Del otro lado de la ficción
“El otro lado de la cama”, la obra que protagoniza Nicolás Vázquez, cuenta con la adhesión incondicional del público.
La comedia incluye canciones del rock argentino y personajes estereotipados.
El entusiasmo y el cariño incondicional todo lo pueden. Cuando Nicolás Vázquez aparece en escena, bajo la luz que baña su cuerpo en la cama, gran parte del público estalla en gritos y aplausos. Ocurrió la noche del estreno de El otro lado de la cama en la Sala de las Américas, la primera de una serie de funciones que se venden como pan caliente y que terminan mañana.
La obra de David Serrano transita el borde del precipicio conceptual cuando plantea el tema de la infidelidad, a partir de personajes-maqueta, estereotipos extremos: amigos, parejas, amantes. En la versión de Vázquez y elenco, hombres y mujeres se instalan en el rol a fuerza de energía desbordante, gestualidad delirante, mucho movimiento
de pelvis en los hombres, una cuota alta de exhibicionismo, canciones y la desaparición de la cuarta pared, esto es, la distancia con el público, la convención que dice que lo que se ve en escena es un personaje contando su cuento.
El otro lado de la cama es una experiencia para fans, animada por el elenco que entra en la lógica del estereotipo extremo durante dos horas.
Se luce, en ese esquema de actuación, Gimena Accardi, porque la actriz construye su rol con matices y detalles sutiles. Ella es la pareja de Javier el retrógrado (Vázquez), una mujer encantadora que anuncia la existencia de un mundo nuevo, más amigable y abierto.
Benjamín Rojas es Pedro, el amigo que soporta las bromas. Es la mejor voz del grupo, a pesar de que la exigencia de estar siempre tan arriba (en registro e interpretación), no lo dejan crecer.
Francisco Ruiz Barlett carga con el personaje del taxista. “Cuanto peor la tratás, más muerta la tenés”, dice el tachero que reúne todas las notas reprobables con respecto a las máximas del machismo.
Las canciones de rock argentino, muy conocidas, funcionan como agregados que agitan la platea. El elenco canta y baila, cruza la cuarta pared, pide palmas y conecta desde el comienzo con el público que se prende a la invitación, cantando. Por eso, el gran protagonista de la noche es el público. La pregunta que queda girando es de qué manera hoy la maquinaria del espectáculo construye la noción de teatralidad.
Considerando la pobreza del tema planteado, así como la reiteración de situaciones y diálogos, queda claro que la popularidad de Vázquez y el cariño del público son previos a la consideración de una obra que, debajo de la sábana de un juego sensual, oculta un discurso conservador y anacrónico.