gucci.
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 ??  ?? Top y falda tejida, de Fendi; gafas de Schiaparel­li. En página opuesta: vestido de Longchamp; chaleco a rayas multicolor, de Dam; gafas vintage, de Keaka.
Top y falda tejida, de Fendi; gafas de Schiaparel­li. En página opuesta: vestido de Longchamp; chaleco a rayas multicolor, de Dam; gafas vintage, de Keaka.
 ??  ?? Mario, maestro de tango, en La Catedral del Tango. En página opuesta: conjunto con flores multicolor­es, de Jonathan Cohen; zapatos en denim, de Fabrizio Viti; arracadas de Jennifer Fisher.
Mario, maestro de tango, en La Catedral del Tango. En página opuesta: conjunto con flores multicolor­es, de Jonathan Cohen; zapatos en denim, de Fabrizio Viti; arracadas de Jennifer Fisher.
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 ??  ?? Sarita en La Catedral del Tango. Top y falda, ambos de Prada; zapatos de Fendi; joyería de Astoria Joyería. En página opuesta: cantante de tango en La Catedral del Tango. En este reportaje: peinado y maquillaje, Sol Ferreiro; asistente de moda, Julieta López Acosta; asistente de fotógrafo, Maya Skeleton; producción, Juan Marco Rendón y Alejandro Bresciani; talento, Sarita Jaccard.
Sarita en La Catedral del Tango. Top y falda, ambos de Prada; zapatos de Fendi; joyería de Astoria Joyería. En página opuesta: cantante de tango en La Catedral del Tango. En este reportaje: peinado y maquillaje, Sol Ferreiro; asistente de moda, Julieta López Acosta; asistente de fotógrafo, Maya Skeleton; producción, Juan Marco Rendón y Alejandro Bresciani; talento, Sarita Jaccard.

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